jueves, 6 de marzo de 2025


 

FADWA TUQAN

 

 

Solo quiero morir en mi tierra…

 


Solo quiero morir en mi tierra,
que me entierren en ella,
fundirme y desvanecerme en su fertilidad
para resucitar siendo hierba en mi tierra,
resucitar siendo flor
que deshoje un niño crecido
en mi país.

Solo quiero estar en el seno de mi patria
siendo tierra
hierba
o flor.

 

 

CHARLOTTE BRONTË

 

 

Lamento

 

Hace mucho deseaba dejar
La casa donde nací;
Hace mucho la usé para sufrir,
Mi hogar parecía abandonado,
Años vacíos en pasillos desolados,
Por las silenciosas habitaciones
Se paseaban acechantes temores;
Ahora, su memoria se vuelca en páginas
Donde la tinta son mis tiernas lágrimas.

He conocido la vida y el matrimonio.
Cosas que en un tiempo fueron brillantes,
Ahora, como hechos absolutos
Flotan en cada rayo de luz.
En medio de la vida, de ese mar desconocido,
Ninguna isla de bendición he conocido;
Finalmente, a través de la salvaje tempestad
Mi pena fue convocada al hogar.

¡Adiós, oscura y empinada profundidad!
¡Adiós, Tierras Extrañas!
¡Arrasa, barre las nubes del cielo,
Abre tu glorioso reino de antaño!
Sin embargo, cuando logré pasar a salvo
Aquel irritante y agotador principio,
Una voz amada, entre temblores y rugidos,
Podría convocarme de nuevo.

A pesar del brillo en el alma de una rosa vespertina
En este Paraíso que se alza sobre mí,
¡William! Incluso desde el reposo del Cielo
He vuelto mis ojos, convocados por ti.
Esta tormenta que surge no retendrá
Mi espíritu, sino que lo exaltará.
Todo mi Cielo residió en tu pecho,
Y sólo allí encontraré la eternidad.

 

 

 

CÉSAR BRAÑAS

 

  

Pensamiento después del cine




Con violetas de los cinematógrafos en las ojeras
y nostalgia de estanque en los ojos,
de estanque con lotos,
definitivamente en el amor naufragas,
isla flotante de pluma y nardo
en un mar de cabezas desoladas
y de huraños deseos.

Haces pensar nómade y frágil en mis manos y tan remota
en los caballos de las películas
que corren, que corren, que corren
miles de miles de millas de celuloide
para salvarte,
para salvarte del rapto de los bandoleros
que te llevan en el pavés de sus deseos,
y entregarte al fin incólume
como el sueño de una niña de cristal y malva
al héroe impecable de las películas.

Haces pensar en los peligros erizados de montañas,
de montañas de cartón que en las películas
sorprenden con minas de secretos y bandidos galantes,
aptos para el aplauso en flor de la galería.
Haces pensar en los incendios de bosques,
que se apagan en un beso de salvamento,
y en los raudales en que se precipita
la fuga de una barca perseguida
que a los pies del milagro se detiene,
y en las carreras de aeroplanos
que hincan certeras flechas de aluminio
en el corazón espeluznante del vacío,
y en las locomotoras que pasan
sobre las cabezas encogidas de los espectadores
laminando un grito de ficticias muertes.

Te desvaneces en un suspiro
y en un relámpago te amplías,
te amplías desmesuradamente como la muerte.
El brazo, para ceñirte, circunvala el mundo.
La luz, para recrearte,
se tortura en los obturadores burlando vigilancias
de directores siniestramente irreales.
­Marchas a mi lado y no te siento,
marchas a mi lado y no te siento,
urdida mentira de los cinematógrafos,
viviente sólo a clareadas de luz y azogue:
en el deseo florecido,
Y en la instantánea retina del recuerdo.

 

 

 

ORFILA BARDESIO

 

 

 

La adolescente

A Concepción Silva Bélizon

 

Desnuda, blanca, sola, como los huesos.
Un puñado de hormigas. Unas manchas de lluvia.
Una puerta. Unas brisas nacieron de sus madres.
-Sin libros, sin trajes, sin números,
entre la selva y sus paseos.
Abrazada en secreto por los árboles.
Amanecida por el asombro.
Recordada por pinos antiguos en los muebles.
Confundida con las noches.
Frecuentada por la sal-.
Con un brazo aleja las orillas que la separan del agua,
con el otro, invita ojos detenidos por el miedo en los umbrales,
a recibir las cartas de las sed.
Sube a estrellas ardientes por una escala de oro.
Mientras las brújulas, los mapas, los dibujos
esperan conducir el eco de sus flautas,
se olvida por la luz en las abejas finas.
Con el pecho encendido por un racimo de planetas,
-de los metas, al fuego,
de la respuesta, a la pregunta,
de la piedra, a las lágrimas, vuela
en un columpio que sostiene
un pez confiando brillos a delgadas alturas-.

 

 

GALO GHIGLIOTTO

 

 

Xilonen (tierno elote en náhuatl)

 

 

Cada grano es el sol caído
en posición de amanecer
el recordatorio
de que ese dios sin nombre
nos reconoce como hijas
hijos
de la fracción de tiempo
en que se inventó a sí mismo:
es
el amor
naciendo de la nada
para escribir su nombre incógnito
con el único material disponible:
la luz

 

 

CAROLINA SARMIENTO


 

Susceptible

 

 

Cuervo que aleteas junto al corazón,
cuando bates el pecho ennegreces el amor.

  

De: “Vértigo en la boca”