sábado, 16 de marzo de 2013

CARMEN GIL





Cosas extrañas



No estaba dormido,
no lo pude soñar,
así que raro me parece
lo que os voy a contar.
Estaba en mi cama
tendido, sin pensar,
pero se coló una idea
y no la puede echar.

Era un payaso
vestido de raso.
Payaso tristón
como un pisotón.
Payaso saltarín
como un peluquín.
Payaso trompetista
¡soy el amo de la pista!


Carmen Gil escribe poemas para niños


ADOLFO BURRIEL





Perdición



La luz que vio la bestia
tenía un nombre, perdición.
La luz: los barcos encallaban,
fingía las tormentas.
El fulgor que ayudaba
a distinguir las lejanías
era solo un pretexto para el sueño
y sus heridas.
La cúpula del templo
mostraba incólume el ocaso.

La luz que vio la bestia
rompía los espejos.
Su brillo,
distinto a siete lunas,
helaba las ofrendas.
No obstante, los metales
abrían deslumbrantes sus entrañas,
y los frágiles labios de Lord Byron
se marchitaban tristes por las sombras.

Tenía un nombre: perdición,

y nuevos sacerdotes convocaron
a viejas ceremonias
para que el aire fuera tu silencio.


De “Colores desunidos”


ALBERTO BLANCO






Un escéptico Noé



Las voces, oigo las voces cantando
en medio del diluvio canciones dulces
con el crujir de las vigas que se mecen.

Es la lluvia que da sueño, la alabanza
del mar cuya paciencia levanta barcos.

El canto es bello, pero la violencia
que el oro y las ricas maderas suscitan,
crece como la duda en la cabeza de un rey.

Es la miseria del hombre que ignora
la vasta permanencia de la muerte.

En esta soledad que nunca conociste
te preguntas por los que se quedaron,
sufres y quisieras tener una respuesta.

Desde la oscuridad llegan los gritos
de los pájaros que nadie comprende.

Pudieron dejar el mundo, pero la morosa
voz de la prudencia, es la red minuciosa
que la araña teje preocupada por su presa.

Los argumentos de la noche son más duros
que el ir y venir de los remordimientos.

Entre los reflejos la imagen de aquellos
que construyeron su casa sobre la historia
de la arena, la roca y el pescado de la red.

La esperanza toca las aguas que ondulando
confunden a la calma con la profundidad.

Nada compensa los soles magníficos,
campos azules coronados de gallos,
el salón de espejos donde parió la cierva.

Hay que ver el silencio de los
animales que escuchan para sentirse menos solos.

Es la música discreta de las vacas
que en su blancura pierden al pastor
y en la hierba aspiran a lo eterno.

De la niebla bajan los cielos grises
y escurre la luz de la primera edad.

Flota sobre los restos el Arca de Noé
que, recostado entre las ovejas, duerme
sin preocuparse por la semilla del mundo.

Sabe que más allá del cielo abierto
comienzan el desierto y el olvido.


ÁLVARO MUTIS






Exilio



Voz del exilio, voz de pozo cegado,
voz huérfana, gran voz que se levanta
como hierba furiosa o pezuña de bestia,
voz sorda del exilio,
hoy ha brotado como una espesa sangre
reclamando mansamente su lugar
en algún sitio del mundo.
Hoy ha llamado en mí
el griterío de las aves que pasan en verde algarabía
sobre los cafetales, sobre las ceremoniosas hojas del banano,
sobre las heladas espumas que bajan de los páramos,
golpeando y sonando
y arrastrando consigo la pulpa del café
y las densas flores de los cámbulos.

Hoy, algo se ha detenido dentro de mí,
un espeso remanso hace girar,
de pronto, lenta, dulcemente,
rescatados en la superficie agitada de sus aguas,
ciertos días, ciertas horas del pasado,
a los que se aferra furiosamente
la materia más secreta y eficaz de mi vida.
Flotan ahora como troncos de tierno balso,
en serena evidencia de fieles testigos
y a ellos me acojo en este largo presente de exilado.
En el café, en casa de amigos, tornan con dolor desteñido
Teruel, Jarama, Madrid, Irún, Somosierra, Valencia
y luego Persignan, Argelés, Dakar, Marsella.
A su rabia me uno a su miseria
y olvido así quién soy, de dónde vengo,
hasta cuando una noche
comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima
en donde un vasto desorden de aguas
grita hasta el alba su vocerío vegetal;
su destronado poder, entre las ramas del sombrío,
chorrea aún en la mañana
acallando el borboteo espeso de la miel
en los pulidos calderos de cobre.

Y es entonces cuando peso mi exilio
y mido la irrescatable soledad de lo perdido
por lo que de anticipada muerte me corresponde
en cada hora, en cada día de ausencia
que lleno con asuntos y con seres
cuya extranjera condición me empuja
hacia la cal definitiva
de un sueño que roerá sus propias vestiduras,
hechas de una corteza de materias
desterradas por los años y el olvido.


ALEJANDRO CERDA





Peregrinar



Mi perro se convierte en lo que sueña
y lleva puesto mi rostro en su rostro
para peregrinar hasta el árbol
más distante de la lluvia.
Espera largamente el aullido
de mi boca en su boca
y derrama su cuerpo
en mi cuerpo
para exorcizar su ofrenda.
Duermen sus ojos en mis ojos
y confunde mi nombre con su nombre,
se pierde en mi espejo
para que yo pueda encontrarme en el suyo.
Asemeja su vida en mi vida
y desaparece su muerte con mi muerte.
Convoca su perdón con el mío
y regresa mi sueño a su sueño.
Retoma su edad en mis años
y hunde sus pasos
donde ya no llegan los míos.

ALDA MERINI





Baño



El triste baño de la mañana,
cuerpos desilusionados, carnes que decepcionan,
alrededor del lavabo
la negra peste de las cosas infames.
Oh, este temblor de carnes obscenas,
y este frío oscuro
y el caer más inhumano
de una enferma sobre el pavimento.
Éste el tráfico que la estratosfera
nunca conocerá, ésta la infamia
de los cuerpos desnudos puestos a arder
bajo la luz atávica del hombre.