jueves, 30 de noviembre de 2017

FERNANDO DE LA CRUZ




Oda al dolor del mundo



¿Será común decir “me duele el mundo”
como duelen los pies sobre el asfalto
lleno de vidrios rotos en estrellas
o como duele el humo de los coches
que con el sol invade mi ventana?

No hay remedio
contra las balaceras que caen por temporadas
y desbordan los ríos, ni contra terremotos
ni crisis financieras; nada alivia a los niños
que trabajan en los supermercados
ni aquellos reclutados por ejércitos,
grupos de choque o mafias.

Y los extorsionados que cierran su negocio
por no poder pagar; y los maestros
con sus “quinientas horas semanales”,
como reza el poeta, el maestro Parra; y las violadas
y también los violados;
y el que quiere votar y ya no puede
porque un pariente o jefe vendió su credencial…

Y todos los etcéteras del universo entero.

Duele el miedo
de salir a la calle. Duele el paso
que damos los migrantes
como duelen también los que se quedan
sin posible salida en su dolor.

Es un lugar común imprescindible
decir “me duele el mundo”
pero no es suficiente
pues el dolor que cabe en una frase
es menor a la suma de sus partes



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