"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 5 de mayo de 2020
WANG WEI
El sendero de la montana
Guijarros
blancos en el lecho del río,
Hojas
enrojeciendo en el frío otoñal-
Aún
sin que haya una sola gota de lluvia en el sendero
De
la montaña, la ropa se humedece en ese aire tan verde.
DULCE MARÍA LOYNAZ
En
el valle profundo de mis tristezas, tú te alzas
inconmovible
y silencioso como una columna de oro.
Eres
de la raza del sol: moreno, ardiente y oloroso
a
resinas silvestres.
Eres
de la raza del sol, y a sol me huele tu carne quemada,
tu
cabello tibio, tu boca oscura y caliente aún
como
brasa recién apagada por el viento.
Hombre
del sol, sujétame con tus brazos fuertes,
muérdeme
con tus dientes de fiera joven,
arranca
mis tristezas y mis orgullos,
arrástralos
entre el polvo de tus pies despóticos.
¡Y
enséñame de una vez -ya que no lo sé todavía-
a
vivir o a morir entre tus garras!
SANTIAGO KOVADLOFF
Docencia
Una desconocida se enamoró de mí.
Dicen que fue anoche, oyéndome hablar sobre
Atenas.
Sin embargo, mientras hablaba
y mis palabras iluminaban su corazón
con el fulgor de antiguas virtudes griegas,
yo pensaba en las delicias de la pesca de
la trucha
y en la sombra oscilante del sauce en setiembre,
cuando se ha bebido mucho y sólo se desea
un buen sitio para dormir.
Llevo en esto muchos años.
¿Cómo esperar comprensión de una mujer
enamorada?
Una desconocida se enamoró de mí.
Dicen que fue anoche, oyéndome hablar sobre
Atenas.
Sin embargo, mientras hablaba
y mis palabras iluminaban su corazón
con el fulgor de antiguas virtudes griegas,
yo pensaba en las delicias de la pesca de
la trucha
y en la sombra oscilante del sauce en setiembre,
cuando se ha bebido mucho y sólo se desea
un buen sitio para dormir.
Llevo en esto muchos años.
¿Cómo esperar comprensión de una mujer
enamorada?
De: “Ciertos hechos”
JUAN CARLOS SUÑEN
20
Y hoy va sin testamento, sin lección, se figura,
ebrio tal vez, que va dispuesto a darse,
ahora sí, para siempre;
a entregarse jurando:
nunca mds, no y no. Pero ¿qué hizo?
Quizá esa misma tarde
alguien había contado, ¿para él? , cómo un día
arrojó (poco importa
la causa) el cigarrillo
con rabia al aire. Pero van ustedes
a pensar que les miento, demoraba
su final apurando
su anís, dio no se cuántas
vueltas y luego ¡zas!
cayó de pie, ide pie! Las probabilidades...
proseguía en el tono
de quien quiere decir: sólo yo he sido
el elegido del milagro. ¿Qué
pudo, o en qué prodigio
comparable siquiera fundó él su privilegio,
qué dejadez ganó?
De: "La prisa"
CARL SANDBURG
Asesinos
A vosotros canto
con voz queda, como la del hombre que habla con su hijo
muerto;
con la dureza de un hombre esposado,
sujeto allí donde no puede moverse.
Bajo el sol
hay dieciséis millones de hombres
elegidos por sus dientes brillantes,
su buena vista, sus piernas duras
y porque corre en sus muñecas la sangre caliente y joven.
Y un jugo rojo corre por la verde hierba;
y un jugo rojo empapa la oscura tierra.
y los dieciséis millones asesinan...y asesinan y asesinan.
Nunca los olvido, ni de noche ni de día:
me golpean la cabeza para que los recuerde,
me baten el corazón y yo les devuelvo el grito
y grito a sus hogares y mujeres, a sus sueños y juegos.
Despierto en plena noche y me llega el olor de las trincheras
y escucho la leve agitación de los que duermen en hilera...
Dieciséis millones de durmientes y piquetes a oscuras:
algunos ya durmientes para siempre,
algunos a punto de dormir mañana, dando tumbos, para siempre,
clavados tras la estela de la pena negra del mundo,
comiendo y bebiendo, empeñados en la faena... en un
largo trabajo de asesinos.
Dieciséis millones de hombres.
A vosotros canto
con voz queda, como la del hombre que habla con su hijo
muerto;
con la dureza de un hombre esposado,
sujeto allí donde no puede moverse.
Bajo el sol
hay dieciséis millones de hombres
elegidos por sus dientes brillantes,
su buena vista, sus piernas duras
y porque corre en sus muñecas la sangre caliente y joven.
Y un jugo rojo corre por la verde hierba;
y un jugo rojo empapa la oscura tierra.
y los dieciséis millones asesinan...y asesinan y asesinan.
Nunca los olvido, ni de noche ni de día:
me golpean la cabeza para que los recuerde,
me baten el corazón y yo les devuelvo el grito
y grito a sus hogares y mujeres, a sus sueños y juegos.
Despierto en plena noche y me llega el olor de las trincheras
y escucho la leve agitación de los que duermen en hilera...
Dieciséis millones de durmientes y piquetes a oscuras:
algunos ya durmientes para siempre,
algunos a punto de dormir mañana, dando tumbos, para siempre,
clavados tras la estela de la pena negra del mundo,
comiendo y bebiendo, empeñados en la faena... en un
largo trabajo de asesinos.
Dieciséis millones de hombres.
Versión de Miguel
Martínez-Lage
De: "Poemas de guerra”
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