"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 1 de septiembre de 2025
SHOLEH WOLPÉ
Cuenta
II
La
pérdida es una lengua
que
todos hablamos bien,
un
gemido que resuena
entre
las costillas, la desdicha
que
se convierte en dicha.
De: “Ábaco de la pérdida: Memorias en verso
Versión
de Corina Oproae
JOSIP KOCEV
Mundo
sin nombre
No
tiene nombre este mundo donde
la
tristeza está tumbada de espaldas
siempre
lista
para
mirarnos
con
ojos de noche.
Si
le damos un nombre
brotará
el espacio,
entonces
todos podrán
encontrarnos,
las
aves determinarán
los
puntos cardinales y las estaciones,
y la
gente el cómo:
cómo
atreverse a amar,
cómo
se debe morir.
De: “Dos
mares”
Versión
de Marco Vidal González
NOE VERA
Audio
largo
Hola
amor hoy anduve
en bicicleta por tu barrio
imaginé cruzarnos en la bicisenda
no sabés, hice willy a la sombra
como un chico de doce y en el camino de vuelta
frené de golpe, qué vidriera tentadora
me compré un vestido transparente
con joyitas pegadas, una fantasy soñada
ese vestido de Mentira, no compré nada
porque el mes que viene
quién paga la tarjeta no quiero
deberle nada a nadie
a la vuelta lo que pasó
es que me saqué el gusto más barato
volví a hacer willy al sol como una chica de veinte
¡¿ y vos? no pasaste nunca
por eso te lo cuento ¿qué hacías?
leías en el colectivo una novela del siglo XIX
sos tan valiente y tan lindo que me pongo tóxica
pienso que ya no me querés y te lo digo
esta mañana en vez de quedarte
en la cama conmigo te pusiste a limpiar
a prepararte y tomar mate
los quehaceres, la pileta y hasta una novela ballena
parecen gustarte más que yo
quizá porque no me viste
hacer willy por Avenida Córdoba
como una chica de cuarenta y pico
la cascada de tu pelo Rapunzel
sonando a tope en los auriculares y ahora
cada vez que escucho esa canción imagino
que me planto abajo de tu edificio
tiro una piedra a la ventana y te rescato
de la torre de tus distracciones.
ROLANDO ROSAS GALICIA
Mi
perra tiene roña
Las
niñas le tiran piedras para que huya.
Y las amas de casa le ofrecen mendrugos con veneno.
Mi
perra, mientras durmió conmigo fue inmaculada.
Pero
un día llegó la primavera
y no respetó cerrojos ni candados.
Se
fue a la calle.
Y el
perfume de su sexo hasta entonces sólo mío
fue de la jauría.
Presurosas
carnes del “Duque”, del “Sultán”, del “Diablo”
y de tantos anónimos, miserables, escuálidos,
dispusieron del banquete.
Entre
todos le florearon su capullo, lo aguangaron.
Le dejaron sus pulgas y su rabia.
Y esta endemoniada comezón que con nada se nos quita
ENRIQUE DE RIVAS
Tríptico
Cuando
medía el tiempo
mis pasos por la tierra
sus signos encontraba
en esas nubes llenas
que caían al río
como si de sus velas
el navío del cielo
desprenderse quisiera.
Y yo las recogía
una a una, en la espera
de ponerlas de nuevo
sobre la nave aquella
que en el agua flotaba.
Eran nubes de vida
con vocación de estrellas,
y en el alba nacían
otra vez nubes nuevas.
Hoy
que el tiempo quieto
tan sólo mido huellas
en la bóveda madre
donde la nave espera
zarpar por otro océano
sin nubes, sin estrellas,
oigo un eco de imágenes
en la corriente espesa,
como si de una música
que oscuramente fuera
las notas de las nubes
ya todas en cadena
de blancura, que el tiempo
sembrado devolviera
en signos trasparentes
de un alma, que acudiera
a entregárseme, entera.
Viene
la luz ya tibia
con suavidad de plata
veteada de memoria
de una canción lejana.
Del dorso de la loma
nostalgia de campanas
a un punto eterno fija
el aire que ahora pasa.
Y queda aquí suspenso
un arco de palabras
que va de orilla a orilla
esperando la barca.
Vendrá la barca oscura
sobre ese cielo de agua
que pone en los paisajes
la turbiedad sagrada,
y se oirá en el silencio
romperse las palabras
una a una, cayendo
como gotas cantadas
de una canción: “va llena
de su carga la barca;
fijo ha quedado el aire
su luz tibia, de plata.”
SHARON OLDS
Poema
de amor de mi abuela
Ya
tarde en su vida, cuando nos enamoramos,
la
sacaba del asilo de ancianos para
tomar
dos bourbon y luego una cerveza.
Contaba
un chiste afilado como la tapa de un bote
calentada
por los dientes del abrelatas,
y a
carcajadas reía con su risa de maíz molido.
Además
de su ingenio, se orgullecía de su pelo,
nevado
y abundante. Lo levantaba
hasta
la nuca, allí en el bar,
y
debajo del blanco, debajo de las entrecanas,
me
mostraba su color verdadero,
el
color que tenía cuando era novia:
como
su sexo en la luz humeante me mostraba
el
negro puro.
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