jueves, 30 de noviembre de 2017


FERNANDO DE LA CRUZ




Oda al dolor del mundo



¿Será común decir “me duele el mundo”
como duelen los pies sobre el asfalto
lleno de vidrios rotos en estrellas
o como duele el humo de los coches
que con el sol invade mi ventana?

No hay remedio
contra las balaceras que caen por temporadas
y desbordan los ríos, ni contra terremotos
ni crisis financieras; nada alivia a los niños
que trabajan en los supermercados
ni aquellos reclutados por ejércitos,
grupos de choque o mafias.

Y los extorsionados que cierran su negocio
por no poder pagar; y los maestros
con sus “quinientas horas semanales”,
como reza el poeta, el maestro Parra; y las violadas
y también los violados;
y el que quiere votar y ya no puede
porque un pariente o jefe vendió su credencial…

Y todos los etcéteras del universo entero.

Duele el miedo
de salir a la calle. Duele el paso
que damos los migrantes
como duelen también los que se quedan
sin posible salida en su dolor.

Es un lugar común imprescindible
decir “me duele el mundo”
pero no es suficiente
pues el dolor que cabe en una frase
es menor a la suma de sus partes



MIJAIL LAMAS




Fundación de la casa



XVI

Hay días en que te dejo ir sola por la calle,
para ver que a tu paso el mundo no protesta.
Me gusta constatar que mi mirada
no es la única que brinda su homenaje
a tu lujoso andar desmañanado.
Observo que, muy cerca,
va alguno caminando que ahora te desea
en esa seriedad en que te envuelves.
Y tus pequeños pies no se apresuran
porque no has visto en tu reloj la hora.
Con impaciencia cruzas
el aire enrarecido
de la estación del metro.
Te sigo, duplicando mis esfuerzos
porque te has percatado
que, como siempre pasa,
se te ha hecho un poco tarde.
Te vas apresurando,
yo te sigo muy cerca.
Pero me gustaría
poder captar de ti todos los ángulos.
Como ahora que ya miro tu ademán de disgusto
por un sucio piropo
que te ha soltado algún desconocido.
Pero te sobrepones con firmeza.
Tal vez tan sólo pienses
que yo tendría que estar siempre a tu lado.
Pero de nuevo ocurre:
La gente se interpone entre nosotros.

Ya  n o  p u e d o   a l c a n z a r t e.

Ahora irás sentada
si hubo un poco de suerte
en el asiento de un vagón muy lleno.

CITLALI GUERRERO




A tus pies donde mueren golondrinas



1

Sentada en la tarde
miro los colores tenues
las velas sobre el fondo verde de mis ojos
la madrugada
los días en que no duermo


2

A tus pies donde diariamente mueren golondrinas
está mi cuerpo abatido por el sol
descompuesto por pequeñas particulas
perversas y necias a la felicidad
Escondida como billetera vacía
está mi cuerpo derretido por el sol


3

Partir en cuerpo y alma me dijo
Partir le dije en cuerpo y alma
Mis alegrías se han agotado
Sueño todas las noches que soy el mismo cuerpo repetido
Me levanto y al lado encuentro una mariposa verde
He de partir mientras mi garganta  se traga la amargura de mis días
El cansancio se acumula como lepra sin remedio
Partir de aquí donde somos la copia mal copiada del olvido
Mis pasos son una manía por vivir
Repetidos
Repetidos
Repetidos


CARLOS ORTIZ ZÚÑIGA




Sobre Acalayam



Las murallas no permiten el paso,
sólo el leve rumor de las balas,
afilado el involuntario anzuelo vulnerable.
En los once días Acalayam naufraga en el caos,
sus habitantes simplemente saben del fuego,
de escombros en la madrugada.


En cada segundo aprenden
sobre las plegarias inscriptas en los muros,
los ejercicios de la piedra.
Su fe es un libro compacto
de repetidas imágenes montadas por el miedo.
En sus calles pasan las horas
-trenes sin retorno.

Acalayam está situada entre cascajos
de acero y metal retorcido,
bajo la anónima piel del reptil,
sepultada entre los hilos del aire y el humo.

  
No es posible esta ciudad sin el odio,
el temor de la muerte,
no se entiende sin la angustia y la nostalgia
de los que imaginan encontrar frente al espejo
el rostro de su asesino.

