"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 5 de abril de 2018
ALFONSO COSTAFREDA
Sobre lo que más quiero
Sobre
lo que más quiero, sobre las cosas mías,
tu ley y tu poder se imponen.
Años atrás, años ya en lejanía,
de mi propia morada alguien que yo no soy,
las llaves más secretas te ofrecía.
Tú las guardaste, quedan
sin ser recuperadas todavía.
...Y surgen llamas de pavor
dentro del corazón en estas noches frías:
cuando tú vienes sigilosamente,
cuando tú brutalmente a ti me obligas.
tu ley y tu poder se imponen.
Años atrás, años ya en lejanía,
de mi propia morada alguien que yo no soy,
las llaves más secretas te ofrecía.
Tú las guardaste, quedan
sin ser recuperadas todavía.
...Y surgen llamas de pavor
dentro del corazón en estas noches frías:
cuando tú vienes sigilosamente,
cuando tú brutalmente a ti me obligas.
ÁLVARO SOLÍS
Ningún reclamo
A Jorge Kuri, in memoriam
Morirnos
todos fue la consigna
no importa si en grandes cruces (y con renombre),
pero morirnos, cerrar la puerta al salir
y con cerrojo.
Morirnos todos
de uno en uno o por montones,
pero ausentarnos de nuestras casas,
de la oficina y de los bares,
ausentarnos de las esquinas donde el semáforo
detiene los pasos nuestros hacia la tumba.
no importa si en grandes cruces (y con renombre),
pero morirnos, cerrar la puerta al salir
y con cerrojo.
Morirnos todos
de uno en uno o por montones,
pero ausentarnos de nuestras casas,
de la oficina y de los bares,
ausentarnos de las esquinas donde el semáforo
detiene los pasos nuestros hacia la tumba.
Morirnos
todos y para siempre,
fue la consigna, que algunos cumplen
antes de tiempo.
fue la consigna, que algunos cumplen
antes de tiempo.
ESTHER DE CACERES
El silencio
Los pájaros
desde el silencio
cantan.
Desde enjambres de amor y de tormento
cantan.
Desde prisiones y en la dilatada
casa del aire
cantan.
Entre cipreses de la muerte
cantan.
Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego
solo en lo alto
solo y extático
en misteriosos cielos de silencio y alma
canta.
Los pájaros
desde el silencio
cantan.
Desde enjambres de amor y de tormento
cantan.
Desde prisiones y en la dilatada
casa del aire
cantan.
Entre cipreses de la muerte
cantan.
Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego
solo en lo alto
solo y extático
en misteriosos cielos de silencio y alma
canta.
RICARDO MOLINARI
Cante mi mundo de amor...
Cante mi mundo de amor,
tan dulcemente, que el viento
frío sienta su dolor
de nieve dura en mi aliento.
Corona de aire ofrecido,
río de calor cedido
al olvido; a un amante
sueño, exacto. ¡Mundo! Mundo
mío -tuyo-, ya profundo
en ¡ay! de cierzo distante.
Palma sedienta, jacinto
asido. Cantar a un día
turbado -solo aún-, distinto,
con su muerte todavía.
Rama de espacio celoso,
rumbo huído, riguroso.
Muro, flor, herida: ¡suelo
deshallado! único. Sola.
Mi fe con su tiempo, aureola
de mundo solo, en tu cielo.
Brizna alta. Universo. Río.
Tu cielo, tu cielo, fuente
unida, ya sin vacío.
Eterno, eterna, luciente.
Que nadie toque tu rosa
de sonido, angustiosa
ayer, sin vida. Aire amado,
crecido: escúchame hoy -alma
viva- cantar en la calma,
en desierto enamorado.
Cante mi mundo de amor,
tan dulcemente, que el viento
frío sienta su dolor
de nieve dura en mi aliento.
Corona de aire ofrecido,
río de calor cedido
al olvido; a un amante
sueño, exacto. ¡Mundo! Mundo
mío -tuyo-, ya profundo
en ¡ay! de cierzo distante.
