domingo, 17 de julio de 2016


ORIETTA LOZANO




Te espero



Te espero
en la última hora de la tarde
con el deseo de dejarte
destrenzar mis cabellos en el aire.

Y te quiero
con mi último amor entretejido
en la sombra del sauce.

Esta es la hora azul
de mi ventana,
y aquella es la campana
de mis tardes.
Todavía
puedo cantar tu lejanía
con la misma ansiedad
de aquellos días disueltos en la infancia.
Todos mis días fueron
como murciélagos
ciegos;
fueron como voces
gritadas en el agua;
lo mismo que canciones
no escuchadas.
Pero ahora,
lejos de tu mirada,
comprendo tanta luz que me cegaba.
Y en esta hora azul,
la de mi llama renovada,
puedo decirte que te espero
con aquella canción interminada.


ELSA LÓPEZ



  
Te quiero porque aprendo contigo a ser distinta...

                                                                     A Rocío Cano



Te quiero porque aprendo contigo a ser distinta.
A sonreír de pronto
cuando me miras detrás de los paisajes
que inventas para mí cada mañana.
Porque recortas telas, cartones, ventanales,
tejados y azoteas.
Porque pintas cobaltos y rojos bermellones
o simplemente hieres de azules y azafranes
las puertas de mi casa.
Porque eres suave y hueles como las caracolas
y, en ciertas ocasiones, me robas los perfumes
que ya nunca me pongo.


De: "Quince poemas de amor adolescente"


MARÍA ELENA WALSH




Entonces



Cuando yo no te amaba todavía
-oh verdad del amor, quien lo creyera-
para mi sed no había
ninguna preferencia verdadera.

Ya no recuerdo el tiempo de la espera
con esa niebla en la memoria mía:
¿El mundo cómo era
cuando yo no te amaba todavía?

Total belleza que el amor inventa
ahora que es tan pura
su navidad, para que yo la sienta.

Y sé que no era cierta la dulzura,
que nunca amanecía
cuando yo no te amaba todavía.


MIGUEL GONZÁLEZ GERTH




Conjugación 



La muerte se conjuga. Tiene verbos.
No hay palabra más terrible que muriendo.
Morir es verbo infinitivo
y por lo tanto indefinido,
y muerto es algo ya pasado,
como murió es pretérito.

La muerte es también taimada.
Decía Jorge Manrique que viene tan callando:
una abstracción de lo que pasa,
sí, lo que pasa cuando ya no hay remedio.
Ese espantajo encapuchado y cadavérico,

estrafalario director de tráfico,
intimida porque nos hace imaginar
su escuálido camino,
la ruta que nos lleva hasta el destino.
Durero nos hace ver la muerte
como una guadañera imagen de asechanza.
Rilke, bastante más moderno,
nos sugiere que la llevamos dentro.

Mas son los verbos de la muerte
que nos acercan a la realidad.
Muriendo se tiene la experiencia más terrible:
la expresión del que muere
y la del que mira en el morir
la última esperanza hasta su fin.



JOSÉ MARÍA DE HEREDIA




El baño de las ninfas



Baña el Euxino un bosque de agrios arbustos lleno;
sobre la fuente un negro laurel la copa inclina,
y la Ninfa, sonriente, que a sus ramas se empina
huélla, tímida, el agua del arroyo sereno.

Otras, de un salto, se hunden en loco desenfreno
al oir la llamada de una oculta bocina,
y en las aguas movibles a menudo germina
un torso un claro bucle, o la rosa de un seno.

Alborozo divino las florestas asombra.
Mas de pronto dos ojos iluminan la sombra.
¡EISátiro! Y al eco de su gárrulo sistro

Huyen todas. Asi, si un cuervo grazna airado,
en las ondas del río locamente nevado
se esparce la bandada de cisnes del Caístro.

Versión de Otto de Greiff



MIGUEL LABORDETA



  
Confesión del inicuo



Este momento mío
lo soñaré asesinado ya.
Estos pájaros rojos de hambre
que maman de mis sienes por ti
un claro volcán de medianoche
los engendré cuando los niños
pasábamos lista ante el temible
profesor del Otoño.
Aquella criatura que será lluvia
la nutro con mis actuales combates.
Un tiempo denso de soles y de muertos
recorre la impávida gruta de mis ríos
hacia tu hermoso corazón de mendigo.
Confieso una furtiva confidencia
con esos náufragos que aman las estrellas,
con esa gota amarga de las minas
que secretamente aspira a una muerte profunda.
Pero nada poseeremos.
Toda piel se hará nube,
todo beso beberá de la arcilla
rojiza de los futuros marzos
y ésta mi pupila milagrosa
se envolverá en la remota túnica
de sus destrucciones.
De amanecida mis mastines silban
los funestos presagios de la sed
lentamente en deriva
hacia las palpitantes brasas
de los difuntos relojes de arena.
Mas dejadme
olvido de la certeza,
esperadme, mi dulce amor,
en la cita oceánica de mi tumba.
A las veintiuna y quince
hoy veintitrés de marzo
de cierto punto perdido
del continuo finito.


De "Punto y aparte"