"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 7 de junio de 2022
LUDWIG SAAVEDRA
E
Hierba
enjoyada de rocío
Largo y sostenido solo
De saxo se atigra
Zambo los ángeles están llorando
En las esquinas
Están drogándose los ángeles
Y en su bad trip se encomiendan a tus versos
Para recordar la constelación del laúd
Y salvarse
En la intimidad del hartazgo de dolor
¿A
qué rumor de aguas celestes o turquesas
Eras fiel en el lenguaje?
Como un sueño siempre soñado
Como las montañas de luz y las montañas de oscuridad
Abrazándose
Yin yan yanantin yembé
Armonía de las catástrofes
Racimo flamígero
Consuelo de tierra
Huesos masturbando distancias
Arpas olvidadas en trenes que se detienen
En medio de la noche
Me
acuerdo de tu paso
Y de tu beso
Ese quedo beso que sabias dar en la herida
Amigo.
GIUSEPPE UNGARETTI
Tierra
Podría
haber en la guadaña
un rápido reflejo, y el rumor
tornar y perderse por grados
hacia las grutas, y el viento podría
de otra sal enrojecer los ojos…
Podrías,
la quilla sumergida,
oírla deslizarse a lo lejos,
o a una gaviota equivocar su pico,
la presa huída, en el espejo…
Del
trigo de noches y días
colmadas mostraste las manos,
delfines de los viejos tirrenos
viste pintados en secretos
muros inmateriales y, luego, detrás
de las naves, vivos volar,
y tierra eres aún de cenizas
de inventores sin descanso.
Cauto
temblor podría otra vez a adormecedoras
mariposas en los olivos, de un instante a otro,
despertar;
quedarás inspiradas vigilias de extintos,
intervenciones insomnes de ausentes,
la fuerza de cenizas, sombras
en el raudo oscilar de las platas.
Continúas
derribando al viento ;
desde abetos a palmeras el estrépito
por siempre desolas; silente
el grito de los muertos es más fuerte.
Versión
de Jesús López Pacheco
JHAVIER ROMERO
Aeropuerto
II
(Teléfono
público)
En
el aeropuerto de Budapest,
un
anciano, vestido con salwar y kameez, se me acercó.
Su
voz era como agua dorada
en
un cántaro rajado.
Gota
a gota, derramó su lenguaje de sitar
por
la sala de espera,
e
hizo signos en el aire
como
el soplo del mar escribe dunas en la arena.
Pensé
entonces que alguna vez
tuvimos
solo el gesto, la seña y el gruñido
para
decir “te extraño”, “¿quieres café?”;
para
contar que “hoy a la salida del trabajo
vi a
un mendigo entre la fila de carros,
llevaba
una canasta con pollitos blancos
que
intentaba obsequiar a los choferes.”
Pero
quizás primero aprendimos a nombrar
aquello
que era semejante a nuestras manos:
las
alas de los pájaros nocturnos,
las
olas del mar sobre tu pecho,
las
raíces moribundas en la greda,
la
mariposa rota por el viento
y la
osamenta del árbol,
que
es la bandera del otoño.
Luego
comprendí que el anciano
preguntaba
por las llamadas internacionales.
Le
ayudé a marcar el número,
le
indiqué cuáles monedas eran buenas
para
el mecanismo.
Lo
dejé a solas.
Desde
mi sitio lo veía sonreír, fruncir el ceño,
concentrarse
en los rumores cotidianos
que
venían a él con un ritmo
que
su corazón reconocía;
como
la trompeta del vecino
o el
canto del gallo
que
resuenan
al fondo
en la distancia
cuando
llamo desde el otro lado de lo inmenso,
cuando
soy el que hace señas al vacío,
y
aletea sus manos para decir:
“estoy
allá”,
o
para indicar la cercanía del invierno.
De
“La brújula del invierno”
HUGO BALL
Danza
de la muerte
Así
perecemos, así perecemos,
todos
los días perecemos,
pues
es muy cómodo dejarse morir.
De
mañana todavía entre sueño y sueño,
Más
allá a mediodía.
De
noche en lo más hondo de la tumba.
La
guerra es nuestro burdel.
Nuestro
sol es de sangre.
La
muerte es nuestro símbolo y eslogan.
Niño
y hembra abandonamos
¿En
qué nos conciernen?
Pues
ahora es posible
Tan
solo abandonarnos a nosotros.
Así
asesinamos, así asesinamos.
todos
los días lapidamos
colegas
nuestros en la danza de la muerte.
Álzate
hermano ante mí,
¡Hermano,
tu pecho!
Hermano
que debes caer y morir.
No
ruñimos, no gruñimos.
Todos
los días nos callamos,
Hasta
que el hueso ilíaco gira en su juntura.
Duro
es nuestro lecho,
Duro
nuestro pan.
Inmundo
y sangriento el Dios adorado.
GERARDO RODRÍGUEZ SALAS
Nunca
El olvido es el pájaro que vuela
bajo el suelo
sumido en las raíces infinitas
del árbol deshojado.
El
olvido es la anciana con los ojos vacíos,
las arañas que tejen nuevos párpados
cerrados, nuevos duendes
que urden bruma
en las ramas del mito.
El
olvido es el diente que desgarra la noche
que sangra moribunda,
que llora gotas negras
que no se ven pero que gritan
sin voz y que arden húmedas
dentro, muy dentro…
¿Quién
es la antípoda de quién
si tú saltaste al mar desde aquel árbol
saliéndote del mapa sin dejar
siquiera anchura a este vacío?
El
recuerdo es la sombra
torpemente zurcida a los talones
y el olvido la piedra
que no termina nunca de caer.
LUIS DE CAMÕES
El
deseo a pedir viene que os vea
El
deseo a pedir viene que os vea.
No sabe lo que pide; está ofuscado.
Tanto mi amor, Señora, es afinado,
que no es dable saber lo que desea.
Cosa
no hay por mínima que sea
que no quiera tener perenne estado;
al deseo no urge lo deseado,
para que nunca falle su tarea.
Mas,
este puro afecto en mí no medra;
y como es ley para la ruda piedra
buscar su centro por naturaleza,
lo
mismo el pensamiento por la humana
parte que de mí toma, se avillana
para incurrir, Señora, en tal flaqueza.
