lunes, 1 de octubre de 2018


JULIA PRILUTZKY





Este miedo de ti, de mí... de todo...



Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.

Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.

Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.

Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.

IBN HAZM





Al contemplarla, no podrás detener tus ojos en un límite,
porque su belleza es siempre creciente e inagotable.


De: "Sobre la unión amorosa"

FABIÁN RIVERA





Del autor a su creatura
o de cómo hablarle a un personaje rebeldoso que se cree dueño de sí mismo.
[Telón]



dibujado en sus posibles consecuencias
apaga la comezón entre sus dedos
con unas monedas en la mano;
el vaso en que bebía agua barata
refleja a la vecina sobre el rostro de su hijo,
rebautizándolo a madrazos.

hombre, querido mío, hombre fruta caída de un malsueño,
no te entrañes el deseo con teléfono en la mano
nunca trates de chismear tus ligerezas al compadre, tu vecino;
hombre-padre-hijo ya sin brazos,
pies a medias, vive a tu lado, patarrajada como indio mercadero;
no te entrañes no, no te extrañes en mi duelo:
finges y finges que te mueres, corazón de corazones,
estás fingiendo que te mueres, bello mío, almidonado,
sí, pequeño amor, no seas absurdo:
naciste a solas, en mi mano,
te encargo anotes minucioso lo que pasa,
el agujero comunica con el cuarto del vecino
tienes que contarme todo en la mañana:

ANTONIO PLAZA





Lejos de ti



Lejos de ti, mujer encantadora,
sólo encuentro fastidio en derredor;
fastidio horrible al corazón devora,
porque sin ti no alienta el corazón.

Lejos de ti, el triste pensamiento
tu imagen halla sin cesar doquier,
y tu imagen divina es mi tormento,
y tu imagen divina es mi placer.

Lejos de ti, si miro a otras mujeres
radiantes de belleza y juventud,
no ambiciono sus mágicos placeres.
que mi único placer, linda, eres tú.

Lejos de ti, no encuentro qué me halague,
en ti pienso las horas sin contar;
y al querer que la mente se divague,
entonces en ti pienso más y más.

Lejos de ti, de noche en mi retiro
es cuando más estoy cerca de ti,
porque tu imagen en el sueño miro
bañada de pureza junto a mí.

Lejos de ti, la vida es un desierto,
porque lejos de ti, mujer estoy
como sin aire las canoras aves,
como sin agua la marchita flor.

Lejos de ti, no vivo, bien lo sabes:
un horizonte lúgubre, sin luz,
océano con lágrimas sin puerto,
un sudario maldito, un ataúd.

Lejos de ti, mi vida es el hastío;
porque mi vida absorbe la pasión,
como absorbe a la gloria de rocío
la arena del desierto abrasador.

Lejos de ti, con júbilo muriera
si enterrarme quisieran a tus pies,
y cadáver tus lágrimas sintiera
sobre mi yerto corazón caer.

Lejos de ti, mi frente está abatida;
lejos de ti, mujer no soy feliz;
lejos de ti, no quiero ni la vida,
que vivir no es, vivir lejos de ti.


EFRAÍN HUERTA





XVII. Ángel II



Y
Si
Me
Caigo
Qué
Del
Cielo
No
Paso


ALEKSANDR PUSHKIN





Se apagó el astro del día...



          Se apagó el astro del día;
el mar azul cubrió la niebla de la tarde.
     ¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
          Contemplo las orillas apartadas,
el mágico confín del mediodía;
Voy hacia él con emoción y angustia,
          embelesado por recuerdos tantos...
siento que afloran lágrimas de nuevo
           hasta los ojos, y me hierve el alma
y deja de alentar; en torno mío
Un sueño familiar revolotea.
Recuerdo mi amor loco del pasado,
todo cuando sufrí y cuanto fue bueno,
     torturador engaño de esperanza y deseo...
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
Vuela, bajel, condúceme a lejanos
          parajes, al capricho de los mares,
          engañosos, mas no a las tristes costas
          de mi brumosa patria, de mi tierra
          donde por vez primera mis sentidos
ardieron inflamados de pasión,
          donde las tiernas musas me sonrieron
          en secreto, donde entre tempestades
Se marchitó temprano mi perdida
juventud, donde alígera alegría
          me traicionó, y el corazón helado
          entregó al sufrimiento.
          En búsqueda de nuevas sensaciones
de vosotros huí, paternos lares,
de vosotros, alumnos del deleite,
efímeros amigos de mi efímera
juventud; y vosotras, confidentes
de mis pecaminosos extravíos,
a quienes sin amor sacrificara
reposo, gloria, libertad y alma,
y vosotras, a quienes he olvidado,
          jóvenes traicioneras, misteriosas
amigas de mi áurea primavera,
y vosotras, a quienes he olvidado...
Pero del corazón la antigua herida,
la honda llaga de amor, nada curó...
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!


Versión de Eduardo Alonso Duengo