sábado, 8 de diciembre de 2012

ARTURO CARRERA





Niño portátil
 



En contracampo también,
ya no es un sueño, 

las yeguas de la noche
comían hierba en mí. 

...vigía y
todos como nadie saben
heliotropo de su sangre. 

Huéspedes de una edad parecida a la infancia
pero que contiene todavía el habla
que desconocimos.

Y allí nos reúne el miedo a que la palabra sea
su implacable presencia de custodio
en la pesadilla. 

Un caracol dormido
que hacia sí mismo sube, 

y aunque se rebela como una baba plateada
y laberíntica,
otra voz lo lame. 

¿Llueve?
El viento viene a barrer suavemente las cosas.

ADRIAN CAMPILLAY





¿Quien sabe…



¿quién sabe de esos agujeros
por donde las goteras del desamor
caen a mojar los pies
en los sótanos de la desdicha?

si alguien conoce el ungüento
para esas quemaduras áridas
que hable o me deje morir

anegado

desde las raíces

con cartas inútiles en los bolsillos húmedos del llanto.

quise buscar una puerta
por donde entrara la luna y me aplastara

pero sólo encontré el peso de lo incesante que duele

y la ternura deshecha en unos ojos
que antes me conocieron como a un hermano

¿me quisieron así

sin esperanzas?

¿o nací para esta soledad en donde hasta el peso del
cielo me ha abandonado?

pero ¡ay! duele igual el cielo
y esos agujeros.

ROBERTO JUARROZ





Las distancias no miden lo mismo... 



Las distancias no miden lo mismo
de noche y de día.
A veces hay que esperar la noche
para que una distancia se acorte.
A veces hay que esperar el día.
Por otra parte
la oscuridad o la luz
teje de tal manera en ciertos casos
el espacio y sus combinaciones
que los valores se invierten:
lo largo se vuelve corto,
lo corto se vuelve largo.
Y además, hay un hecho:
la noche y el día no llenan igualmente el espacio,
ni siquiera totalmente.
Y no miden lo mismo
las distancias llenas
y las distancias vacías.
Como tampoco miden lo mismo
las distancias entre las cosas grandes
y las distancias entre las cosas pequeñas.

MARÍA ROSAL






Casandra



Desmedida en tu huella,
eres hija inocente
del desierto y las olas.
Azul incandescencia.
Remota en tus senderos,
en la cumbre perfecta
del racimo y los labios,
cíngulo de tu aliento,
dormido en las adelfas.

           ¿Eres diosa o camino?
           Mujer acaso. Y basta.


PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA





A la noche



Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.

Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.

De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.

¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?


ENRIQUE AZCOAGA





¡Otra vez Dios!



¡Otra vez Dios!... De nuevo la mañana.
De nuevo su pureza conseguida.
De nuevo en mi tarea, la encendida
propuesta de una estrofa soberana.

Florece el corazón. Cunde la sana
canción de lo que nace. Todo olvida.
La luz cae sobre el alma esclarecida
y el alma la acrecienta en su campana.

Naciendo está el amor, ¡oh dulce instante!
Posible es la bondad, Dios es posible...
La muerte y el dolor, mudos despojos.

Hay un silencio nuevo. Una fragante
promesa de ventura preferible...
Sólo recuerdo el valle de tus ojos.