lunes, 1 de junio de 2020


CONCEPCIÓN ARENAL





El río y el arroyo



Naciendo uno de ella al par
El otro en remoto suelo,
Un río y un arroyuelo
Llegaban juntos al mar.

En ancho cauce y profundo
Turbio corría el primero;
Estrecho, claro y somero
Deslizábase el segundo.

Huyendo la muchedumbre
Y de un niño en compañía,
Un hombre a dar acudía
Su paseo de costumbre.

Este rato de solaz
Aprovechóle en correr,
Hizo gana de beber
Y beber quiso el rapaz.

Díjole el padre: «No ves 
Que estás en sudor bañado?
Reposa un tanto a mi lado
Para que bebas después».

El muchacho obedeció,
Que era de condición buena,
Y sentándose en la arena
A refrescarse esperó.

Como está impaciente, muda
Una y otra vez de asiento,
Mas parándose un momento,
Formal expone una duda:

«Por qué será, padre mío,
Esto que siempre reparo?:
¿Cómo está el arroyo claro
Y no lo está nunca el río?.»

«Hijo, allí cerca del mar
Nace puro el arroyuelo,
Y nada encuentra en el suelo
Con que se pueda enturbiar;

Si hallare casualmente
Tierra que enturbiarle deba,
Nunca a los mares la lleva
Su escasa y débil corriente.

Viene de lejanas tierras
Este río caudaloso
Y por terreno fangoso
Y por montes y por sierras.

Y pasa por las ciudades
Cuya inmundicia, hijo mío,
Enturbia el agua del río
Como el alma sus maldades.

Y más la orilla dilata
Y cada vez más potente,
Su irresistible corriente
Todo al pasar lo arrebata.

Enturbiado éste y profundo,
Claro y no profundo aquél,
Nos presenta un cuadro fiel
De lo que pasa en el mundo:

El que apacible y serena
Busca sencilla la vida,
¿Habrá cosa que le impida
Hallarla dichosa y buena?

Mas sintiendo la inquietud
De alguna grande pasión
Peligra en el corazón
La ventura y la virtud.

No olvides nunca, hijo mío,
Que es difícil, te lo juro,
Ser como el arroyo puro
Y ser grande como el río.»


De: "El río y el arroyo"


CAROLINA CORONADO



  

A Cádiz




No es sueño, es la verdad ¡oh mar! te veo…
no es sueño, es la verdad, ¡estoy contigo!…
no es sueño, es la verdad, tus ondas sigo
y sacio en contemplarte mi deseo;
aquí está la verdad en que yo creo,
aquí habita el Señor que yo bendigo,
y siento entre estas vívidas montañas
el hondo palpitar de sus entrañas.

¡Tú eres el mar!… ¡el mar!… no eres el río;
el horizonte con tus brazos llenas,
y en vez de murmurar bramas y truenas
maravillando el pensamiento mío,
pero en tu seno con placer confío
recuerdos, dichas, esperanzas, penas,
sin que un instante me acobarde el miedo
de que en tus ondas sumergirme puedo.

¿Miedo de ti? ¿Por qué? ¿No es de la tierra
de dónde vengo yo? ¡Por qué temerte!
¿Amenazas tú más que con la muerte
ni tienes sino el agua que dé guerra?
¿En dónde tu maldad ¡oh mar! se encierra
para que así nos acobarde el verte?
¿Qué me puedes hacer? ¿Tragar mi barca?…
La Francia se ha tragado a su monarca.

¿A dónde vais, pobres gaviotas,
huyendo así del horizonte oscuro?
¿No teméis el morir al pie del muro
en sangre tintas vuestras alas rotas?
Hubo una edad entre las más remotas,
en que la tierra fue asilo seguro;
pero lanzados ya de aquel asilo,
el torrente del mar es más tranquilo.

¡Ah! yo no sé; pero al mirar de lejos
la vasta soledad del agua hermosa,
me siento de vosotras envidiosa
que podéis habitar en sus espejos;
los marinos nos dan tristes consejos,
porque huyamos del agua borrascosa;
pero al lanzarnos de tan bella casa,
no saben ahora lo que en tierra pasa.

¡Cuánto más blando el mar que nos rodea,
aunque el torrente abata vuestros vuelos,
será que las pasiones, los desvelos
de esa región que a nuestra vista humea!
¡No os vais del mar! El alma se recrea
soñándose suspensa entre dos cielos,
y si no tengo yo en las verdes salas,
menos debéis temer que tenéis alas.

¿Qué he de temer? ¿Que el mar en sus extremos
de sal inunde mi entreabierta boca?
¡La sed que en medio el agua nos sofoca
en la salada lluvia saciaremos!
Más salado es el llanto y lo bebemos
en tierra seca, y no en corriente poca,
siempre con ansia igual, con igual daño
un día y otro, uno y otro año.

¡Oh mil veces feliz ave y marino,
que cruzan sin temor esas montañas,
y más dichosa tú la que te bañas,
Cádiz, en ese golfo cristalino!
Allá te veo entre el flotante lino
salir, hermosa, honor de las Españas,
cual salen las palomas por el río
cuando a bañarse van en el estío.

