"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 1 de noviembre de 2023
RODRIGO ZÚÑIGA
Memento
mori
Veamos,
Lenny
tenía razón,
el
mundo no desaparece
al
cerrar los ojos,
y
hay mundos y vidas
que
aún existen
cuando
atizamos el humo
que
sale de los recuerdos
Hay
verdades
que
pedimos
que
se acuerden
de
nosotros,
y
otras que ardan
por
los bosques
del
olvido
y no
quede cicatriz;
pero
es cierto,
uno
finge, hace
lo
que se puede,
para
enfrentar a tientas
la
sombra
de
las bofetadas
que
nos da el destino
Puede
que sí,
que
los hechos,
las
pruebas sean
mejores
bisagras
que
la memoria,
sean
el mejor bastón
en
la oscuridad;
por
eso, tomamos
y
quemamos fotos,
escribimos
y
tatuamos direcciones,
instrucciones
y
poemas en la piel
para
recordarnos
quiénes
somos
y
quiénes fuimos,
una
vez que al pasado
se
ha prendido fuego
Pero
a qué precio,
Leonard,
a
qué precio; nos hemos
estado
mintiendo,
inventando
a Sammy,
como
yo a Lenny,
un
hermano,
un
padre no nacido
para
correr y escondernos
en
el propio itinerario
en
que nos hemos
convertido
No
se olvida
por
repetición
Lenny
tenía razón,
todos
nos engañamos
y
nos decimos
esa
palabra justa
que
sirve como
un
pedazo de papel
a
una mesa coja
TERESA ABURTO URIBE
Deseo
de libertad
Déjame
volar libre por los prados,
déjame sentir las caricias del viento,
quiero cabalgar encima de una nube
acariciar el sol y perderme en el tiempo.
Déjame escalar la colina más alta,
déjame soñar que estoy sola en la montaña
quiero descubrir un refugio solitario,
quiero conocer de la libertad sus entrañas.
Déjame volar como lo hacen las gaviotas
déjame llegar a la playa más hermosa,
quiero dibujar en la arena mis sueños
quiero dormirme y que me despierten las olas.
Y déjame por fin, caminar con las estrellas
y déjame sentir que soy como una de ellas,
entonces al saber que todo ha terminado
volveré para decirte, lo que quería, he soña
OLGA ACEVEDO
Cantos
a Berenice (XIII)
Se
descolgó el silencio,
sus atroces membranas desplegadas como las de un
murciélago anterior al diluvio,
su canto como el cuervo de la negación.
Tu boca ya no acierta su alimento.
Se te desencajaron las mandíbulas
igual que las mitades de una cápsula inepta para
encerrar la almendra del destino.
Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.
Tus ojos no interrogan las vanas ecuaciones de cosas y de rostros.
Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas los fugaces
modelos de este mundo.
Son apenas dos pozos de opalina hasta el fin donde se
ahoga el tiempo.
Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,
sin más peso que la luz que lo borra y lo amortaja en lágrimas.
Tus uñas desasidas de la inasible salvación
recorren desgarradoramente el reverso impensable,
el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.
Tu piel es una mancha de carbón sofocado que
atraviesa la estera de los días.
Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arranca
y después ya no estabas.
Te desertó la tarde;
te arrojó como escoria a la otra orilla,
debajo de una mesa innominada, muda, extrañamente
impenetrable,
allí, junto a los desamparados desperdicios,
los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,
que oscila, que se cae,
que se convierte en nube.
MARGARITA LASO
En
el polo los cazadores de pieles acechan a las focas
en el polo los cazadores de pieles acechan a las focas
recién paridas son despojadas de sus crías
apaleadas las capturan antes de cumplir diez días de vida
antes de perder el primer pelo
las
de capa blanca nacen sobre témpanos flotantes
desde lejos
sólo pueden distinguirse los discos de carbón de sus ojos negros
de su nariz mojada
con
la pelusa del hielo de ellas mullida
en los cuentos infantiles se hacen escarpines para nubes
pero este vestido y su tierna pulpa nada duran
lobas
tubulares
las madres marinas que amamantan
aúllan ante los garrotes pero no huyen
así
es mi agonía
tú
pielero del ártico
hábil en el manejo de las varas
tú permites que sangre
y arrastre el pecho impulsada por mis aletas cortas
por mi largos bramidos
al
filo de la mole de hielo
apenas quieres la piel del lomo que apaleas
en
el polo
el
sol cae como una puerta de hierro
aldaba el mar aldaba el día
en
el cielo
no
hay pájaro que sospeche la crueldad del corazón humano
JOSÉ INIESTA
1. El Chopo de la escuela
Ya
es hora de creer en algo indestructible. No buscamos saber entre el amor y el
tiempo. Aquella luz antigua es presente, jamás se desvanece aquel sol en el
árbol. Fuimos la plenitud, alguna vez. Y la tristeza. Mientras habla el
maestro, el sol es lo absoluto. El niño en la ventana lo desconoce todo,
atiende a un resplandor que dentro se hace música. Hay una voz de fondo que
murmura palabras, pero él vive en la luz que se derrama, en los chopos del
viento de qué otoño lejano. De vacío a vacío, mitad sol mitad sombra, se
desnudan las ramas con el viento, su mirada acepta la promesa: el árbol contra
el cielo, la danza de las hojas ocres, rojas, ardidas, cayendo hasta la tierra.
Eso sí lo conmueve, es sorda en sus entrañas la explosión. Lo demás no es el
mundo, nada importa. Lo demás no es la vida, lo demás es un río de credos y
miserias fluyendo por las tierras de la inutilidad.
DIRA MARTÍNEZ MENDOZA
Saturno ♄ en Piscis
Dorado
árbol, hemos decidido mirarte camino al Sol. Encendimos un corazón; encender un
corazón es encender el recuerdo de un conocimiento. Nos hemos convertimos en
este latido de constancia y perdurabilidad. Encendimos lo eterno: estos ojos
siempre te han encontrado.
Apareces
tú y se abren repentinamente todas las ventanas ocultas de los Medici. Las
fuentes han empezado a girar.
Fuerza
= masa x aceleración.
Masa:
hay dos cuerpos en reconocimiento.
Aceleración:
esta velocidad es delirante.
Quirón
en Aries: hoy pude ver mi herida.
Saturno
en Piscis: Me estás mezclando la tierra con mar. Dibujo peces, ellos saben cómo
respirar bajo el agua.