jueves, 25 de marzo de 2021


 

ELSE LASKER-SCHÜLER

 

 

 

Tarde

 

 

Pálidas están mis ganas de vivir, ...
Caí tan sola sobre la tierra,
Nunca ha sabido un hombre de dónde vine,
Sólo tú, pues algún día me uniré contigo.

Las bahías me rodean desde lejos,
Todas las cosas las vivo en la espuma.
El hombre que hostil me persigue, se estrella.
Y sé sólo de él en el sueño.

Y así vivo la creación de este mundo,
En la tierra ya liberada de su cáscara.
Y tú, la estrella, que del alto cielo cae,
Se entierra profundamente en el valle de mi corazón.

 

La tarde oscurece mucho mi sangre,
Vetea atormentada mi alma cansada.
Desnuda asciende de nuevo desde la marea anterior al mundo
Y teme que encarnada aquí en la tierra se equivoque.

Y lo que el día, antes de despertar,
Se perdió de la aurora...
Se lo ofrece el soñador juego de imágenes nocturnas
En tejidos multicolores.

Me traen lejanas manos a casa
Un piadoso ramo de hoces amarillas.
La manecilla anda silenciosa por la esfera
Del reloj de sol, que oro de mi vida tiene.


Versión de Sonia Almau

 

EMILIANO GONZÁLEZ

 

 

 

10

 

 

El granulo de arena y el momento
del místico: lo eterno y lo infinito.
Lo escrito por los hombres y lo escrito
por Dios con agua y fuego y tierra y viento.

 


JEAN COCTEAU

 

 

 

El paquete rojo

 

 

Mi sangre se ha transformado en tinta. Convendría evitar a toda costa esta repugnancia. Estoy envenenado hasta la médula. Canté en la oscuridad y ahora es esa canción la que me da miedo. Más aún: soy leproso. ¿Conocéis las manchas de moho que simulan un perfil? No sé que encanto de mi lepra engaña al mundo y lo autoriza a abrazarme. ¡Peor para él! No me conciernen las continuaciones. Solo he expuesto llagas. Hablan de graciosas fantasías: es culpa mía. Es de locos exponerse inútilmente…

 

Mi desorden se amontona hasta el cielo. Los que amaba están unidos al cielo por un elástico. Vuelvo la cabeza… Ya no están más ahí

Por la mañana me inclino, me inclino y me dejo caer. Caigo por la fatiga, el dolor, el sueño. Soy inculto, nulo. No conozco ninguna cifra, ningún dato, ni nombres de ríos ni lenguas vivas o muertas. Cosecho ceros en historia y geografía. Si no fuera por algunos milagros, me perseguirían. Por otra parte he robado los papeles a un tal J. C. nacido en M. L. el… muerto con 18 años tras una brillante carrera poética…

 

Esta cabellera, este sistema nervioso mal plantado, esta Francia, esta tierra, no me pertenecen. Me repugnan. Los cancelo mientras sueño de noche…

 

La madre no ve más que fuego. La amo. Me lo da. No digáis que la engaño. Como contrapartida le doy la ilusión de tener un hijo…

 

He dejado el paquete. Que me encierren, que me linchen. Que lo entienda quien quiera: Soy una mentira que siempre dice la verdad.

 

JIM MORRISON

 

 


 

Despertar del recién nacido

 


Gentilmente se agitan, gentilmente ascienden.
Los muertos son recién nacidos despertándose.
Con desoladoras amputaciones y almas húmedas.
Gentilmente suspiran en el extasiado funeral de asombro

 

¿Quién llamo a esa muerte al baile? ¿Fue la joven mujer aprendiendo a tocar la canción del fantasma en su pequeño piano?
¿Fueron los desérticos niños? ¿Fue el mismo fantasma de Dios, tartamudo, animado, charlando ciegamente?

 

Te he llamado para embalsamar la tierra.
Te he llamado para anunciar la tristeza cayendo como carne quemada.
Te he llamado para desearte el bien. Para glorificarte como un nuevo monstruo.
Y ahora te llamo para rezar.

 

LUIS ANTONIO DE VILLENA

 

 

 

Infancias y suicidios




Sí, claro que pensé en el suicidio. Tenía dieciséis años
y habían logrado -tras un aparente primera felicidad-
mancharme de mí mismo hasta lo abyecto...
Ser como era me condenaba, me hundía.
La verdad es que antes, cuatro años atrás,
ya podría, consecuentemente, haber pensado en desaparecer.
¿Me salvaron los libros, la fantasía, los sueños?
¿La falsa maravilla acaso con que pensaba edificar mi vida?
Todo me condenaba. ¿Lo sabías?
Pese al silencio, pese a las ofensas, pese a la oscuridad
tan sola, llegué a pensar en el suicidio.
Es extraño que lograra sobrevivir.
Lo pienso ahora, lejos. Insólito haber llegado acá,
Si bien se mira.
Algunos también como yo, se ahogaron casi en sus islas.
Alguien me dio el nombre y la seña salvadora:
los proscritos tenemos también un reino.
La seña de Caín. Algo parecido.
Los deshauciados por el infame reino del Bien.
En los ojos un vago nublo de melancolía...
Acaso me lo dijo el decadente, sólida y rotunda efigie.
Somos tu mundo. No estás solo.
El reino de los réprobos. La raza de los acusados.
¿Te acuerdas?
Saberme en el mal
me devolvió entonces a la bondad de la vida.
Del suicidio no quedó, lógicamente,
más que una notoria disposición a la bruma
y la fraternal nostalgia hacia todas las caídas.

 

NÂZIM HIKMET

 

 

 

La nieve cortó el camino...

 

  

La nieve cortó el camino
tú no estabas
me senté con las piernas cruzadas
contemplando tu rostro
con los ojos cerrados.

No pasaban barcos ni volaban aviones
tú no estabas
yo permanecía apoyado en la pared
hablando y hablando
sin abrir la boca.

Tú no estabas
mis manos te acariciaban
yo me tapaba la cara con las manos.

Diciembre de 1959

 

 

De: "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo