jueves, 5 de abril de 2018

IBN ZAYDUN





Cásida XXII



Te recuerdo con nostalgia en al-Zahra[1]
claro el horizonte, puro el espejo de la tierra,
con la brisa tan suave de sus tardes,
que me compadece y con su piedad se hace más mansa.
Y los arriates con sus riachuelos de plata me sonríen
como con collares desgarrados de tu cuello.
Un día como otros de placeres ya pasados
en cuyas noches fuimos ladrones mientras el destino dormía.
Cautivados por las flores solícitas,
tan colmas de rocío que inclinaban sus tallos,
como ojos que contemplan mi descanso
y lloran por mí lágrimas a raudales.
Una rosa luciente en su trono de sol,
que aumenta a la mirada el esplendor de la mañana.
Un fragante nenúfar con ella rivaliza,
cuando la aurora aleja el sueño de sus hojas.
Todo aviva el recuerdo de mi amor,
por él se oprime mi pecho sin alivio.
¡Niégue Dios el reposo al corazón que de ti se olvidara
y no vuele otra vez con las alas vivaces de la pasión!
Si la brisa me tomara a su paso
te llevaría un hombre consumido por sus penas.
Si cumpliera el deseo de nuestra unión,
sería para mí el día más cumplido.
¡Mi joya la más preciosa y excelsa, tan querida
para mí!, cuando los amantes adquirían joyas de devoción.
En otro tiempo la emulación en el amor más puro
era la arena donde libres corríamos.
Pero hoy hasta el tiempo tan amable a mi lado
has olvidado, y quedo, ¡ay!, para siempre solo con mi amor.


                                       —Ibn Zaydún (m. 463 h / 1070 n.e.) Córdoba—


[1] Así era conocida la residencia califal de ‘Abd al Rhmán III, cerca de Córdoba; significa “la resplandeciente”.

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