lunes, 23 de junio de 2014

PABLO NERUDA


 
 

El vuelo


 

El alto vuelo sigo
con mis manos:
honor del cielo, el pájaro
atraviesa
la transparencia, sin manchar el día.

Cruza el oeste palpitando y sube
por cada grada hasta el desnudo azul
todo el cielo es su torre
y limpia el mundo con su movimiento.

Aunque el ave violenta
busque sangre en la rosa del espacio
aquí está su estructura:
flecha y flor es el pájaro en su vuelo
y en la luz se reúnen
sus alas con el aire y la pureza.

¡Oh plumas destinadas
no al árbol, ni a la hierba, ni al
combate,
ni a la atroz superficie,
ni al taller sudoroso,
sino a la dirección y a la conquista
de un fruto transparente!

El baile de la altura
con los trajes nevados
de la gaviota, del petrel, celebro,
como si yo estuviera
perpetuamente entre los invitados:
tomo parte
en la velocidad y en el reposo,
en la pausa y la prisa de la nieve.

Y lo que vuela en mí se manifiesta
en la ecuación errante de sus alas.

¡Oh viento junto al férreo
vuelo del cóndor negro, por la bruma!
Silbante viento que traspuso el héroe
y su degolladora cimitarra:
tú guardas el contacto
del duro vuelo como una armadura
y en el cielo repites su amenaza
hasta que todo vuelve a ser azul.

Vuelo de la saeta
que es la misión de cada golondrina,
vuelo del ruiseñor con su sonata
y de la cacatúa y su atavío!

Vuelan en un cristal los colibríes
conmoviendo esmeraldas encendidas
y la perdiz sacude
el alma verde
de la menta volando en el rocío.

Yo que aprendía volar, con cada vuelo
de profesores puros
en el bosque, en el mar, en las
quebradas,
de espaldas en la arena
o en los sueños.
me quedé aquí, amarrado
a las raíces,
a la madre magnética, a la tierra,
mintiéndome a mí mismo
y volando
solo dentro de mí,
solo y a oscuras.

Muere la planta y otra vez se entierra,
vuelven los pies del hombre al
territorio,
sólo las alas huyen de la muerte.

El mundo es una esfera de cristal,
el hombre anda perdido si no vuela
no puede comprender la transparencia.

Por eso yo profeso
la claridad que nunca se detuvo
y aprendí de las aves
la sedienta esperanza,
la certidumbre y la verdad del vuelo.

 

 

MIGUEL ARTECHE SALINAS


 
 

Lágrimas que dejé tras la montaña

 


Lágrimas que dejé tras la montaña.
Ojos que no veré sino en la muerte.
A través del adiós, ¿quién me acompaña
Si mis ojos que ven no pueden verte?
Lágrimas y ojos que estarán mañana
Tan atrás del ayer.
Aquí, donde no se abre la ventana:
Aquí la tierra mana
Lágrimas y ojos que no te han de ver.

 

 

 

 

GABRIELA MISTRAL


 

 

Duerme, duerme, dueño mío,
sin zozobra, sin temor,
aunque no se duerma mi alma,
aunque no descanse yo.

Duerme, duerme y en la noche
seas tú menos rumor
que la hoja de la hierba,
que la seda del vellón.

Duerma en ti la carne mía,
mi zozobra, mi temblor.
En ti ciérrense mis ojos:
¡duerma en ti mi corazón!




FERNANDA SIERRA


 
 

Aliennot4er

 
 

Sentí como tu
Estabas en lo mas recóndito de mi mente
carcomiendo mis días
saboreándolos obscenamente
eructando su extenuación
que cada ves me ardía mas
me fatigaba
y yo
rebosada como un látigo en tus costillas
y tu
alimentándote de mis neuronas
y yo
chorreando de dolor
y tú
riéndote a escondidas
mi melancolía se pone en manifiesto
fluye entre mi piel
ese dolor áspero de la espina en la nalga
de la bala en el arma
que es inverosímil
y me siento un rato en tu bala
la abrazo, la beso
y muero

 

 

FANNY CAMPOS ESPINOZA


 


Madre por un rato

 

 
Un joven de pensamiento mágico
reclama ser Nostradamus latino
y mi ojo ....su biblia
En el parque... jugamos como niños
o decimonónicos chicos románticos
No me gusta ...ser su madre
pero a él le gusta ser mi hijo
Entonces
lo miro desde arriba
mirarme desde abajo
en un andén de metro
desde esa pequeña gran simpleza
pidiéndome ....cual edipo
relaciones incestuosas.

 

FERNANDO ORTEGA BENAVIDES


 
 

Paseos de infancia

 
 

La costa del bosque
termina donde perdimos el miedo
a la oscuridad
y al ruido de las ramas quebrarse

Fueron tantas caminatas
trazados cómplices
que la luna incandescente vertía
en diálogos, todavía prematuros

Los juegos a oscuras
ponían a prueba nuestra valentía de niños,
y de todas formas, nos mezclábamos
con la voz de los eucaliptos

Siempre supimos, de alguna manera
ajena a nuestra inocencia,
que toda esa amplitud centenaria
sobre nuestras cabezas
nos daría un conocimiento de las cosas,
un sustento para no dejar
...............................así tan fácil
la abertura hundida de la noche.