viernes, 9 de noviembre de 2012


JOSÉ ANTONIO ESCALONA






Heredad el júbilo



1

Desde mi soledad
Sólo veía
Tu contorno de nube viajadora.
La tornadiza imagen de tu vuelo
Pasaba por la hondura de mi valle
Sembrándolo de oscuras mariposas.

¡Un aroma, tu voz, entre la brisa!

¡Estabas tan distante
De la raíz hundida de mis sueños!

Entre nocturnos árboles del tiempo,
Los símbolos de antiguas primaveras.

La florida memoria de tu cuerpo,
Me poblaba de estatuas pensativas.

¡Te sentía tan lejos!

En la penumbra huidiza
Del seco atardecer y la nostalgia,
Tus cabellos izaban la bandera
Del país fronterizo de la noche.

2

Detrás del horizonte de tus lágrimas
—Más allá de tu propia lejanía—
Adivinaba apenas
La invisible verdad de tu presencia.

Sostenías en alto
Contra el azul del cielo
—anocheciente—
El palomar en vuelo de tus manos,
Colmadas
Con la ofrenda luminosa
De los primeros astros de la tarde.

3

Estábamos muy cerca, sin embargo.
Súbitamente
Te sentí muy honda.

Parecías venir
Desde mí mismo,
Desde la eternidad de mi tristeza,
Desde el ardiente bosque
De mi sangre,
Alumbrando el camino del retorno
Con el desnudo fuego de tu llanto.

En el agua sin brillo del remanso
Del corazón —cautivo en su destierro—
Resplandeció el secreto de tus lágrimas

Los límites del alma nos ataron
Con entrañables lazos de ternura,
Como los hilos de la savia
El alto aroma y la raíz profunda.

DULCE MARÍA LOYNAZ






Poema LVII




No te nombro; pero estás en mí como la música en la garganta del ruiseñor
aunque no esté cantando.

JOSÉ LEZAMA LIMA


  



Una oscura pradera me convida...




Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen. 

Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada. 

Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido. 

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido. 

Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.



EUGENIO FLORIT






El mar de siempre



No volver a soñar más que en lo mismo
para tejer el hilo de los tiempos
que tal vez fueron milagrosos.
O acaso no existieron,
sino en la mente de quien los pensó. 

Ese arrullo que escuchas
no es el del mar de entonces;
aquel calló con las ausencias,
o bien se hundió lejano
y se perdió en la espuma de otros mares. 

No son los mismos, nunca.
Cada uno se acerca a sus orillas,
diversos todos, todos únicos
en el rozar del agua con su tierra;
y cada tierra con su mar se duerme
o al levantar el sol con él se alza.
Pero distintas, diferentes,
las tierras lejos, las de cerca,
tienen su propio mar que las arrulla
y con diverso pálpito respiran. 

Como es otra la música
que en su bajar nos llega
del infinito mar de las constelaciones. 

Y así vamos de mares y de orillas
al límite final que nos espera.


NICOLÁS GUILLÉN






Tengo



Cuando me veo y toco
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.

Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero como se dice en español.

Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.

Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.

Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tennis y no yatch,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.

Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.

Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.

Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.

GASTÓN BAQUERO






¿Qué Pasa, qué Está Pasando?



a Fina García Marruz


Qué pasa, qué está pasando siempre debajo del jardín
 que las rosas acuden sin descanso
Qué está pasando siempre bajo ese oscuro espejo
donde nada se oculta ni disuelve.
Qué pasa, qué está pasando siempre debajo de la sombra
que las rosas perecen y renacen.
Que nunca se desmiente su figura,
que son eternas sombras, idénticos recuerdos
Qué está pasando siempre bajo la tierra oscura
donde la luz levanta rubias alas
y se despliega límpida y sonora.
  Qué está pasando siempre bajo el cuerpo secreto de la rosa
que no puede negarse al cielo temporal de los jardines,
  que no puede evitar el ser la rosa, precisa voluntad, sueño visible.
Qué pasa, qué está pasando siempre sobre mi corazón
que me siento doliéndole a la sombra,
estorbándole al aire su perfil y su espacio.
Y nunca accedo a destruir mi nombre,
y no aprendo a olvidarme, y a morir lentamente sin deseos,
como la rosa límpida y sonora que nace de lo oscuro.
Que se inclina hacia el seno impasible de la tierra
confiando en que la luz la está esperando, creándose la luz,
eternamente fija y libertada bajo el cuerpo secreto de la rosa.