Acalayam es el ensayo del dolor,
la infinitud del vacío,
una la brisa oscura,
una abeja campaneando bajo la lengua.

La memoria se queda aprensada
remueve las piedras,
cada bulto entre las cenizas es un recuerdo.

El luto no da para más.
Adentro se enfrentan las causas,
efímeros aviones partiendo
como pájaros ciegos.
En alguna parte alguien gira
la cabeza para mirar al cielo.
El miedo se agazapa, se olvida:
hoy es una de esas tardes inútiles.



LEONARDO VARELA



  
Vencer al Minotauro



De la valiente Ariadna no pude retener sino el oro más fino de sus cabellos
Celoso por el padre que la desposaría con la muerte,
me adentré en la ciudad
sin saber qué recodo de mi sombra ayudaría a vencer al Minotauro
Consciente de haber sido una esperanza nada más, fruto
de la inconsciencia heroica,
a seiscientas doncellas que serían sacrificadas
las hice mis esposas. Discretamente ungido
por sus besos, me deslice en la noche, tembloroso
y ebrio, desvelado
por las arpas que el viento tañía entre sus muslos
y la miel que vertieron en sus labios
Llegué hasta aquí, pero me siento solo y aburrido
Extraño vuestros mantos, los peines delicados
con que ordenáis el tiempo, vuestros raros perfumes
Sería tan hermoso
ser el más miserable de todos los esclavos



De: “Palabras para sobrevivir en el desierto”

DIANA AZCONA TREJO





XII



Tu sueño:
vacío en clave de anestesia

Polvo    polvo
que se asienta en los ojos
por  saberte ¿invierno?
en los jamases de mi pies.



De: “Crónicas de hospital”

miércoles, 29 de noviembre de 2017


ALEJANDRA RETANA BETANCOURT





Los tristes no olvidamos. Te preguntaba dónde estaba mi casa y apuntabas al norte. Las horas eran esa miel escasa que lubricaba mis ojos en la oscuridad. Quería cantar que era feliz, pero no sabía renunciar a la tristeza. Los tristes perdemos todo porque nos negamos a olvidar. Salíamos a caminar sin rumbo, lujo de los que no tienen prisa, de los que son dueños de la tarde. Veíamos a dos niños meter flores en la alcantarilla y yo quería llorar porque sentía que a veces éramos como esas flores, nunca como esos niños. Siempre quise llorar, de tristeza, de alegría, de ansia embravecida. Quería que colgáramos un mapa de la ciudad en la habitación y dibujar sobre él un rostro cuyas lagrimas desembocaran en tu calle. Quería tanto pero callaba porque la gente triste siempre calla, se prohíbe el deseo. Me hubiera grabado tu nombre en la espalda de no haberla tenido cubierta de otros ya. Me decías que sólo teníamos una estrella y lo creía y pensaba que mi estrella apuntaba al norte, que ella no sabía nada de ti, que no brillaba cuando me desnudabas. Te vi arder, vi todo arder, y no encontré deidad alguna ni testimonio en la ceniza. Quería algo que no me atreví a nombrar, no fuera a ser que lo encontrara. Mas, ante todo, yo quería ser la más triste de los dos.



PATRICIA LABORDE




A Samuel Noyola, poeta desaparecido



¿Dónde escribes tus versos, Samuel?
¿Dónde los insuflas?
En el viento
en la superficie de un lago
sobre la tierra del campo
en el asfalto?
Acaso en tu propio vaho
cubriendo aquella ventana
o en lengüetazos de fuego
o sobre el témpano helado?

Tus versos
luciérnagas siempre emigrando…

Permanecen, tal vez,
encriptados
en la memoria
del último de tus lacayos.



PABLO OSORIO




VIII



Ellos dicen
sentencian
y acusan
A lo mejor
quizás
tal vez
es posible
Que sus premoniciones
después de todo
no sean tan malas:
"Seguir adelgazando
hasta que un día
desaparezcas"


JESSICA FREUDENTHAL

  


Poema curita



Tú no ves, con tus ojitos de botón,
que yo podría volarte la cabeza;
tú no escuchas,
con tus orejas de corcho,
la música que engendra mi saliva.

Tú no sientes,
con tu corazón de hormiga,
que mi corazón,
es de carne molida por tu culpa.

