jueves, 8 de septiembre de 2022


 

MANUEL GARCÍA

 

 

Instrucciones sobre cómo dar vueltas con una cucharilla a una taza de café

 

 

Te sientas en el bar

tranquilo de algún parque

con café, cucharilla

un cuaderno y un lápiz.

Y empiezas a dar vueltas

a tu vida. Al mezclarte

con la primera vuelta,

miras emparejarse

luz y sombra en las hojas

del olmo que hay delante

y piensas que es consuelo

de tu muerte el paisaje.

A la segunda vuelta

un verso viene a darte

la bienvenida y tú

lo miras escaparse.

Tercera vuelta y dejas

poco a poco acecharte

esas penas antiguas

sin nombre, que te asalte

cualquier miedo que ya

conoces, que te arrase

esa ausencia de algo

que no puede llenarse

de palabras. Y vuelves

otra vez a vaciarte

sin luz, con la conciencia

de esfumarte en la tarde.

Te sientas en un bar

a escribir lo que sabes:

que una nada te busca

y tendrá que encontrarte.


De: “Prado negro”

 

THOMAS LOVELL BEDDOES

 

  

A la noche

 

 

Así que has vuelto, vieja Noche de alas negras,
como un pájaro inmenso entre nosotros y el sol.
Ocultas, con tus desplegadas formas, la tersa luz
e inmóvil, bajo el plumaje pardo y nebuloso de tu pecho
helado, fomentas una plaga henchida de bruma
y embrionarias tormentas y hurañas escarchas que eluden
la caricia templada del día. Los búhos, desde el anillo de hiedra,
lanzan su clamoroso homenaje: al cernirte en lo alto,
como córvido sable que detiene su ansioso descenso,
del oscuro mundo sacias tu mirada opaca
y aguardas en silencio el mortal alarido del instante postrero,
cuando abandones tu nido en el firmamento
para apresar al mundo con tu garra vehemente
y enterrar tiempo, muerte y sustancia en tu buche abismal.

 

 

ALGERNON CHARLES SWINBURNE

 

 

El jardín de Proserpina

 

 

Aquí, donde el mundo está en calma,
Aquí, donde toda tribulación es un
Tumulto de vientos muertos y olas agotadas,
En un dudoso sueño de sueños,
Veo crecer los campos verdes,
Entre sembradores y cosechadores,
Entre la cosecha y la siega,
Un mundo de arroyos perezosos.

Estoy cansado de risas y lágrimas,
Y de los hombres que lloran y ríen,
Del futuro del sembrador y su cosecha.
Estoy cansado de los días y las horas,
De trémulos capullos entre flores estériles,
De deseos y ensueños de gloria,
Y de todo, excepto el Sueño.

Aquí, la Vida es vecina de la Muerte,
Lejos del oído y la vista
Se afanan las olas pálidas y los húmedos vientos;
Giran los débiles barcos y los espíritus,
Vagan errando con la marea,
Sin saber hacia dónde se dirigen sus pasos.
Aquí, esos vientos no soplan,
Y aquí, no crecen esas cosas.

Aquí, no crecen hierbas ni malezas,
Flores de brezo o vides;
Sino estériles brotes de amapola,
Verdes racimos de Proserpina,
Blancas vasijas de ondulantes juncos.
Aquí nada florece o colorea,
Excepto esta flor,
De la que Ella extrae para los hombres
Un néctar mortal.

Aunque uno tuviese la fuerza de siete,
También conocerá la Muerte;
No despertará con alas en el Cielo,
Ni lamentará las penas del Infierno.
Aunque fuera hermoso como las rosas,
Su belleza se nublará y decaerá;
Y por más que en el Amor descanse,
Su fin no será bueno jamás.

Pálida, detrás de atrios y pórticos,
Coronada de tranquilas hojas,
Allí está quien recoge los frutos mortales,
Con sus manos blancas e inmortales;
Sus labios son más dulces
que los del Amor, que le temen;
Más dulces para esos hombres que se confunden,
Y llegan cansados de muchas épocas y tierras.

Ella cuida de uno y de otro,
Cuida de todos los mortales,
Y olvida la Tierra, su madre;
Y la vida de los frutos y los vegetales,
Y la primavera y los granos,
Y las golondrinas que se alejan y la siguen,
Allí dónde los cantos helados suenan en falso
Y las flores son despreciadas.

