domingo, 1 de noviembre de 2020


 

LUIS ZALAMEA BORDA

 


  

Para Maggie en una tarde de ventarrón de Miami 



Desflorada por la tormenta
entregada a un viento
de rafaguillas verdes
y súbitos berridos
planea una paloma
y yo sin ser sonámbulo
floto en medio
de azulinas ondas
que destilan cloro
pedaleando
timoneando
mi ahogada bicicleta
a la deriva
en la inerme marea
del desencanto
mi voz sellada
en espera
de lo inevitable.
Me invade la tibieza
las venas se me encienden
las aves regresan al nido
las lagartijas huyen
y tú también
corres hacia el ocaso
que igual a la alborada
a los dos escatima
una respuesta.

 

FERNADO CHARRY LARA

 

 

 

Llegar en silencio




Despierto en la noche lleno de palabras
como envuelta entre las llamas de la música
se levanta una casa en la distancia.
Un perfume hay, un valle de silencio,
un lento roce o beso se aproximan, callando,
si llega el delirio, el fulgor solitario del insomnio.

Quiero entonces una silenciosa figura humana,
quiero un rostro hasta mí llegar, quedarse lento,
quiero unas manos, un pecho, unos devoradores labios,
todo lo que un nocturno cuerpo nos entrega.

Hasta mi habitación podría llegar
con un paso de ola o lenta nave,
prolongado el deseo, espina de las noches.

Extendería entre los terciopelos húmedos de los besos
sus cálidos brazos,
hasta no ser sino un cuerpo
abandonado calladamente sobre otro.

Hasta morir así, hasta juntar los labios, los pasos
que con los pasos míos
recorren, como también el viento de la noche,
desiertos corredores donde se oye
llorar el escondido amor entre las sombras.

 

CARLOS LOPEZ NARVAEZ

 

 


 

Estival II




Leilah: de tu esplendor rezuma un vino
que es en mis venas sosegado fuego
y arrobada embriaguez cuando te aspiro.

Leilah: con el estío de tu risa
se madura la mies de los deseos
para soñar tu cándida vendimia.

Leilah: cruzando mares de silencio
sobre la playa de tu voz marina
suspiran caracolas de desvelo.

Leilah, tus manos son la tibia rada
donde mecen -veleros despojados-
la ternura y el sueño su nostalgia.

 

ROQUE ESTEBAN SCARPA

 

 

Sólo me encontrarás

 


Sólo me encontrarás cuando el olvido
sea una primavera, un bosque, una cisterna
y tanto sol que juega busque una gota de rocío,
y en las ramas bullidoras de hojas en un hueco
se aposente el aire, y en el pozo falte esa lluvia
que le crece un palmo y apedrea de lágrimas
los detritos que repugnan la sed. Apenas nada.
Sólo me encontrarás cuando el olvido.

 

Sólo me encontrarás cuando el olvido
de pronto se colme de presencia imposible
y toda la primavera se medite otoño,
y en todo el bosque no cante ningún pájaro
y la cisterna se beba de soledad sus aguas
porque lo viviente se encuentra en lo mínimo.
Sólo me encontrarás cuando el olvido.

 

Sólo me encontrarán cuando el olvido,
impreciso, indigente, dibuje un vago gesto
único que él recuerda entre numerosas tardes,
o balbucee una palabra que, como mitos mágico,
trae esas almas que consumió el tiempo
y eran de eternidad y el tiempo las vomita
porque nada puede su perpetua desmemoria.

 

Una de ella no estará, más otra la sigue contemplando
sollozo profundo de ola que, al nacer no ignora
que jamás hallará playa para morir
si no me encuentra donde vive el olvido.

 

OSIP MANDELSTAM

 


 

ME EXTRAVIÉ en el cielo.

Qué puedo hacer?

Quien esté cerca ¡conteste!

Sería mejor para ustedes hablar

De las vigorosas visiones dantescas.

No puedo separarme de la vida:

Aunque ella mate y acaricie,

En los oídos y en las cuencas de los ojos

Se posa la tristeza florentina.

No coloques, por favor, no coloques

Laurel amoroso en el whisky,

Mejor despedaza mi corazón

En trozos de sonidos azules.

Y cuando muera, este servidor,

Amigo en vida de todos los vivos,

Resonará en lo alto y profundo

Un eco celeste en el pecho.

 

DINA POSADA

  

 


Fuego sobre el madero



Después de romper el áspero
                                              castrante
                                              hostil
cerrojo de las ataduras
apuñalé al pecado
cayendo agónicas
mis trabas y mis culpas

Dejé de pedir permiso para vivir

Disponiendo conocerte
abrí tus brazos en cruz
                                   -cristo de mis pasiones-
y hundí el sabor
de mi presencia
                         en tus pies
                         en tu cuello
en la blanca playa de tu espalda

Recorriéndote fui creciendo
                                           hoja de tu rama
                                           rama de tu árbol
                                           árbol de tu bosque
hoja loca al vaivén
de tu tronco elocuente

Empinando a la fiebre 
mi despertar
caminé y rodé en tus cumbres
y tu sexo brotó
dejando su vasta lluvia
en mi rezumante tierra nueva


De: Mujer, cuerpo y palabra