sábado, 2 de mayo de 2020


GIORGIO CAPRONI





Ubicación



            Rue de l’Odéon.
Odéon Hôtel. «OH.OH.»
Delante, la Librairie Rossignol.



SILVIA EUGENIA CASTILLERO





TIRAR UNA, DOS líneas, palpar los contornos de la ciudad desconocida. Tiendes tus dedos hacia el poniente como un litoral, sedimentos y muros son mi paisaje. Allí me deslizo, caigo, conozco piedra por piedra en las líneas de tu mano. París rasguña mi pecho, anchos los bulevares aparecen en grafito, generosos abren sus esquinas, al centro el movimiento se descubre, latente sobre tu espalda. Parecía esconderse la agitación al interior de los trazos grises, un entrecortado latir, ciego en su ritmo. Era largo el recorrido hacia la ciudad desde el incalculable lapso de mi cuerpo al tuyo.


RAÚL HERNÁNDEZ NOVAS




  
¿Ya?



Angkor dormido en su profunda selva,
Chartres de luz extática y divina,
esa otra catedral de Palestrina,
Volver y Cuesta abajo y Madreselva,

el ruiseñor de Keats, la enajenada
canción de Gretchen arrullando al hijo,
el libro insomne en que Jesús nos dijo:
“no he venido a traer paz, sino espada”,

el libro capital donde el proyecto
vive de un mundo nuevo y de otro modo,
dudoso Hamlet y Macbeth abyecto,

Bach y Beethoven y los Beatles... Todo
cuanto has fraguado, mi antropoide erecto,
¿habrá, tan pronto, de envidiar al lodo?

MARIO LUZI





Colgado cual linterna, casi todos



Colgado cual linterna, casi todos;
otros, esculpido desde adentro
—así
llevan el rostro
el grumo negro
de obtusidad y rabia,
llévanlo en contra.
¿Dónde estamos, en qué callejón del infierno?
Es posible perder la vida por un café frío,
por un acceso de tos
considerado irónico.
Los asesinos
están en todas partes, listo el cuchillo,
la bala en la pistola. Ha llegado su tiempo.
¿Cómo debía ser? —grita con fuerza
mi espanto, más antiguo que yo,
a no se sabe qué oficiales
de qué impenetrable gobierno.
Respuestas no dan. Tampoco las niegan.


RUBÉN BAREIRO SAGUIER





Puebla de los Ángeles



Me dicen los periódicos,
o los ángeles de Puebla,
que dices lo que dije,
y te oigo decir
diceres nuevos
—nuevos e idénticos—
porqué al decirlos tú,
las cosas que yo dije
cobran vida,
el fuego atizan,
escarban el dolor,
quiebran la lejanía.

Las cosas que dije alguna vez,
para que en mi tierra se digan,
y digan viento,
lapacho, azahar,
agua del río,
y digan tierra.


NOÉ JITRIK





El desdichado



Qué más que la salud
se le puede pedir
a un hombre
y aun la imperfección
que es su disculpa
en otros tiempos se quería
su claridad su rechazo
a la muerte
hoy bastaría su mirada
sobre la bruma
su perpleja explosión
de su tranquilidad
o su despojo
o bien pedirle nada
nadie pide nada
o bien se le puede pedir
que en la penuria
desdichado
se lance incoherente
novedoso
y triste
por las ideas sueltas
como cabras
como trogloditas.


De: “Las cartas que no se mandan”