Oda al dolor del mundo
¿Será
común decir “me duele el mundo”
como
duelen los pies sobre el asfalto
lleno
de vidrios rotos en estrellas
o como
duele el humo de los coches
que con
el sol invade mi ventana?
No hay
remedio
contra
las balaceras que caen por temporadas
y
desbordan los ríos, ni contra terremotos
ni
crisis financieras; nada alivia a los niños
que
trabajan en los supermercados
ni
aquellos reclutados por ejércitos,
grupos
de choque o mafias.
Y los
extorsionados que cierran su negocio
por no
poder pagar; y los maestros
con sus
“quinientas horas semanales”,
como
reza el poeta, el maestro Parra; y las violadas
y
también los violados;
y el
que quiere votar y ya no puede
porque
un pariente o jefe vendió su credencial…
Y todos
los etcéteras del universo entero.
Duele
el miedo
de
salir a la calle. Duele el paso
que
damos los migrantes
como
duelen también los que se quedan
sin
posible salida en su dolor.
Es un
lugar común imprescindible
decir
“me duele el mundo”
pero no
es suficiente
pues el
dolor que cabe en una frase
es
menor a la suma de sus partes
No hay comentarios:
Publicar un comentario