Y cada vez que me golpeas
ni te fijas
que los moretones
pintan un hermoso lienzo
en mi piel blanca
abandonada.

Y yo no entiendo,
como tú
con esos ojitos de botón,
tus orejas de corcho,
el corazón de licuadora
y tu lengua de alfiletero,
puedes tenerme así:

Empolvada y rota,
hecha jirones debajo de la cama,
con las piernas abiertas
y el vestido levantado,
la piel de porcelana y los labios de papel,
toda enamorada
chorreándome
las ganas en las bragas.

Y yo no entiendo por qué admito
que me tengas así,
si yo podría volarte la cabeza....


CARLOS MARZAL




El pozo salvaje



Por más que aburras esa melodía
monótona y brumosa de la vida diaria,
y que te amansa;
por más lobo sin dientes que te creas;
por más sabiduría y experiencia y paz de espíritu;
por más orden con que hayas decorado las paredes,
por más edad que la edad te haya dado,
por muchas otras vidas que los libros te alcancen,
y añade lo que quieras a esta lista,
hay un pozo salvaje al fondo de ti mismo,
un lugar que es tan tuyo como tu propia muerte.
Es de piedra y de noche, y de fuego y de lágrimas.
En sus aguas dudosas
reposa desde siempre lo que no está dormido,
un remoto lugar donde se fraguan
las abominaciones y los sueños,
la traición y los crímenes.
Es el pozo de lo que eres capaz
y en él duermen reptiles, y un fulgor
y una profunda espera.
En tu rostro también, y tú eres ese pozo.

Ya sé que lo sabías. Por lo tanto,
Acepta, brinda y bebe.



ANTONIO PLAZA




Hojas secas



Tú despertaste el alma descreída
del pobre que tranquilo y sin ventura,
en el Gólgota horrible de la vida
agotaba su cáliz de amargura.

Indiferente a mi fatal castigo
me acercaba a la puerta de la parca.
Más infeliz que el último mendigo,
más orgulloso que el primer monarca.

Pero te amé; que a tu capricho plugo
ennegrecer mi detestable historia...
quien nació con entrañas de verdugo
sólo dando tormento encuentra gloria.

Antes que te amara con delirio
viví con mis pesares resignado;
hoy mi vida es de sombra y de martirio;
hoy sufro lo que sufre un condenado.

Perdió la fe mi vida pesarosa;
sólo hay abismos a mis pies abiertos...
quiero morir... ¡feliz el que reposa
en el húmedo lecho de los muertos!...

Nacer, crecer, morir. He aquí el destino
de cuanto el orbe desgraciado encierra;
¿qué importa si al fin de mi camino
voy a aumentar el polvo de la tierra?

¿Y qué la tempestad? ¿Qué la bonanza?
¿Ni qué importa mi futuro incierto,
si ha muerto el corazón, y la esperanza
dentro del corazón también ha muerto?...

¿Sabes por qué te amé?... Creí que el destino
te condenaba como a mí, al quebranto,
y ebrio de amor, inmaterial, divino,
quise mezclar mi llanto con tu llanto.

¡Ah!... ¡coqueta!... ¡coqueta!... yo veía
en ti de la virtud excelsa palma...
¿ignoras que la vil coquetería
es el infame lupanar del alma?

Di, ¡por piedad! ¿qué males te he causado?
¡Por qué me haces sufrir?... Alma de roble,
buscar el corazón de un desgraciado
para jugar con él, eso es... ¡innoble!

¿Me hiciste renacer al sentimiento
para burlarte de mi ardiente llama?...
Te amo hasta el odio, y, al odiarte siento
que más y más el corazón te ama.

Fuiste mi fe, mi redención, mi arcángel,
te idolatró mi corazón rendido.
Con la natura mística del ángel,
con el vigor de Lucifer caído,

que tengo un alma ardiente y desgraciada
alma que mucho por amar padece;
no sé si es miserable o elevada,
sólo sé que a ninguna se parece.

Alma infeliz, do siempre se encontraron
el bien y el mal en batallar eterno;
alma que Dios y Satanás forjaron
con luz de gloria y lumbre del infierno.

Esta alma es la mitad de un alma errante,
que en mis sueños febriles reproduzco,
y esa mitad que busco delirante,
nunca la encontraré: pero... ¡la busco!

