TIRAR
UNA, DOS líneas, palpar los contornos de la ciudad desconocida. Tiendes tus
dedos hacia el poniente como un litoral, sedimentos y muros son mi paisaje.
Allí me deslizo, caigo, conozco piedra por piedra en las líneas de tu mano.
París rasguña mi pecho, anchos los bulevares aparecen en grafito, generosos
abren sus esquinas, al centro el movimiento se descubre, latente sobre tu
espalda. Parecía esconderse la agitación al interior de los trazos grises, un
entrecortado latir, ciego en su ritmo. Era largo el recorrido hacia la ciudad
desde el incalculable lapso de mi cuerpo al tuyo.
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