viernes, 16 de octubre de 2015

PEDRO SALINAS







Mientras haya
Alguna ventana abierta,
Ojos que vuelven del sueño,
Otra mañana que empieza.

Mar con olas trajineras
-Mientras haya-
Trajinantes de alegrías,
Llevándolas y trayéndolas.

Lino para la hilandera,
Árboles que se aventuren,
-Mientras haya-
Y viento para la vela.

Jazmín, clavel, azucena,
Donde están y donde no,
En los nombres que los mientan.

Mientras haya
Sombras que la sombra niegan,
Pruebas de luz, de que es luz
Todo el mundo, menos ellas.

Agua como se la quiera
Mientras haya;
Voluble por el arroyo,
Fidelísima en la alberca.

Tanta fronda en la sauceda,
Tanto pájaro en las ramas
Mientras haya;
Tanto canto en la oropéndola.

Un mediodía que acepta
Serenamente su sino
Que la tarde le revela.

Mientras haya
Quien entienda la hoja seca,
Falsa elegía, preludio
Distante a la primavera.

Colores que a sus ausencias
Mientras haya;
Siguiendo a la luz se marchan
Y siguiéndola regresan.

Diosas que pasan ligeras
Pero se dejan un alma
Mientras haya;
Señalada con sus huellas.

Memoria que le convenza
A esta tarde que se muere
De que nunca estará muerta.

Mientras haya
Trasluces en la tiniebla,
Claridades en secreto,
Noches que lo son apenas.

Susurros de estrella a estrella
Mientras haya;
Casiopea que pregunta
Y cisne que la contesta.

Tantas palabras que esperan,
Invenciones, clareando
Mientras haya;
Amanecer de poema.

Mientras haya
Lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
Lo que venga.


ODETTE ALONSO




Onírica última función

                                                       Por Tosca, a Margarita


Terminó la función
y me he soñado arcángel
cuando soy sólo un violinista dormido ante su atril.
Vacía la taberna
vacío el corazón como una plaza pública
me encuentro frente a ti
frente a mí misma.
También yo fui una niña y luego fui un traidor
y luego un marinero naufragando
en el agua podrida de su charca.
Y quise desnudarme
echarme sobre ti como sobre el abismo
y después no ser yo sino tu piel
el insalvable pozo de tus ojos
o un violinista dormido ante su atril
soñando que despierta y que te ama.



EFRAÍN HUERTA




La muchacha ebria



Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grávida de sangre y leche,
de niños que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo,
como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.

Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de
                                                                       las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo
                                                                           negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche —y era una santa noche—
me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.

Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!





LUIS MUÑOZ





Diario

                                                      A Isolde Gornemann



El sosiego, de pronto, no es un plazo,
ni es un anuncio, ni una salva.
El sosiego, de pronto, es una guerra
que se libra en los márgenes del día.
En la lengua del alba, en la cal de la tarde.


De "El apetito"



LEOPOLDO PANERO



  
Sola tú



Sola tú junto a mí, junto a mi pecho;
sólo tu corazón, tu mano sola,
me lleva al caminar; tus ojos solos
traen un poco de luz hasta la sombra
del recuerdo; ¡qué dulce,
qué alegre nuestro adiós! El cielo es rosa
y es verde el encinar, y estamos muertos,
juntos los dos, en mi memoria sola.
Sola tú junto a mí, junto al olvido,
allá donde la nieve silenciosa
del alto Guadarrama, entre los pinos,
de rodillas te toca.
Estamos solos para siempre; estamos
detrás del corazón, de la memoria,
del viento, de la luz, de las palabras,
juntos los dos sobre la nieve sola.




OLIVERIO GIRONDO




Puedes juntar las manos



La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta
Ahora
y no mañana
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.
Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
El silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.

Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.