"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 15 de junio de 2012
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Humildemente
A
mi madre y a mis hermanas
Cuando me sobrevenga
el cansancio del fin,
me iré, como la grulla
del refrán, a mi pueblo,
a arrodillarme entre
las rosas de la Plaza,
los aros de los niños
y los flecos de seda de los tápalos.
A arrodillarme en medio
de una banqueta herbosa,
cuando sacramentando
al reloj de la torre,
de redondel de luto
y manecillas de oro,
al hombre y a la bestia,
al azahar que embriaga
y a los rayos del sol.
aparece en su estufa el Divinísimo.
Cuando me sobrevenga
el cansancio del fin,
me iré, como la grulla
del refrán, a mi pueblo,
a arrodillarme entre
las rosas de la Plaza,
los aros de los niños
y los flecos de seda de los tápalos.
A arrodillarme en medio
de una banqueta herbosa,
cuando sacramentando
al reloj de la torre,
de redondel de luto
y manecillas de oro,
al hombre y a la bestia,
al azahar que embriaga
y a los rayos del sol.
aparece en su estufa el Divinísimo.
Abrazado
a la luz
de la tarde que borda,
como al hilo de una
apostólica araña,
he de decir mi prez
humillada y humilde,
más que las herraduras
de las mansas acémilas
que conducen al Santo Sacramento.
de la tarde que borda,
como al hilo de una
apostólica araña,
he de decir mi prez
humillada y humilde,
más que las herraduras
de las mansas acémilas
que conducen al Santo Sacramento.
Te
conozco, Señor,
aunque viajas de incógnito,
y a tu paso de aromas
me quedo sordomudo,
paralítico y ciego,
por gozar tu balsámica presencia.
aunque viajas de incógnito,
y a tu paso de aromas
me quedo sordomudo,
paralítico y ciego,
por gozar tu balsámica presencia.
Tu
carroza sonora
apaga repentina
el breve movimiento,
cual si fuesen las calles
una juguetería
que se quedó sin cuerda.
Mi prima, con la aguja
en alto, tras sus vidrios,
está inmóvil con un gesto de estatua.
apaga repentina
el breve movimiento,
cual si fuesen las calles
una juguetería
que se quedó sin cuerda.
Mi prima, con la aguja
en alto, tras sus vidrios,
está inmóvil con un gesto de estatua.
El
cartero aldeano
que trae nuevas del mundo,
se ha hincado en su valija.
que trae nuevas del mundo,
se ha hincado en su valija.
El
húmedo corpiño
de Genoveva, puesto
a secar, ya no baila
arriba del tejado.
de Genoveva, puesto
a secar, ya no baila
arriba del tejado.
La
gallina y sus pollos
pintados de granizo
interrumpen su fábula.
pintados de granizo
interrumpen su fábula.
La
frente de don Blas
petrificóse junto
a la hinchada baldosa
que agrietan las raíces de los fresnos.
petrificóse junto
a la hinchada baldosa
que agrietan las raíces de los fresnos.
Las
naranjas cesaron
de crecer, y yo apenas
si palpito a tus ojos
par poder vivir este minuto.
de crecer, y yo apenas
si palpito a tus ojos
par poder vivir este minuto.
Señor,
mi temerario
corazón que buscaba
arrogantes quimeras,
se anonada y te grita
que yo soy tu juguete agradecido.
corazón que buscaba
arrogantes quimeras,
se anonada y te grita
que yo soy tu juguete agradecido.
Porque
me acompasaste
en el pecho un imán
de figura de trébol
y apasionada tinta de amapola.
Pero ese mismo imán
es humilde y oculto,
como el peine imantado
con que las señoritas
levantan alfileres
y electrizan su pelo en la penumbra.
en el pecho un imán
de figura de trébol
y apasionada tinta de amapola.
Pero ese mismo imán
es humilde y oculto,
como el peine imantado
con que las señoritas
levantan alfileres
y electrizan su pelo en la penumbra.
Señor,
este juguete
de corazón de imán,
te ama y te confiesa
con el íntimo ardor
de la raíz que empuja
y agrieta las baldosas seculares.
de corazón de imán,
te ama y te confiesa
con el íntimo ardor
de la raíz que empuja
y agrieta las baldosas seculares.
