sábado, 23 de noviembre de 2019

LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR





Elegía de las aguas



Verano, tú aún Verano, Verano del Reino de la Infancia
despliegas Edén de mañanas húmedas, de auroras y
esplendor de mediodía como el vuelo del águila
Verano de silencio hoy tan cargado de cólera bajo la
mirada del Dios celoso.
Hete aquí sobre nuestro destino duramente inscrito en la
carátula del siglo.
Las ciudades orgullosas yacen y gimen bajo un cielo sin
esperanza,
Traspasadas de venenos de relámpagos, los ríos no tienen
ya manantial ni recurso.
¡Ni un vaso de vino! ¡Ni un vaso de agua en las terrazas
transparentes
Donde sólo el agua apaga cuánta sed de inocencia!
¡Fuego! ¡Fuego! muros ardientes de Chicago ¡Fuego! ¡Fuego!
muros ardientes de Gomorra
Fuego sobre Moscú. Dios es el mismo para los pueblos sin
dios que no pronuncian la Palabra
—Oh, nieve, maná de esquimales, huracán de manos frescas
en la frente de los bosques vírgenes.
El Occidente, el Oriente, los pueblos extremos duermen
sobre la arena, proas de piedras derribadas por el
Atleta.
Es faraón de Egipto por la barba y el bastón de Moisés.
Señor, piedad por los diez justos, más piedad por la China
por la que oré tanto de niño
Piedad por ti que haces florecer el Verbo, que ornas con
guirnaldas el advenimiento de mayo como una garganta
noble.

¡Yo os invoco, Aguas del Tercer Día!
Aguas murmurantes de los manantiales, aguas tan puras de
las alturas, nieves, aguas de torrentes y cascadas
Aguas justas, vosotras Aguas de misericordia, os invoco
con un grito ritmado y sin arrepentimiento.
Aguas de los grandes ríos y de la mar más vasta y de la
mar más fastuosa.
Y tú sol, tú luna, que gobernáis las aguas del movimiento
contrario en que se confunde la Unidad.
Yo os lamento aguas lustrales por la expiación.
¡Que la noche se resuelva en su contrario, que de la muerte
renazca la vida, como un diamante de Aurora,
Como el circunciso cuando, revelada la noche, se eleva el
Sol Macho!
Vosotras también, Aguas impuras, porque seáis puras bajo
mi nombramiento
—El poema hace transparentes todas las cosas ritmadas.
Aguas de miasmas y cloacas, vosotras Aguas de las capitales
que arrastráis tantos colores, tantas alegrías tantas
esperanzas ¡Oh! tantos sueños abortados.

Aguas, corred, corred, id, id a la mar.
Lava la sal toda agua derramada toda agua arrepentida.
Señor, tú me habéis hecho Maestro-de-la-lengua.
A mí, el hijo del usurero, que nací pardo, y tan débil.
Mi madre me ha nombrado el impúdico, tanto ofendía la
belleza del día.
Vosotros me habéis otorgado el poder de la palabra en
vuestra justicia desigual.
Señor, escucha bien mi voz. ¡LLUEVE! Llueve
Y tú has abierto con tus brazos de rayo las cataratas
del perdón.
Llueve sobre Nueva York, sobre Ndiongolor, sobre
Ndialakhar.
Llueve sobre Moscú y sobre Pompidou, sobre París y sus
suburbios, sobre Melburne, sobre Messina, sobre
Morzine
Llueve sobre la India y sobre China —cuatro cientos mil
chinos son ahogados, doce millones de chinos son
salvados, los buenos y los malos.
Llueve sobre el Sahara y sobre el medio oeste, sobre el
desierto, sobre las tierras de trigo, sobre las tierras de
arroz,
Sobre las cabezas de paja, sobre las cabezas de lana.
Y renace la vida color de presencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario