El
paquete rojo
Mi
sangre se ha transformado en tinta. Convendría evitar a toda costa esta
repugnancia. Estoy envenenado hasta la médula. Canté en la oscuridad y ahora es
esa canción la que me da miedo. Más aún: soy leproso. ¿Conocéis las manchas de
moho que simulan un perfil? No sé que encanto de mi lepra engaña al mundo y lo
autoriza a abrazarme. ¡Peor para él! No me conciernen las continuaciones. Solo
he expuesto llagas. Hablan de graciosas fantasías: es culpa mía. Es de locos
exponerse inútilmente…
Mi
desorden se amontona hasta el cielo. Los que amaba están unidos al cielo por un
elástico. Vuelvo la cabeza… Ya no están más ahí
Por
la mañana me inclino, me inclino y me dejo caer. Caigo por la fatiga, el dolor,
el sueño. Soy inculto, nulo. No conozco ninguna cifra, ningún dato, ni nombres
de ríos ni lenguas vivas o muertas. Cosecho ceros en historia y geografía. Si
no fuera por algunos milagros, me perseguirían. Por otra parte he robado los
papeles a un tal J. C. nacido en M. L. el… muerto con 18 años tras una
brillante carrera poética…
Esta
cabellera, este sistema nervioso mal plantado, esta Francia, esta tierra, no me
pertenecen. Me repugnan. Los cancelo mientras sueño de noche…
La
madre no ve más que fuego. La amo. Me lo da. No digáis que la engaño. Como
contrapartida le doy la ilusión de tener un hijo…
He
dejado el paquete. Que me encierren, que me linchen. Que lo entienda quien
quiera: Soy una mentira que siempre dice la verdad.
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