Todo
está de rodillas
y en el polvo las frentes;
mi vida es la amapola
pasional, y su tallo
doblégase efusivo
para morir debajo de tus ruedas.
y en el polvo las frentes;
mi vida es la amapola
pasional, y su tallo
doblégase efusivo
para morir debajo de tus ruedas.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Hormigas
A
la cálida vida que transcurre canora
con garbo de mujer sin letras ni antifaces,
a la invicta belleza que salva y que enamora,
responde, en la embriaguez de la encantada hora,
un encono de hormigas en mis venas voraces.
con garbo de mujer sin letras ni antifaces,
a la invicta belleza que salva y que enamora,
responde, en la embriaguez de la encantada hora,
un encono de hormigas en mis venas voraces.
Fustigan
el desmán del perenne hormigueo
el pozo del silencio y el enjambre del ruido,
la harina rebanada como doble trofeo
en los fértiles bustos, el Infierno en que creo,
el estertor final y el preludio del nido.
el pozo del silencio y el enjambre del ruido,
la harina rebanada como doble trofeo
en los fértiles bustos, el Infierno en que creo,
el estertor final y el preludio del nido.
Mas
luego mis hormigas me negarán su abrazo
y han de huir de mis pobres y trabajados dedos
cual se olvida en la arena un gélido bagazo;
y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,
tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,
tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo
como réproba llama saliéndose de un horno,
en una turbia fecha de cierzo gemebundo
en que ronde la luna porque robarte quiera,
ha de oler a sudario ya hierba machacada,
a droga ya responso, a pabilo y a cera.
y han de huir de mis pobres y trabajados dedos
cual se olvida en la arena un gélido bagazo;
y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,
tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,
tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo
como réproba llama saliéndose de un horno,
en una turbia fecha de cierzo gemebundo
en que ronde la luna porque robarte quiera,
ha de oler a sudario ya hierba machacada,
a droga ya responso, a pabilo y a cera.
Antes
de que deserten mis hormigas, Amada,
déjalas caminar camino de tu boca
a que apuren los viáticos del sanguinario fruto
que desde sarracenos oasis me provoca.
Antes de que mis labios mueran, para mi luto,
dámelos en el crítico umbral del cementerio
como perfume y pan y tósigo y cauterio.
déjalas caminar camino de tu boca
a que apuren los viáticos del sanguinario fruto
que desde sarracenos oasis me provoca.
Antes de que mis labios mueran, para mi luto,
dámelos en el crítico umbral del cementerio
como perfume y pan y tósigo y cauterio.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Alma
en pena
A
fuerza de quererte
me he convertido, amor, en alma en pena.
me he convertido, amor, en alma en pena.
¿Por
qué, Fuensanta mía,
si mi pasión de ayer está ya muerta
y en tu rostro se anuncian los estragos
de la vejez temida que se acerca,
tu boca es una invitación al beso
como lo fue en lejanas primaveras?
si mi pasión de ayer está ya muerta
y en tu rostro se anuncian los estragos
de la vejez temida que se acerca,
tu boca es una invitación al beso
como lo fue en lejanas primaveras?
Es
que mi desencanto nada puede
contra mi condición de ánima en pena
si a pesar de tus párpados exangües
y las blancuras de tu faz anémica,
aun se tiñen tus labios
con el color sangriento de las fresas.
contra mi condición de ánima en pena
si a pesar de tus párpados exangües
y las blancuras de tu faz anémica,
aun se tiñen tus labios
con el color sangriento de las fresas.
