martes, 19 de enero de 2021


 

MÓNICA NEPOTE

 


 

Visitación

 

Una paloma blanca en mi ventana. Miro su ojo, el misterio del mundo gira en su ojo seco. Atónita mi mano se extiende a la blancura.

 

Como dos enemigos se confrontan, como la nieve,huye de mi tacto, sólo la posesión del aire es lo posible.

 

Queda su vuelo, herencia de ese mundo giratorio, la estela del mundo en mi ventana.

CARLOS LOPEZ NARVAEZ

 

 

 


Sonámbula ternura





En ti mi soledad y este silencio,
prisionera tormenta de ternura,
vibrante y pura soledad de amor.

Soledad matinal, dorado golfo
donde recién nacidos pensamientos
abandonan el fondo
como róseo desfile de moluscos.

Una huella en la playa de los sueños,
la de tus pasos blandos y nocturnos...
La luz el vuelo emprende
y el remanso se ahonda
con ansia renaciente
de tu rumor insomne y de tu sombra.

Soledad cenital, trigal marea,
y el pensamiento cárdena corola
en donde rítmica aletea
la mariposa leve de tu forma.
Yermo de muchedumbres,
errante anfiteatro;
coloquio sollozante de las nubes;
beso en la rosa y en la tierra fango.

Por la convulsa ronda
va recogiendo el pensamiento
la trémula ventura de otras horas...
Y el medio día se adormece
con el rumor tranquilo de tu sombra.

Soledad vesperal, muerta dulzura.
Ni tu voz ni tu paso ni tu sombra,
Soledad vesperal, parda laguna,
y el tenaz pensamiento,
un cisne que interroga
la huérfana penumbra...

La tarde nuestras manos enlazaba
y las sienes unía
y las bocas sellaba;
de mi sueño la tarde se aromaba
y en tus ojos la tarde florecía.

Ya la noche
su desvelo atribula
en pos de una sombra
hecha de mi sonámbula ventura
con el alma en vigilia de la rosa.

 

VIOLETA PUJOLS

 

 


 

 

Canto a Julia niña

 



Julia…Julia… Julia…

 

Corre la tarde diciendo

tu nombre

hija del agua, amante del campo

tu nombre quedó trenzado

en los juncos morados a la ribera del río.

 

Julia… Julia…Julia

 

Se aglutinan las lágrimas

en mi garganta y no fluyen las palabras

como en el agua del río

que te vio crecer.

 

Julia, la inmensidad te abraza

y tu nombre se diluye

en ese río que te bañó de niña

y que te vio suspendida

en el aire como colibrí …

 

Suenan cantarinas

las piedras

al paso del agua

y en leve susurro

van diciendo …

 

Julia… Julia… Julia

 

La más callada

que levantó su voz

y se escuchó más allá

de nuestro suelo caribeño

 

EMI G. CANCHOLA

 

 

 

Cuatro: el cadáver

 

 

Mamá sembró un árbol en mis entrañas
lo mantuvo de pie con minucioso cuidado
hasta que papá le extrajo el sol de la boca
y las nubes por los ojos

 

qué hago ahora
con este ramaje que se me escapa del cuerpo
con las hojas que abandono a mi paso

 

papá empuña el machete del abuelo
y me despedaza la raíz

 

ahora no sé
cuál de los cadáveres soy
si el tronco envuelto en una bolsa negra
o esta carne deshojada.

 

 

 

 

VLADIMIR AMAYA

 

 

 

Ahí vienen los poetas (ohhh, ohhh)

 

*Este poema puede leerse de cuatro formas distintas:
(1) sentado, (2) parado, (3) acostado y
(4), la más extrema y vanguardista: en cuclillas.

Ahí vienen los poetas,
todos apiñados en su microbusito cósmico
señalándonos las estrellas con la lengua.

 



Escondan a colegiales, a ancianos y a universitarios
porque son sus víctimas predilectas.

Cierren bares y teatros…
si nos descuidamos un momento
montarán sus recitales hasta en el velorio del abuelo.

Niños, háganme caso:
no hay tales “cocos” ni monstruos en el armario,
porque no hay nada más tenebroso
que un hombre se les acerque
y les diga:
“publiqué un bonito libro de poemas

 

¿quieres verlo?”.

Ahí vienen los poetas,
pídele al cielo
que nunca te hagan parte de su “público cautivo”.
Son los poetas zombis;
chaquetas de cuero y giras espectaculares.

Ahí vienen diciendo con arrogancia
que dicen las cosas sin arrogancia.
Hablarán de su vida
como algo más trascendente que las tortillas del almuerzo,
y guardarán silencio esperando el aplauso respectivo.

Hablarán de dios porque algo tienen de pastores,
Hablarán de la realidad nacional
porque mucho tienen de políticos.

Cuidado con aquel que ha escrito
en servilletas su última producción,
querrá vendértela a precios excesivos
y te dirá con una sonrisa: “el autógrafo es gratis”.

Niños, háganme caso:
no los miren a los ojos,
no les confiesen que escriben o estarán perdidos.
Vendrán los poetas en la noche,
los abducirán para llevarlos a sus talleres “de palabras”;
los convertirán en topos y focas mutantes,
y lo justificarán todo por la libertad y la belleza,
porque los hay muy cursis,
los llenos de tristecita
y los apestosos a alcohol;

no faltan también
los elocuentes que son muy aburridos,
los chistositos sin gracia
y las víctimas del destino
con aquello de “comprendan, comprendan,
no los puedo comprender, porque nadie me comprende…”
Están los que huyen de las mafias literarias
pero acepta sus premios y posan para la fotografía;
los exquisitos de oficina,
los progresistas de la edad de piedra,
los ungidos de San Juan de la Cruz,
los divos del “gato verde”, los eróticos puritanos,
los nihilistas de felpa y los pastelitos rudos…

Niños, ahí vienen los poetas,
pídanle al cielo que pasen rápido
y no haya secuelas que lamentar,
cuidado con la doble amenaza:
muchos de ellos (por el calor y la humedad) mutan a editores.

Niños, háganme caso:
no les hablen,
no se les acerquen,
son los poetas zombis;
chaquetas de cuero y giras espectaculares,
boinas y sombreritos,
luces campero y poemas: “mamá quiero mi pacha”

Son los poetas zombis,
disfrazados de héroes de guerra,
de morsas y hasta de ratas en fiestas infantiles;
señores del discurso vacío y ajeno
donde no han entendido aún
que la gente quiere poesía,
no poetas.



VLADIMIR HOLAN

 

 

 

Junto a la fuente, junto al estanque




Toda mujer hermosa es cruel
y humilla sin parecerlo precisamente a los hombres que,
                    desnudos,
arden por beber de la roca misma.

Pero es la muerte quien se les acerca, familiar,
se diría un gorrión de estación de ferrocarril,
en el momento en que ellos, junto al andén, sacan el pan
                     de su envoltorio...

Voy a tener un hijo, dijo la muerte.

 

 

Versión de Clara Janés