viernes, 7 de diciembre de 2012

ROBERTO JUARROZ






Me visitó una nube...



Me visitó una nube.
y me dejó al marcharse
su contorno de viento.

Me visitó una sombra.
Y me dejó al marcharse
el peso de otro cuerpo.

Me visitó una ráfaga de imágenes.
Y me dejó al marcharse
la irreligión del sueño.

Me visitó una ausencia.
Y me dejó al marcharse
mi imagen en el tiempo.

Yo visito la vida.
Le dejaré al marcharme
la gracia de estos restos.

ADRÍAN CAMPILLAY





En el reverso…



en el reverso de la luna         escribe Campus
luz                  sobre sin luz
le ha caído un niño en la mano vieja
de donde han salido a caminar
sin destino
sus versos
como quien busca en la casa vacía
el juguete escondido hace mucho tiempo.

JUAN COBOS WILKINS






Corazón de nunca jamás




Abandoné Nunca Jamás
para entrar en tu corazón.
                                     No supe
cómo me sucedía. Sólo intuí
-pero no quise interpretarlo- algún
obscuro signo: la escritura
similar al insomnio y el ensueño
igual a la escritura, evitar
a mis años la amenaza
ingenua del horóscopo o negarme
tres veces mi espejismo
en un espejo roto a medianoche.

Aún ahora
no acierto a comprender
a dónde huyó la Sombra, cuándo
venció el Pirata, si se hundirá
la Isla, pero escucho
mi adiós a aquella tierra
y como un niño en el exilio
llamo mi país a esa roja
víscera autista, el corazón,
tu corazón
de nunca jamás.

De "Escritura o paraíso"  

MARÍA ROSAL






Locus amonenus



No me basta tu piel para tenerte,
bálsamo, oscuridad, labio de arena,
turbia sublevación que me encadena
al abrazo sin alas de la muerte.

No basta mi dolor, paloma inerte,
para calmar la sed que me gangrena.
Pídeme siempre más, es tu condena,
conjuro desleal para perderte.

Porque ya no me basta con tu vida.
Porque tu sangre amaso en mi locura,
yerto mi corazón, potro sin brida.

Entrégate, desgrana tu cintura
en mis labios de sal. Lame la herida
que nos labrara Amor con desmesura.

PABLO NERUDA





Era mi corazón un ala viva y turbia...



Era mi corazón un ala viva y turbia...
un ala pavorosa llena de luz y anhelo.
Era la primavera sobre los campos verdes.
Azul era la altura y era esmeralda el suelo.

Ella -la que me amaba- se murió en primavera.
Recuerdo aún sus ojos de paloma en desvelo.
Ella -la que me amaba- cerro sus ojos... tarde.
Tarde de campo, azul. Tarde de alas y vuelos.
Ella -la que me amaba- se murió en primavera...
y se llevó la primavera al cielo.

FERNANDO PAZ CASTILLO





Pero los ojos...



Pero los ojos,
los misteriosos ojos extasiados
son risueño consuelo del espíritu:
suave ternura de contemplar la vida
y contemplar la nada,
de sentir la caricia de la luz
y la llamada audaz de la distancia.

El oído sutil,
gruta del canto azul
del viento y de la espuma,
divino caracol,
rosa imperfecta,
laberinto de músicas ingénitas,
sorprendido por el ritmo de las alas
y las hojas:
delgadas cuerdas de arpas misteriosas
que tañe el viento de las manos largas.

El olfato ¡enigma! ,
dócil al arte por el hombre creado,
penetra por caminos infinitos,
silenciosos,
atento al mensaje de la tierra recóndito
y al perfume de las estrellas ácidas
de las noches de insomnio.

El paladar descubre entre sabores varios
el temor de la muerte... Porque la muerte
es el sabor primero de las cosas
que dan placer al hombre y sus instintos.
Sabor de tierra y sombra amarga
que el hombre ignoto logra superar
con la expresión feliz de la belleza
confundida con Dios
en tres caminos,
Poder, Sabiduría y Dolor.

El tacto
aísla el misterioso ser naturaleza
de las cosas sensibles o inertes
y luego en soledad, lo une a todas
por el gozo y el dolor
inevitables.

Y todos son leticia del espíritu
ante el olvido de la muerte del cuerpo
que no sabe
qué cosa es el morir,
porque la muerte no es sino el reflejo
del sagrado reposo de un Dios ante recuerdos.