domingo, 26 de julio de 2015

CLAUDIO GUERRERO


 

El silencio de esta casa

 

En medio de esto está tu mirada turbia por el recuerdo
tu sonrisa apagada
el gesto agobiado y silencioso.

Existen espacios que nunca han sido acariciados por un rayo de luz
rincones que mutilan tu presencia
que absorben las historias jamás contadas a los hijos.

Sólo los ventanales escuchan tus pasos quietos.

En medio de todo esto está nuestra costumbre
de permanecer juntos en la cocina cada sábado por la tarde.
La casa está impregnada de un profundo silencio
la casa está atravesada por tu sabiduría,
yo te hablo de mi tristeza y tú callas tiernamente,
tú preparas el almuerzo del domingo
y yo voy a comprar tus cigarros a la esquina.

Cada sábado vemos el mismo partido de fútbol
saboreamos la misma sopa.
Las paredes transparentan tu surcado rostro
la tarde cae y su sombra se junta con tu sombra.

Ocultas tu cansancio, quisieras sonreír
nada ha cambiado, nada
sólo que te vas a acostar
y busco en mi mente la imagen
de la última vez que tu risa
iluminó esta casa silenciosa.


 
De “El silencio de esta casa”

 

 

 

 

ELISA RIVARA


 

El fuego
El payaso y la madre

 

Se quema el payaso de plástico
en el jardín

Los niños lloran en la cocina
arrodillados junto al cadáver de su madre

El patio se inunda poco a poco
de inocente humo infantil

La casa apesta
................a madre muerta.

 

 

 

CÉSAR SIMÓN


 

Vientos


Sé que meditas. Pero ven,
saca la testa del rebozo
de oscuras lanas y arpilleras.
Mira esa leve sombra, oye el portazo
-sobre el desnudo- de los vientos.

 

De "Estupor final"

 

 

 

JUAN CARLOS ABRIL



 
Traición



Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

                                                    En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

                                                           Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.


De "Un intruso nos somete"


 

CLARIBEL ALEGRÍA


  

Autorretrato


Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.


 

 

OLIVERIO GIRONDO


 

Campo nuestro



En lo alto de esas cumbres agobiantes
hallaremos laderas y peñascos,
donde yacen metales, momias de alga,
peces cristalizados;
pero jamás la extensa certidumbre
de que antes de humillarnos para siempre,
has preferido, campo, el ascetismo
de negarte a ti mismo.
Fuiste viva presencia o fiel memoria
desde mis más remota prehistoria.
Mucho antes de intimar con los palotes
mi amistad te abrazaba en cada poste.
Chapaleando en el cielo de tus charcos
me rocé con tus ranas y tus astros.
Junto con tu recuerdo se aproxima
el relente a distancia y pasto herido
con que impregnas las botas... la fatiga.
Galopar. Galopar. ¿Ritmo perdido?
hasta encontrarlo dentro de uno mismo.
Siempre volvemos, campo, de tus tardes
con un lucero humeante...
entre los labios.
Una tarde, en el mar, tú me llamaste,
pero en vez de tu escueta reciedumbre
pasaba ante la borda un campo equívoco
de andares voluptuosos y evasivos.
Me llamaste, otra vez, con voz de madre
Y en tu silencio sólo halló una vaca
junto a un charco de luna arrodillada;
arrodillada, campo, ante tu nada.
Cuando me acerco, pampa, a tu recuerdo,
te me vas, despacio, para adentro...
al trote corto, campo, al trotecito.
Aunque me ignores, campo, soy tu amigo.
Entra y descansa, campo. Desensilla.
Deja de ser eterna lejanía.
Cuanto más te repito y te repito
quisiera repetirte al infinito.
Nunca permitas, campo, que se agote
nuestra sed de horizonte y de galope.
Templa mis nervios, campo ilimitado,
al recio diapasón del alambrado.
Aquí mi soledad. Esta mi mano.
Dondequiera que vayas te acompaño.
Si no hubieras andado siempre solo
¿todavía tendrías voz de toro?
Tu soledad, tu soledad... ¡la mía!
Un sorbo tras el otro, noche y día,
como si fuera, campo, mate amargo.
A veces soledad, otras silencio,
pero ante todo, campo: padre-nuestro.