viernes, 4 de febrero de 2022


 

GERTRUDIS PEÑUELA

 


 

Íntima

 

 

Fue tan tibia la felpa de las sombras,
que sin querer callamos,
y nos bebimos como vino añejo
la frase que tembló sobre los labios.
A pesar de no amarnos, en silencio
se troncharon las manos,
sin saber si acunábamos un sueño
o era el sopor de algún amor lejano.
Y también, sin saber por qué misterio,
nuestras bocas ajenas se juntaron,
y en las pupilas húmedas de ausencia
la tarde lila se quedó temblando.
Después, en la maraña del reproche,
nos perdimos hablando,
y en la roca del alma se hizo sangre
la fruta mentirosa de los labios…
Tal vez el viento de otras soledades
nos sorprenda llorando,
y entonces nacerá como eco roto
la frase que callamos…

 

 

MARIO BENEDETTI

 

  

Cotidiana

 

 

Hay un día en que se nace
a la gloria y a la suerte
a la suerte y a la muerte
hay un día en que se nace

y en penumbra tan temprana
que no duele ni se nombra
la luz muere con la sombra
de la vida cotidiana

hay un sol que da sentido
a la gloria y a la suerte
a la suerte y a al muerte
hay un sol que da sentido

y en mitad de la mañana
abre rumbos y salidas
en las idas y venidas
de la vida cotidiana

hay un cielo que responde
a la gloria y a la suerte
a la suerte y a la muerte
hay un cielo que responde
y en la calma soberana
de un solemne mediodía
junta penas y alegría
de la vida cotidiana

hay un sueño que se acerca
a la gloria y a la suerte
a la suerte y a la muerte
hay un sueño que se acerca

y en la siesta y resolana
ponen lágrimas y besos
los convictos y confesos
de la vida cotidiana

hay crepúsculos que invocan
a la gloria y a la suerte
a la suerte y a la muerte
hay crepúsculos que invocan

y en la cumbre más lejana
el sol muere como un toro
con la sangre y con el oro
de la vida cotidiana
siempre hay una causa digna
de la gloria y de la suerte
de la suerte y de la muerte
siempre hay una causa digna

pero no es la lucha vana
de quien busca satanases
en las guerras y en las paces
de la vida cotidiana

hay por último un letargo
de la gloria y de la suerte
de la suerte y de la muerte
hay todo eso y sin embargo

en la noche veterana
del amor que es buena gente
va dejando la simiente
de otra vida cotidiana.

 

LOLA RIDGE

 

 


Abril de Nuestro Deseo

 

 

No es este abril de nuestro breve deseo
el que despierta el cantar de los petirrojos,
sino el vibrante residuo de una primavera
más amplia, que convierte al vacío en palabras. Este fuego
alguna vez balbuceó en nuestras colinas (del que han
olvidado su acento furioso) cuando la tierra estaba hendida
e inundada en sus barrancos, ardiendo,
antes de este intrincado, el diseño fue justo dejado.

Mucho, mucho antes, extrañas criaturas desde lo alto
arrojaron revoloteantes sombras sobre el desierto; flameantes
alas surgían de las montañas; cosas radiantes,
que se erguían sobre cada ardiente borde
de astados horizontes, brillaban como serafines
y sacudían a la tierra con su enorme pisada.

 

MARÍA CRISTINA MENARES

 


 

Déjame que te quiera

 

 

Déjame que te quiera
así, calladamente,
Sin ansias, sin palabras,
sin inquietud.
como humo que muere
en el azul.
Como una melodía
que se olvida.
Sin risas estridentes
de alegría,
sin llanto quejumbroso
en el dolor.

Quieta, ahogadamente,
sin voz.
Que sea mi ternura
como el eco
de dos alas que vuelan
a lo lejos.
Como sombra perdida
en el confín.
Déjame que te quiera
silenciosamente.
Sin ansias, sin palabras,
¡así!

 

MANUEL TIBERIO BERMÚDEZ

 

  

 

Vivir

 

 

Vivir,
Vivir intensamente
Emborracharse, fumar
Confundir la luna con el sol
En una sola celebración

Soltar las palabras
Que escapen al viento
Llamar los recuerdos a la mesa
Exorcizar la noche
Con las copas de vino

Vivir
Espantar la soledad
Con cada carcajada
Dejar un beso allí
En una boca
Que olvidará mi nombre

Vivir…
Y marcar la ruta del adiós
Con pasos
Con manchones de tinta
Dejar huellas y abrazos
Antes de que aparezca
El punto
Que señala el olvido.

 

 

ANDRÉS HENESTROSA

 

  

Cuando yo muera


 

Niña, cuando yo muera
no llores sobre mi tumba;
toca sones alegres, mi vida,
cántame La Sandunga.

Toca el Bejuco de Oro,
la flor de todos los sones;
canta La Martiniana, mi vida,
que alegra los corazones.

No me llores, no, no me llores no;
porque si lloras yo peno,
en cambio si tú me cantas, mi vida,
yo siempre vivo, yo nunca muero.

Si quieres que no te olvide,
si quieres que te recuerde,
toca sones alegres, mi vida,
música que no muere.

No me llores, no, no me llores no;
porque si lloras yo peno,
en cambio si tú me cantas, mi vida,
yo siempre vivo, yo nunca muero.