"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 21 de octubre de 2016
ELADIO CABAÑERO
Ocaso
El hombre hacia el Ocaso es una hoguera
que el viento -el tiempo en crines extendidas-
arrastra a galopar lejos, sin bridas,
como un caballo oscuro, a la carrera.
Como una oculta nave timonera
repta sus aguas. No sabe qué heridas
le duelen más, qué muertes ni qué vidas,
sólo como una piedra de cantera.
Lleva un trozo de amor deshilachado
en los bolsillos, sueña el ciego anhelo
de encomendar a un hijo esta aventura.
A veces es un perro apaleado
que arrastra su dolor, pegado al suelo,
oliendo ya su propia sepultura.
JOSEP CARNER
Cada mirada nuestra está empañada;
cada palabra, esclava.
Nuestras vidas abate cada día
quien, por odio a la paz, nos unce al yugo.
¡Oh Dios, que con castigos nos adviertes.
Que el son de nuestro llanto dulce te suene.
Tus siervos aman estas piedras suyas,
se compadecen de su triste polvo.
Da a nuestros días savia de esperanza;
cruel es todo poder si tu mirada huye;
que te obedezca siempre quien a ti se confía:
destruido será quien se creía a salvo de tu enojo.
Tú, que aventajando en piedad a los jueces,
salvas con la mirada al condenado,
levanta los despojos de lo que un día fuimos,
danos alguna prenda de tu benignidad.
Dura el tiempo de prueba una jornada;
tu castigo, una noche.
Nunca será perpetuamente removida
la tierra que has creado.
Que se oiga nuestra voz, que hoy nos ahoga,
en cántico inmortal.
Salva, bajo columnas renacientes,
nuestro solar paterno.
Que el oro de tu asoleo
consuele los barrancos y corone la cima
cuando tu aliento nos retires
y en tierra nos conviertas de la que un día vinimos.
cada palabra, esclava.
Nuestras vidas abate cada día
quien, por odio a la paz, nos unce al yugo.
¡Oh Dios, que con castigos nos adviertes.
Que el son de nuestro llanto dulce te suene.
Tus siervos aman estas piedras suyas,
se compadecen de su triste polvo.
Da a nuestros días savia de esperanza;
cruel es todo poder si tu mirada huye;
que te obedezca siempre quien a ti se confía:
destruido será quien se creía a salvo de tu enojo.
Tú, que aventajando en piedad a los jueces,
salvas con la mirada al condenado,
levanta los despojos de lo que un día fuimos,
danos alguna prenda de tu benignidad.
Dura el tiempo de prueba una jornada;
tu castigo, una noche.
Nunca será perpetuamente removida
la tierra que has creado.
Que se oiga nuestra voz, que hoy nos ahoga,
en cántico inmortal.
Salva, bajo columnas renacientes,
nuestro solar paterno.
Que el oro de tu asoleo
consuele los barrancos y corone la cima
cuando tu aliento nos retires
y en tierra nos conviertas de la que un día vinimos.
Versión de José Corredor-Matheos
De: "Ocho siglos de poesía catalana"
RENE CHAR
He
paseado a orillas de la Folie.
A las preguntas de mi corazón,
Si no las planteaba,
Mi compañera cedía
-Así de imaginativa es la ausencia.
Y sus ojos decrecientes como el Nilo violeta
Parecían contar interminablemente sus ganancias que se extendían
Bajo las piedras frescas.
La Folie se tocaba con largas cañas cortantes.
En alguna parte aquel riachuelo vivía su doble vida.
El oro cruel de su nombre, súbitamente invasor,
Acudía a presentar batalla a la fortuna adversa.
A las preguntas de mi corazón,
Si no las planteaba,
Mi compañera cedía
-Así de imaginativa es la ausencia.
Y sus ojos decrecientes como el Nilo violeta
Parecían contar interminablemente sus ganancias que se extendían
Bajo las piedras frescas.
La Folie se tocaba con largas cañas cortantes.
En alguna parte aquel riachuelo vivía su doble vida.
El oro cruel de su nombre, súbitamente invasor,
Acudía a presentar batalla a la fortuna adversa.
Versión de Jorge Riechmann
CARLOTA CAULFIELD
Y sobre todo
Inmutable e infinito
es tu cuerpo
de venado salvaje:
Es tu pelo
todos los árboles
Son tus ojos
todas las luces
Es tu nariz
todos los puentes
Son tus labios
todos los caminos
Es tu cuello
todas las canteras
Son tus hombros
todos los pilares
Tu pecho
todas las geografías
tus brazos
todos los vientos
Tu vientre
todas las espesuras
Tus piernas
todas las transformaciones
Inmutable e infinito:
eres
Inmutable e infinito
es tu cuerpo
de venado salvaje:
Es tu pelo
todos los árboles
Son tus ojos
todas las luces
Es tu nariz
todos los puentes
Son tus labios
todos los caminos
Es tu cuello
todas las canteras
Son tus hombros
todos los pilares
Tu pecho
todas las geografías
tus brazos
todos los vientos
Tu vientre
todas las espesuras
Tus piernas
todas las transformaciones
Inmutable e infinito:
eres
MIRANDA GUERRERO VERDUGO
2.
Mamá
moja sus palabras en mis ojos.
Desde hace años la verdad le pica el pecho
y sus labios son una perla de pellejos blancos.
—Es porque la penitencia vive en nuestras bocas,
solía decir mi abuela, muerta de hambre.
Desde hace años la verdad le pica el pecho
y sus labios son una perla de pellejos blancos.
—Es porque la penitencia vive en nuestras bocas,
solía decir mi abuela, muerta de hambre.
De: La cal de sus manos
MARÍA CHOZA
El
campo en un vestido
Iban
dos mujeres
caminando
por la plaza,
las
vi desde esta puerta.
Ambas
usaban largas telas
que
tocaban los suelos
y
todo hombre que las tuvo.
Una
mujer llevaba en su vestido un rascacielos,
vi
muchos edificios
y
personas que saludaban con cara de ventana,
vi el
ritmo de los autos,
dos
niños besándose.
La
otra paseaba una llanura verde y fresca,
vi
flores colgando de cada hilo,
al
sol borracho de mañana,
un
gallo que cantaba como el mismo oeste,
vi tu
cara,
y una
vaca pintita en la tela
viéndome
mirar a la mujer del vestido.
De: Los campos no Elíseos
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