sábado, 23 de noviembre de 2019


ALFONSO CORTÉS





Verano



Una llama de viento
extiende su lamento
en un valle del alma,
mece una palma

un sutil oleaje
a una altura salvaje;
bajo la hierba mansa,
esta maldita

raza de mis pasiones
y de mis sensaciones;
que va a salto de cabras,
y sus palabras

cruzan el valle, llegan
a las grutas y juegan
en las selvas sagradas
de tus miradas

y dicen:— "Los acentos
que hay dentro de los vientos
son otros que sus ruidos;
los gemidos

de la luz, precipita
el fuego que gravita;
y en los poros del alma
suda la calma…"

Y yo observo detrás
de sus palabras, las
cifras en línea que
jamás sumé.


ANNE SEXTON




  
Ángeles caídos

                              (“¿Quiénes son?”
                     “Ángeles caídos que no eran bastante buenos
                       para ser salvados, ni bastante malos para ser
                         perdidos”, dice la gente del pueblo.)



Llegan a mi limpia hoja
de papel y dejan una mancha Rorschach.
No lo hacen por crueles,
lo hacen para darme un signo—
quieren forzarme, como dijo una vez Aubrey Beardsley,
a moverlo hasta que algo salga.
Aunque soy torpe,
cumplo.
Pues soy como ellos—
salvada y perdida a la vez,
cayendo como Humpty Dumpty
abajo del alfabeto.

Cada mañana los corro de mi cama
y cuando se meten en la ensalada,
revolcándose en ella como un perro,
los entresaco uno por uno
así como mi hija
entresaca las anchoas.
En mayo bailan sobre los junquillos,
gastando los dedos de sus pies
riendo como peces.
En noviembre,
mes del pavor,
chupan su niñez de las moras
y las vuelven agrias e incomibles.

Sin embargo son compañeros.
Distribuyen su magia
de Salvavidas Surtidas
y hacen menearse la vida.
Me acompañan al dentista
y protegen del taladro.
Al mismo tiempo,
van conmigo a clases
y mienten a mis alumnos.

Oh ángel caído,
compañero dentro de mí,
susurra algo sagrado
antes de que me pellizques
hasta el sepulcro.




PEDRO GANDIA

  


Pájaro lejano



Recuerdo aquel cristal de tiempo plano y frío.
Aquel amor primero.
Recuerdo su mullida voz blanquísima,
y aquellas dos columnas esbeltas de sus piernas.
Recuerdo su mirar de flores de azabache
y aquellas mariposas que, en su pecho colérico
de arena, se estrellaban.
Recuerdo la espiral violenta de su boca,
las fresas de sus besos,
y recuerdo que un día se perdió bajo tierra.
Y yo me volví loco, y se llenó mi cama
de nervios y de ardillas.


De: "Sábana Blanca-Sábana Negra"


ANA LILIA FÉLIX PICHARDO





Moras en la cordillera IV



Nubes grisáceas
mariposa de cuento
lágrimas siempre.


SAUL IBARGOYEN





Ars poética 1966



—debemos borrar tantas palabras
inventar un sonido que no sea
el simple acuerdo
o el oscuro contrato entre dos letras
—deben morir las formas vivas
la tibieza del pájaro
los temblores de la boca
la piel latiendo desde el corazón
y su nostalgia ociosa
las flores que sorben el agua turbia
confundida normalmente con la sangre
—deben claudicar la trascendencia insólita
el adjetivo estridente
el sublime concepto y el orgasmo
y la humildad y el tedio y la locura
—y las musas (venales corrompidas puras
hermosísimas hipócritas)
deben ser entregadas a aquellos
que solamente han aprendido a poseerlas
—debemos borrar tantas palabras y morder
la raíz de cada sueño
y lograr el perfume
no la rosa
y repudiar las llamas y alcanzar el fuego.
—para quien toda lucha
es siempre un signo
una vibrante señal de advenimiento
un gesto de astronauta sostenido
en las sombras finales
que a la tierra llaman
—para quien crece de pie
entre los suyos
que aun no comprenden
el exacto por qué de su estatura
—para quien abre territorios
con su grito
y queda en el silencio
postergado
—para quien lleva distancia
en la mirada
y la extiende en caminos
y se aparta
—para quien designa banderas tomando
los poderes del aire
o del recuerdo
—para quien en su lecho
se abandona
a todos los misterios
—para quien sabe con dolor
desprenderse de lo humano
y pierde su condición
y su fiebre enrarecida
y su vieja sustancia
y deja de temer
porque así nace
—para quien desciende
en lo terrible de la carne
donde su eterno rostro
está multiplicándose
—para quien sólo aprende
a desnudar su terco hueso
y no canta
y no puede esperar
porque la muerte
porque el hambre
porque el amor y la bomba total
y muchas cosas
—para quienes ya no creen
en las palabras
debemos borrar toda palabra.



LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR





Elegía de las aguas



Verano, tú aún Verano, Verano del Reino de la Infancia
despliegas Edén de mañanas húmedas, de auroras y
esplendor de mediodía como el vuelo del águila
Verano de silencio hoy tan cargado de cólera bajo la
mirada del Dios celoso.
Hete aquí sobre nuestro destino duramente inscrito en la
carátula del siglo.
Las ciudades orgullosas yacen y gimen bajo un cielo sin
esperanza,
Traspasadas de venenos de relámpagos, los ríos no tienen
ya manantial ni recurso.
¡Ni un vaso de vino! ¡Ni un vaso de agua en las terrazas
transparentes
Donde sólo el agua apaga cuánta sed de inocencia!
¡Fuego! ¡Fuego! muros ardientes de Chicago ¡Fuego! ¡Fuego!
muros ardientes de Gomorra
Fuego sobre Moscú. Dios es el mismo para los pueblos sin
dios que no pronuncian la Palabra
—Oh, nieve, maná de esquimales, huracán de manos frescas
en la frente de los bosques vírgenes.
El Occidente, el Oriente, los pueblos extremos duermen
sobre la arena, proas de piedras derribadas por el
Atleta.
Es faraón de Egipto por la barba y el bastón de Moisés.
Señor, piedad por los diez justos, más piedad por la China
por la que oré tanto de niño
Piedad por ti que haces florecer el Verbo, que ornas con
guirnaldas el advenimiento de mayo como una garganta
noble.

¡Yo os invoco, Aguas del Tercer Día!
Aguas murmurantes de los manantiales, aguas tan puras de
las alturas, nieves, aguas de torrentes y cascadas
Aguas justas, vosotras Aguas de misericordia, os invoco
con un grito ritmado y sin arrepentimiento.
Aguas de los grandes ríos y de la mar más vasta y de la
mar más fastuosa.
Y tú sol, tú luna, que gobernáis las aguas del movimiento
contrario en que se confunde la Unidad.
Yo os lamento aguas lustrales por la expiación.
¡Que la noche se resuelva en su contrario, que de la muerte
renazca la vida, como un diamante de Aurora,
Como el circunciso cuando, revelada la noche, se eleva el
Sol Macho!
Vosotras también, Aguas impuras, porque seáis puras bajo
mi nombramiento
—El poema hace transparentes todas las cosas ritmadas.
Aguas de miasmas y cloacas, vosotras Aguas de las capitales
que arrastráis tantos colores, tantas alegrías tantas
esperanzas ¡Oh! tantos sueños abortados.

Aguas, corred, corred, id, id a la mar.
Lava la sal toda agua derramada toda agua arrepentida.
Señor, tú me habéis hecho Maestro-de-la-lengua.
A mí, el hijo del usurero, que nací pardo, y tan débil.
Mi madre me ha nombrado el impúdico, tanto ofendía la
belleza del día.
Vosotros me habéis otorgado el poder de la palabra en
vuestra justicia desigual.
Señor, escucha bien mi voz. ¡LLUEVE! Llueve
Y tú has abierto con tus brazos de rayo las cataratas
del perdón.
Llueve sobre Nueva York, sobre Ndiongolor, sobre
Ndialakhar.
Llueve sobre Moscú y sobre Pompidou, sobre París y sus
suburbios, sobre Melburne, sobre Messina, sobre
Morzine
Llueve sobre la India y sobre China —cuatro cientos mil
chinos son ahogados, doce millones de chinos son
salvados, los buenos y los malos.
Llueve sobre el Sahara y sobre el medio oeste, sobre el
desierto, sobre las tierras de trigo, sobre las tierras de
arroz,
Sobre las cabezas de paja, sobre las cabezas de lana.
Y renace la vida color de presencia.