Allí van los amores marchitos,
Los viejos amores con sus alas cansadas;
Y todos los años muertos,
y todos los desastres;
Sueños deshechos de días olvidados,
Ciegos capullos que la nieve ha arrancado,
Hojas secas que el viento se ha llevado,
Rojos peregrinos de fuentes arruinadas.

No estamos seguros de la tristeza,
Y la alegría nunca fue segura;
El hoy morirá mañana,
Y el Tiempo no oye ningún llamado;
Y el Amor, débil e indolente,
Suspira con labios arrepentidos,
Llorando la brevedad de los amores
Con los ojos del Olvido.

Por excesivo amor a la vida,
Por la esperanza y el temor liberados,
Brevemente agradecemos a los dioses,
Sin importar quiénes sean,
Que la vida no sea eterna,
Que nunca los muertos se levanten,
Que hasta el río más perezoso
Llegue en sus giros al reposo del mar.

Porque entonces las estrellas no nos despertarán,
Ni el sol con sus resplandores de luz;
Ni el murmullo de las aguas inquietas,
Ningún sonido y ninguna visión,
Ni hojas estivales ni hojas invernales,
Ni días ni cosas diurnas;
Sólo un eterno sueño,
En una eterna noche.

 

 

LI QINGZHAO

 


Orgullo de los pescadores

 

 

ORGULLO DE LOS PESCADORES
al final del cielo
nubes
oleadas sucesivas
y una bruma que amanece
ríos de estrellas giran entre mil velos flotantes
y como en un sueño mi alma regresa al paraíso
oigo palabras celestiales
que me preguntan dulcemente
de dónde vengo
y yo contesto:
«mi camino ha sido largo
y ya voy hacia el crepúsculo
estudié poesía
pero sólo algunos de mis versos
han quedado en la memoria de los hombres>
con el altísimo viento
el pájaro Peng ascendió

 

Versión de Pilar González España

 

ÓSCAR DÍAZ

 

  

Pienso sus cuerpos

Retrato de Durero

 

 

Pienso sus cuerpos porque tengo cuerpo.

Barbara Holper retratada, piel

que siento con imágenes

no como un cuadro sino como un texto

fuera de nosotros,

una ancha y larga turbulencia:

vería los objetos en el agua,

no reflejados, muerte

por agua

y en Egipto medían con cuerdas los terrenos.

Ha compuesto de nuevo el retrato de su madre,

la carne de los párpados, las líneas

inventadas que desencajan la mandíbula,

así ha compuesto el cuerpo de su madre,

ese monstruo visual sin advertirlo:

pese a que no hay profundidad, enseña

profundidad.

Durante

diferentes vivencias componemos

el testigo ocular, que con su voz

quede la madre en gloria celebrada

sustrayéndose al juicio de la muerte.

Hemos durado

verbales y vacíos:

un animal o un hombre tras el árbol,

un animal o un hombre que lo enfrenta

y para verlo

en movimiento el lazo se promulga:

el escondite, forma de olvidarse los cuerpos.

Detener el aceite al deslizarse

en la sartén que pide ya materia,

huele, también podría

ocurrirle lo mismo a mis ideas

con desprecio descritas en palabras,

despobladas jamás sin rectitud

no en la imaginación

sino en la facultad de imaginar.

Pienso sus cuerpos, su perezosa metafísica.

 

 

De: “En el principio era América”

 

BOŽIDAR PROROČIĆ

 

 

La montaña santa

 


Por los caminos de la soledad

ando

secretamente hacia ti, Lovćen¹,

para escuchar el susurro de los siglos

y ver el brillo de la Antorcha eterna,

Montaña Santa,

verdad amarga,

copa de amargura y de delicia

Con ojos llorosos

escondo del tiempo

el cielo azul

y tu secreto

sagrado secreto de antiguos héroes

sobre el altar de la Verdad

la libertad

Ando por la infinidad

de tus alturas

el secreto del obispo guarda

 y la Montaña Santa

 

Versión de Zeljka Lovrencic

 

1.- Lovćen – la montaña más conocida de Montenegro (N. de la T.).