Hija de las entrañas de Océano,
como sus conchas y sus peces eres,
y las que guardas célicas mujeres
son perlas escogidas por tu mano,
a bordo de tu buque soberano
Siempre embarcados, tus felices seres,
Gozan en paz de la ilusión divina
De este viaje que jamás termina.

Cuando del muro los estrechos lazos
salta y el onda tu cabeza baña,
dicen que quiere con terrible saña
tragarte el mar en míseros pedazos,
pero es que te acaricia entre sus brazos
como a sus tiernos hijos la alimaña,
y cuando más parece que te abruma
te da la leche de su blanca espuma.

¡Ciudad de torres solitaria y bella!
todo es hermoso en tu recinto amigo;
el pobre halla limosna y halla abrigo,
y aun da a otros pobres el sobrante de ella.
Cuando me lleve mi contraria estrella
lejos de ti; me soñaré contigo…
si es que duerme bastante para el sueño
quien nada espera dulce ni risueño.

¡Ah, sí! me queda la ilusión divina
de este mar tan inmenso y tan profundo,
donde ha de hallar, al fin, descanso el mundo
cuando lo quiera Dios. Alma vecina
del mar, mejor comprende y adivina
lo que es Dios, lo que el pueblo moribundo,
que encerrado se agita y despedaza
ser contra ser y raza contra raza.

Ya le voy a dejar, nada en la vida
sino el dolor profundo es duradero,
y por lo mismo que mirarlo quiero,
tengo que darle ya mi despedida;
todo placer va siempre de partida
muy pronto por la vida, muy ligero,
y basta que la mar mi encanto sea
para que nunca más su encanto vea.

¡Adiós, amigos!… ¡tierra hospitalaria!…
Las lagrimas más dulces que he vertido
¡oh Cádiz, Cádiz! en tu seno han sido;
y si en medio del agua solitaria
ves en el barco un rostro, que afligido
te mira, yo seré que entre la varia
gente y la nube del vapor que humea
«¡Adiós, adiós, diré mientras te vea!»



EEVA KILPI





Apenas él hubo pronunciado: “Ahora lo único que falta son fresas”


  
Apenas él hubo pronunciado: “Ahora lo único que falta son fresas”
cuando ya estaba yo corriendo hacia la descuidada huerta de detrás de casa
y había cogido un puñado de fresillas silvestres
antes de que él hubiese acabado de tomar su yogur:
acababan de madurar.
Ten cuidado con lo que dices, dije, ahora todo se hace realidad.
Y él tuvo cuidado.


JULIÁN MARCHENA




  
Deja correr el tiempo



Deja correr el tiempo, que ya llegará el olvido,
y así como se adornan las secas ramazones
de mágicos renuevos, tu corazón herido
florecerá mañana con nuevas ilusiones.

No desesperes nunca. La sombra es precursora
de la luz que hay en ti. Detrás de la amargura
que empaña el cristal nítido de un alma soñadora
irradia la sonrisa, que todo lo depura.

Practica la severa virtud de ser sincero;
fortalece tu espíritu para que seas blando,
y si el dolor te hiere con su puñal certero
¡sé como las guitarras que sollozan cantando!

No aventures tu paso más allá de la vida
porque es abismo ignoto del cual nunca saldrás:
en cada tumba un pájaro de voz adolorida
como el cuervo de Poe responde “Nunca más…”

Pero, eso sí, no dejes de sonreír a todo
a través de la niebla de tu melancolía;
derrama tu perfume, que es la bondad, al modo
de una flor, aunque sepas que has de durar un día…



EMILY DICKINSON





Bueno es soñar. Despertar es mejor…



Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.


SOFÍA CASANOVA





Anhelo



Seguid la carretera que tendida
entre prados está
como inmenso reptil de fina escama
parado a descansar,
y una plaza, antesala de una aldea,
por fin encontraréis
donde la vieja iglesia está orgullosa
de su misma vejez.
Y allí donde agrupadas las acacias
al declinar el sol
parecen los guardianes que se estrechan
para velar mejor;
allí donde las brumas misteriosas
flotan entre la luz;
donde corta el escueto campanario
el horizonte azul;
allí donde las negras cordilleras
parecen a mi afán
negras perlas formando de los valles
el sombrío collar,
está la pobre aldea que idolatro
porque en ella nací,
cuando el otoño descolora impío
de la selva el matiz.
Mi hogar perdido en la olvidada aldea
contemplad con amor
y en su iglesia rezad, que allí he rezado
mi primera oración.
¡Mi aldea! Quiero verla, quiero sola
sus playas recorrer
y aspirar en sus auras nueva vida,
la vida de la fe.
¡Llevadme, por favor! Busco armonías
que sólo encuentro allí,
secreto de sus noches y sus olas
que cantan al gemir.
Quiero, Galicia, en tu adorado seno
mi tristeza cantar,
tú, que vives, cual yo, desventurada,
tú me comprenderás.
Quiero en tus soledades dar al mundo
mi postrimer adiós…
y en tu iglesia rezar entre mis lágrimas
mi postrera oración.