Soy viejo ya, mi vida se derrumba
y sueño aún con plácidos amores,
que en vez del corazón llevo una tumba,
y los sepulcros necesitan flores.

Te creí la mitad de mi ser mismo;
pero eres la expiación, y me parece
ver en tu faz un atrayente abismo,
lleno de luz que ciega y desvanece.

No eres mujer, porque la mente loca
te ve como faceta de brillante
eres vapor que embriaga y que sofoca.
aérea visión, espíritu quemante.

Yo que lucho soberbio con la suerte;
y que luchar con el demonio puedo,
siento latir mi corazón al verte...
ya no quiero tu amor... me causas miedo.

Tú me dejas, mujer, eterno luto;
pero mi amor ardiente necesito
arrancar de raíz; porque su fruto
es fruto de dolor, fruto maldito.

Quiero a los ojos arrancar la venda,
quiero volver a mi perdida calma,
quiero arrancar mi amor, aunque comprenda
que al arrancar mi amor, me arranque el alma.

  

martes, 28 de noviembre de 2017


ÁNGEL CARLOS SÁNCHEZ




Adormecidas palabras sueñan despertar



1

Éste es un poema de bajo presupuesto
o quizá es un sueño que ha pasado de moda
aunque tiene sus misterios igualmente:
advertimos que a falta de metáforas
le hemos puesto vidrios de colores,
un espejo algo viejo, deslucido,
una nube muy blanca
y un pequeño cacto casi seco.
A falta de un buen ritmo
repetimos una y otra y otra vez
la palabra silencio
y a cada rato usamos el qué,
muchos artículos, la “i” griega.
El libro del que forma parte
no llegará a tener la cantidad
de cuartillas que exigen en los premios.
Por otro lado, importa poco:
quién sabe cuáles
sean realmente los criterios
para asignarle esos dineros a uno sólo.
Igualmente es poca la poesía
para gastarla así,
por algunas monedas de plata.
Ya se dan cuenta
que recurrimos sin temor hasta a la prosa.
Lo importante es que el poema
tendrá en algunos lados agujeros suficientes,
no para admitir por ellos
el flujo de la luz o la belleza
sino para que permita ver
cómo hasta la palabra más reseca
es capaz de mostrarnos el mundo.


De: “Sueños de bajo presupuesto”



ALEJANDRA LERMA




Hemos tardado mucho en construirnos



Hemos tardado mucho en construirnos
los derrumbes, por el contrario, son instantáneos

Siglos sobre eternidades para que existan las ciudades
años de resistencia para dar forma al amor
y sólo se requiere un pequeño segundo
menos
una milésima
y todo habrá acabado

No valdrán oraciones
ni llantos hondos
la esperanza es un traje raído

Quedaremos igual que en el principio
desnudos
sangrantes
desposeídos de todo
creyendo que el vacío es la carga más pesada de llevar.


MARGARITA MEJÍA




Después nada



I

Descubro el puente
por donde el poema se abisma

giran ruedas
y en ellas los demonios

duele el roce
triunfa el miedo


II

Me despierta en un sueño
tu boca en mi seno

reclamas en público
tu potestad sobre mi cuerpo
y yo te la niego

Después nada

el sol brilla de pronto
una tarde cualquiera

nos cruzamos en la calle
y caminamos

dando pasos sobre el suelo caliente
como si pisáramos espinas.




ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN




Lugares comunes



El hambre es nuestro alimento,
nuestra hermandad.
En la cocina fabricamos las miserias.
Se nos llena el abismo
con pasos apresurados
de paranoicos
en la prisión de un cuerpo
ajado por la lluvia.

No nos salva
ni la primera estrella de la noche
ni el rayo de la mañana
a través de los cristales
para bendecir un pan viejo.

El tiempo se nos escapa
en el basurero que apila los adioses,
allí donde mueren mujeres mientras escribo.

Los niños aprenden a caminar antes del bombardeo.
Poco importa esta letra de nada
este mundo entierra a sus hijos con los ojos abiertos
para mirar más de cerca.

La caligrafía se abandona al guiso del bistec
amargo entre sus tejidos.

Ni siquiera somos dignos de la queja
el alarido fugaz no nos resigna.

Al final Dios nos espera
para decirnos que él no es el principio.

