lunes, 10 de noviembre de 2025


 

WILLIAM ARCHILA

 


Grasa

  


El puesto de Lety a la orilla de la carretera, debajo
  de dos focos, humea como el esqueleto de un carro
  quemado junto al fuego. Su radio en AM derrama
  noticias por una hora más. La muñeca de esta mañana,
  herida otra vez, mientras ella saca del huacal
  una bola de masa, la aplana entre sus palmas
  como si aplaudiera, le pone un poco de agua,
  más masa, se limpia la frente con el dorso de la mano;
las plantas de los pies, callosas, le pulsan.

Su vida ha sido así por algún tiempo, el final de este día
  se abre paso entre platos a medio comer, esparcidos sobre
  las vetas de la mesa de madera gastada. En la masa en su mano,
  pone el relleno de chicharrón y frijoles fritos, a veces
  pedazos de queso y ayote picado, junta las orillas para hacer
  un puño, amasa otra vez, palmea otra vez, hasta formar
  un círculo perfecto. La grasa debajo de sus brazos se menea,
  su delantal —sus volantes amarillos manchados
y piñas como bolsillos—, ajado como una bandera caída.

Este olor a tostado, como un viento de invierno que arrastra
  su cola por los campos, saca de entre la maleza a un hombre
  llamado Licho, su barba espesa como hojarasca.
  Él mastica como si no hubiera comido en días,
  y ya puede perdonar a su patrón, incluso darle
  las gracias, por el puñado de monedas de diez centavos,
  todavía tibias en su mano. Ella puede ver que es viejo
  por la forma en que brillan sus ojos, una máquina agrícola
sobre la cual se hubieran marchitado los años.

Él le recuerda a un machete viejo, ya oxidado,
  siempre sucio, siempre sudado, hoja
  que ha cortado muchas veces el tallo al aire libre.
  Se da cuenta de que él ha dormido, sobre
  una bolsa de basura del tamaño de su cuerpo,
  bajo el rocío, pegado a un tronco, el calor del cuerpo
  como sábana. Se da cuenta de que ambos fueron
  quemados, oscuros como carbón, en el mismo horno.
Ambos vienen de los mismos caites de llanta y pita.

Ella dora algunas más, saca de un bote una cucharada
  de repollo curtido, y le da una bolsa de papel café,
  que él se lleva al aceite de la noche. Lo mira
  desaparecer, de la misma forma en que un camino
  se convierte en una colina empinada, la sombra
  de una rama cruza su sombrero. Ella agradece
  por el olor a tostado que él se lleva en la ropa,
  por el combustible en su estómago, la manteca
que rezuman sus poros, la grasa que lo protege del frío.

 

De: “The Gravedigger’s Archaeology”

Versión de Mario Zetino

 

HUGO LINDO

 

 

XXIV

 

 

Estas son puertas y ventanas
de otro país. Dan a otro tiempo.
Cruzan por ellas otros seres
y otros instantes y otros sueños.

Como si el niño que era entonces
se duplicara en un espejo,
y por su luna transparente
lograse entrada a otro universo.

Todo es distinto. Las miradas
llevan la luz ahora por dentro
y el mundo entero se ilumina
con su relámpago secreto.

Esto es ayer, y está presente
por un milagro. Es el renuevo
de los rosales agobiados
por las escarchas del invierno.

Es el retorno al paraíso.
Es la pureza. Es el silencio.
Son los tesoros recobrados.
El ángel íntimo en el pecho.

 

De: “Sólo la voz”

 

ASSIA DJEBAR

 

 

Juba

 

 

Era en tiempos del rey Juba
Y de su esposa Cleopatra
Un poeta llegó de Cirta
Orgulloso como un joven pastor
Quería ver al príncipe sabio
Le llevó un león enjaulado
Era en tiempos del rey Juba

En su ciudad del nombre de César
Lol antaño, Cherchell después
Ante el palacio cerca del faro
ahogada en el mar ahora
El rey recibió al huésped bereber
Que le dijo en púnico y en verso
Soy descendiente de Yugurta
Era en tiempos del rey Juba

Es un obsequio homenaje
Te lo he traído de Cartago
Representa tu imagen
Y esta jaula el imperio romano
Pero Juba gritó en latín
De Atenas soy el heredero
Y de la Roma imperial el aliado
Insolente extranjero de Numidia
Admira esta colosal cripta
Levantada para mi mujer de Egipto
Que extrañaba las pirámides.

Ante a la ira de Juba
Sin decir palabra el poeta de Cirta
Soltó el león de su jaula
Y regresó a Cartago
Entre mármoles la bestia real acechaba
Y Juba al verla cada vez se alteraba

Roma estranguló dentro de su prisión
Al ufano Yugurta vencido por traición
de hastío y de nostalgia consumido
Murió el rey de Cesárea

Que se levanten los poetas de Cirta
En cada época de los reyes Juba.

  

De: “Poemas para una Argelia feliz”

Versión de Souad Hadj-Ali Mouhoub.

 

Nota: Assia Djebar, seudónimo de Fatma Zohra Imalayene

 

ENRIQUE JARAMILLO LEVI

 

  

Hoy, por ejemplo

 

 

Escribo sabiendo que al hacerlo
                                          convoco
a un mismo tiempo lo mejor y lo peor de mí.
Consciente de que no existe otra forma
de darle su lugar a los duendes de la poesía.
Esos que como pequeños dioses
subrepticiamente escapados del Olimpo
siempre están pendientes de todo lo que es
pero también de lo que aún no ha sido
en cada sitio en el que –bien o mal–
desde el inicio mismo de los tiempos
                                 nos desenvolvemos
o necesariamente habremos de hacerlo.
Hoy, por ejemplo.

 

RAFAEL SARAVIA

 

 

 

Cuando mi revolución me pierde, convoca mi decadencia con una canción de Johnny Cash o Silvio Rodríguez. A veces simplemente me empuja hacia el verde asalvajado de mi huerto y me muestra una pequeña plaga de orugas de la berza como ejército de la verdad más indeseablemente bella. Yo entiendo lo indómito de la capacidad de estar vivo y vuelvo a buscar amantes ajenas a mi revolución.

 

AICHA DJELLAB

 

 

 

Recuerdo los días de profunda tristeza
ambos estamos lejos del camino de la reconciliación, negándonos siempre a ceder
de repente me echas de menos
y vienes a escondidas a colocar debajo de la puerta una tímida respuesta
por si entienda lo que significa el mensaje
Entonces despertamos como locos surgidos de las mil noches
para vivir… historias de los amantes en la vejez.

 

De: “Fragmentos de mí misma”

Version de Souad Hadj-Ali Mouhoub.