A
fuerza de quererte
me he convertido, amor, en alma en pena,
y con el candor angélico de tu alma
seré una sombra eterna.
me he convertido, amor, en alma en pena,
y con el candor angélico de tu alma
seré una sombra eterna.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
El
piano de Genoveva
Piano
llorón de Genoveva, doliente piano
que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
como mis días negros, como mis blancas horas;
piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
que hace muchos inviernos crueles que no te alegras:
tu música es historia de poéticos males,
habla de encantamientos y de princesas reales,
de los pequeños novios que por robar los nidos
una tarde nublada se quedaron perdidos
en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
que recibió regalos de sus once madrinas,
que no invitó a la otra a sus bodas divinas
y que sufrió por ello los enojos del hada.
que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
como mis días negros, como mis blancas horas;
piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
que hace muchos inviernos crueles que no te alegras:
tu música es historia de poéticos males,
habla de encantamientos y de princesas reales,
de los pequeños novios que por robar los nidos
una tarde nublada se quedaron perdidos
en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
que recibió regalos de sus once madrinas,
que no invitó a la otra a sus bodas divinas
y que sufrió por ello los enojos del hada.
Me
pareces, ¡oh piano!, por tu voz lastimera,
una caja de lágrimas, y tu oscura madera
me evoca la visita del primer ataúd
que recibí en mi casa en plena juventud.
una caja de lágrimas, y tu oscura madera
me evoca la visita del primer ataúd
que recibí en mi casa en plena juventud.
Piano
de Genoveva, te amo por indiscreto;
de tu alma a todo el mundo revelas el secreto;
cuentas, uno por uno, todos sus desengaños.
de tu alma a todo el mundo revelas el secreto;
cuentas, uno por uno, todos sus desengaños.
Piano
llorón, la hermosa más hermosa del valle,
se nos ha vuelto triste porque tiene treinta años
y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.
se nos ha vuelto triste porque tiene treinta años
y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.
Genoveva,
regálame tu amor crepuscular:
esos dulces treinta años yo los puedo adorar.
Ruégale tú que al menos, pobre piano llorón,
con sus plantas minúsculas me pise el corazón.
esos dulces treinta años yo los puedo adorar.
Ruégale tú que al menos, pobre piano llorón,
con sus plantas minúsculas me pise el corazón.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
El
sueño de los guantes negros
Soñé
que la ciudad estaba dentro
del más bien muerto de los mares muertos.
Era una madrugada del invierno
y lloviznaban gotas de silencio.
del más bien muerto de los mares muertos.
Era una madrugada del invierno
y lloviznaban gotas de silencio.
No
más señal viviente, que los ecos
de una llamada a misa, en el misterio
de una capilla oceánica, a lo lejos.
de una llamada a misa, en el misterio
de una capilla oceánica, a lo lejos.
De
súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros.
resucitada y con tus guantes negros.
Para
volar a ti, le dio su vuelo
el Espíritu Santo a mi esqueleto.
el Espíritu Santo a mi esqueleto.
Al
sujetarme con tus guantes negros
me atrajiste al océano de tu seno,
y nuestras cuatro manos se reunieron
en medio de tu pecho y de mi pecho,
como si fueran los cuatro cimientos
de la fábrica de los universos.
me atrajiste al océano de tu seno,
y nuestras cuatro manos se reunieron
en medio de tu pecho y de mi pecho,
como si fueran los cuatro cimientos
de la fábrica de los universos.
¿Conservabas
tu carne en cada hueso?
El enigma de amor se veló entero
en la prudencia de tus guantes negros.
El enigma de amor se veló entero
en la prudencia de tus guantes negros.
¡Oh,
prisionera del valle de México!
Mi carne...* de tu ser perfecto
quedarán ya tus huesos en mis huesos;
y el traje, el traje aquel, con que tu cuerpo
fue sepultado en el Valle de México;
y el figurín aquel, de pardo género
que compraste en un viaje de recreo...
Mi carne...* de tu ser perfecto
quedarán ya tus huesos en mis huesos;
y el traje, el traje aquel, con que tu cuerpo
fue sepultado en el Valle de México;
y el figurín aquel, de pardo género
que compraste en un viaje de recreo...
Pero
en la madrugada de mi sueño,
nuestras manos, en un circuito eterno
la vida apocalíptica vivieron.
nuestras manos, en un circuito eterno
la vida apocalíptica vivieron.
Un
fuerte... como en un sueño
libre como cometa, y en su vuelo
la ceniza y... del cementerio
gusté cual rosa...
libre como cometa, y en su vuelo
la ceniza y... del cementerio
gusté cual rosa...
Nota: Los puntos
suspensivos indican palabras ilegibles en el manuscrito original.
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