Palma sedienta, jacinto
asido. Cantar a un día
turbado -solo aún-, distinto,
con su muerte todavía.
Rama de espacio celoso,
rumbo huído, riguroso.
Muro, flor, herida: ¡suelo
deshallado! único. Sola.
Mi fe con su tiempo, aureola
de mundo solo, en tu cielo.
Brizna alta. Universo. Río.
Tu cielo, tu cielo, fuente
unida, ya sin vacío.
Eterno, eterna, luciente.
Que nadie toque tu rosa
de sonido, angustiosa
ayer, sin vida. Aire amado,
crecido: escúchame hoy -alma
viva- cantar en la calma,
en desierto enamorado.
VIOLETA LUNA
Cada uno
Cada
uno construye su casa como quiere.
La pone
sobre el aire,
la
siembra en la cintura de la luna
o
encima de las olas.
Cada
uno
la
pinta de manera diferente,
la baña
con el cielo
y el
oro verdidulce de la tarde.
La
llena de jilgueros,
de
música y hortensias.
Encima
del verano la edifica.
Le pone
una ventana al horizonte,
una
terraza al mar
y un
pájaro de bronce en el tejado.
Cada uno
la
salva de la furia del invierno,
le pone
verjas altas,
faroles
importados de Neptuno,
estufas
de Chicago
y
espejos fabricados en Arabia.
Cada
uno la mide y la corrige.
En
forma vertical la va agrandando.
Le pone
un tiembre eléctrico
y un
número de plata.
La
cuida del mendigo que la ensucia,
del
niño que le roba una gardenia,
del
pobre que la mira.
Cada
uno acomoda su casa a su manera,
presume
y aparenta,
construye
su existencia tontamente
con
trapos, pergaminos y billetes,
con
vigas antisísmicas
coñac y
pararrayos.
Qué
lástima pero ninguno
construye
a su medida su refugio
con
sólo la verdad de cada día
y el
sol bien compartido.
Qué
lástima que nadie se haga casas
a
prueba de mentiras, olvido y desamor.
Yo
quiero hacer mi casa a mi manera
sin
puertas ni cortinas.
La quiero
dulce y tibia
en
medio del camino de tus brazos.
IBN ZAYDUN
Cásida XXII
Te
recuerdo con nostalgia en al-Zahra[1]
claro
el horizonte, puro el espejo de la tierra,
con la
brisa tan suave de sus tardes,
que me
compadece y con su piedad se hace más mansa.
Y los
arriates con sus riachuelos de plata me sonríen
como
con collares desgarrados de tu cuello.
Un día
como otros de placeres ya pasados
en
cuyas noches fuimos ladrones mientras el destino dormía.
Cautivados
por las flores solícitas,
tan
colmas de rocío que inclinaban sus tallos,
como
ojos que contemplan mi descanso
y
lloran por mí lágrimas a raudales.
Una
rosa luciente en su trono de sol,
que
aumenta a la mirada el esplendor de la mañana.
Un
fragante nenúfar con ella rivaliza,
cuando
la aurora aleja el sueño de sus hojas.
Todo
aviva el recuerdo de mi amor,
por él
se oprime mi pecho sin alivio.
¡Niégue
Dios el reposo al corazón que de ti se olvidara
y no
vuele otra vez con las alas vivaces de la pasión!
Si la
brisa me tomara a su paso
te
llevaría un hombre consumido por sus penas.
Si
cumpliera el deseo de nuestra unión,
sería
para mí el día más cumplido.
¡Mi
joya la más preciosa y excelsa, tan querida
para
mí!, cuando los amantes adquirían joyas de devoción.
En otro
tiempo la emulación en el amor más puro
era la
arena donde libres corríamos.
Pero
hoy hasta el tiempo tan amable a mi lado
has
olvidado, y quedo, ¡ay!, para siempre solo con mi amor.
—Ibn Zaydún (m. 463 h / 1070 n.e.) Córdoba—
[1] Así era conocida la
residencia califal de ‘Abd al Rhmán III, cerca de Córdoba; significa “la
resplandeciente”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)