A mediodía se esconden los fantasmas
con su traje repulsivo que amenaza con iluminar todo.

La bulla del tráfico persiste en lo que no seremos.

Es la diana de los sueños astillados.

Nos demuele
como pelota de hierro al edificio
de cualquier construcción defectuosa y telúrica.

En esta soledad multiplicada
nos abandonamos a la inercia de una palabra
que apenas balbuceamos.

Un calambre abdominal nos acecha
nos deja ausentes
abriendo la palma de la mano
en una avenida muy familiar.


ANGELA VALLE




Revuelo



Mira que tu llegada
Me ha aturdido los pájaros del alma…
Que tu sola mirada
Causo revuelo a mis aves enlutadas…
Mi aletear insólito
Se ha dejado escuchar con tu presencia.
Mira que temblorosas
Buscan el nido y lloran al no hallarte.
Debes saber que han huido
Sacudidas por vientos inauditos
Las golondrinas de mis sueños, lejos
Desde que tu has venido.
Ven, encierra una a una
Con amorosa mano las bandadas
Que asustadizas vuelan
Y por la tarde de la vida anidan
Bajo tu alero, amor, y para siempre.


ADRIANO DEL VALLE




Al lago mayor



El reino mineral, vítreo, derrama      
su doblado país, cúbico apenas,      
y eslabonando peces y, azucenas      
boga el reloj, el pétalo y la escama.      

La luna, deshojándose, embalsama      
raíces de balizas y cadenas.      
Calafatean lagartos y sirenas.      
Zarpa el trino al socaire de la rama.      

Se abre de par en par al embeleso      
el agua sosegada entre las flores,      
con goznes de suspiros y amapolas.      

Dulce molusco, al aire se abre el beso      
y derrumban los peces voladores      
sus castillos de escamas en las olas.


lunes, 27 de noviembre de 2017


MANUEL IRIS




Para brindar ahora

Homenaje a Pedro Lastra.
Para Raúl Diego y Denis Pech.



Después diremos que hemos sido jóvenes,
que salimos en aviones a buscar palabras
y muchachas nuevas.
                                                Que nos sentamos
la belleza en las rodillas, la encontramos amarga
y la injuriamos.

Después diremos que hemos sido mercenarios
de calles largas y licorerías.

Diremos que hemos despertado alegres.

Que una mañana desnudamos la poesía
y allí, frente a su cuerpo irregular y enorme
difícil de preñar
hemos tenido el miedo y el deseo
de que todo
termine.

Diremos
que nos hemos conformado
con hacer literatura:

                                 quisimos armar piedras
                                 quisimos fundar tigres
                                 quisimos construir un templo de ceniza
                                 y alimentar su hoguera.

Después diremos
que dejamos el lenguaje, que no nos hizo falta
y partiremos, viejos y cansados
callándonos que todo
es una gran mentira.


De. “Nueva nieve”


DOUGLAS TÉLLEZ




Quizás viaje a la ciudad



Quizás viaje a la ciudad este verano.
Quizás no dé tiempo para recoger
todos los fragmentos de rotos espejos.
Quizás no logren volar los pichones a su abandonado nido.
Quizás mis manos ya no puedan rozar el césped y podar
las ramas de los almendros florecidos.
Quizás ya no me reconozca el perro medio ciego, aunque me
ladre o dócil mueva la cola.
Y los niños que dormían en los lactantes pechos,
serán rudos hombres con un cigarro en los labios,
con la mirada entorpecida por el trabajo en la fábrica.
Quizás esa ciudad que busco, ya no existe, solo es mi terca ilusión
por encontrar el viejo camino de regreso.


RODRIGO QUIJANO




Fandango



¡Qué altos están los cerrojos!
¡Qué cortos mis dedos de hierba!

Le pediré a Febrero que traiga
sus alas de luna bermeja,

que quiero alcanzar los pestillos
de un cuarto desnudo en la niebla

―que quiero zurcir las paredes
con hilos de plomo y centella.

¡Rogad a Febrero que corra
con pasos de lluvia ligera!

que debo sellar los sepulcros
de un kiosco varado en la sierra.

¡Ay, corazón de la Noche,
granada de carnes morenas,

prestadme tus alas de lumbre!
¡Prestadme tu paño de pena!