miércoles, 1 de octubre de 2014

JAIME VELASCO LUJÁN




8

 

Sombra de las altas ramas
tu frescura me ilumina.

 

JOSÉ MARÍA EGUREN




El dolor de la noche

 
 
Cuando tiembla la noche tardía
En los arenales y los campos negros,
Se oyen voces dolientes, lejanas,
Detrás de los cerros.
¡Es el canto del bosque perdido,
Con la gama antigua de silvestres notas,
O el gemir del turbón ignorado,
Por vegas y sombras!
¡O el distante clamor de las fieras
Que en las pampas brunas
Y en las lomas y campos eriales
Envían al hombre sus iras nocturnas!
¡El coro que sube remoto a los cielos
Será de la muerte la roja palabra
O el clamor de ciudad brilladora
Que se hunde, se apaga!
¡El rondó que triste
Las pendientes dormidas circunda:
El grito del odio será de los montes,
Será de las tumbas!
Cuando se obscurecen las bromas erguidas
En los arenales y los campos negros,
Cómo suena el dolor de la noche
¡Detrás de los cerros!

 

PEDRO MIGUEL OBLIGADO




Ausencia

 

La rama de los astros se estremece en la altura,
Movida por el viento de la eterna armonía,
Y el silencio murmura
Su vaga poesía.
Tú ya no estás conmigo para hacerme dichoso,
Y te hallas tan lejana, que eres una tristeza;
Pero todo, esta noche, se vuelve más hermoso,
Tal como si estuviese pensando en tu belleza.
Un arroyito claro por la pradera, ondula,
El temblor de las plantas le descubre su anhelo,
Y la tierra se azula
Deseando ser un cielo…
Siento que te aproximas en esta noche tierna;
Pues aunque vives lejos, el ensueño nos une,
Como a dos estrellitas una misma cisterna,
Donde la fantasía del agua las reúne.
La belleza es misterio que tu amor profundiza,
Tu recuerdo en guiadora claridad se convierte;
Y la ausencia idealiza
La pena de quererte.
¡Si no sólo en mis versos, si en realidad vinieras!
¿No oyes la melodía que, de cariño, llora?
Se muestra el mundo bueno, como si me quisieras…
¿Dónde estarás ahora? ¿Dónde estarás ahora?

 

 

PEDRO SALINAS

 

Horizontal, sí, te quiero...
 

Horizontal, sí, te quiero.
Mírale la cara al cielo,
de la cara. Déjate ya
de fingir un equilibrio
donde lloramos tú y yo.
Ríndete
a la gran verdad final,
a lo que has de ser conmigo,
tendida ya, paralela,
en la muerte o en el beso.
Horizontal es la noche
en el mar, gran masa trémula
sobre la tierra acostada,
vencida sobre la playa.
El estar de pie, mentira:
sólo correr o tenderse.
Y lo que tú y yo queremos
y el día - ya tan cansado
de estar con su luz, derecho -
es que nos llegue, viviendo
y con temblor de morir,
en lo más alto del beso,
ese quedarse rendidos
por el amor más ingrávido,
al peso de ser de tierra,
materia, carne de vida.
En la noche y la trasnoche,
y el amor y el transamor,
ya cambiados
en horizontes finales,
tú y yo, de nosotros mismos.

 

 

FABIO MORABITO


 

Dime tú si no es cierto...
                                                        A Ethel

 

 
Dime tú si no es cierto
que el techo de esta casa
es todo de verdad,


que es la verdad más plena
de todo lo construido,
el muro en más reposo,

la redención de tantos
errores y desvíos,
la mano que disculpa,

el anhelado fin
de las hostilidades,
la prueba que buscábamos
desde el primer ladrillo.


De "De lunes todo el año"

 

OCTAVIO PAZ


 

Elegía interrumpida

 

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
De una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
Codicia de la boca
al hilo de un suspiro suspendida,
ojos que no se cierran y hacen señas
y vagan de la lámpara a mis ojos,
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse...
¿Y me invitó a morir esa mirada?
Quizá morimos sólo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al que se fue por unas horas
y nadie sabe en qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
suenan sus pasos, sube, se detiene...
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
Acecha en cada hueco, en los repliegues,
vaga entre los bostezos, las afueras.
Aunque cerremos puertas, él insiste.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de yelo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
soy el error final de sus errores.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
Montón de días muertos, arrugados
periódicos, y noches descorchadas
y amaneceres, corbata, nudo corredizo:
-saluda al sol, araña, no seas rencorosa...-
Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío