jueves, 14 de febrero de 2013

RENATO LEDUC





El aula



El maestro de griego nos decía: Las palabras
macularon su antigua pureza. Las palabras
fueron antes más bellas... Las palabras...

Y la voz del maestro se quedaba prendida
de una tela de araña.
Y un muchacho con cara de Hamlet repetía:
Palabras... Palabras... Palabras...

Pequeños refranes: El que calla otorga.
Oh amada,
que calzas tus frases con chanclos de goma,
pero nunca otorgas.

¿Conoces la nueva?
El silencio es oro, la palabra es plata.
Ergo, pignorables.
Y existen palabras que solo se dicen
en casos fortuitos,
como la palabra del Abracadabra...

El maestro sigue diciendo palabras.
El arte... la ciencia...
Algunas abstrusas, algunas preclaras.

El muchacho con cara de Hamlet, bosteza;
y fuera del aula,
un pájaro canta
silencios de oro
en campo de plata...

GISELA GALIMI





Principio del principio



Puedo soltarme el pelo               
abandonarme en vos                   
estarme quieta.                     
Desordenar el sol en nuestra casa   
volver sobre mi                     
y encontrarte.                       
Dejar el equipaje,                   
disfrutarlo:                         
mi tierra prometida son tus manos.    



FRANCISCO RUIZ UDIEL






Poema para quedar inmune



Llevo una reja en mis dedos           
una prisión de viento que te habla     
tócame y seré libre                   
llevo dos ojos que se abren           
grandes en  la noche                   
y un abismo que separa                 
a mi  cuerpo                           
de otro cuerpo                          

Cuatro millones de años               
me encerraron                         
cuenco aire en un costado             
y me devuelve al suelo                 
incluso la libertad aterra             
en el último instante

no me reconozco                       
en una madrugada de traidores         
en una hoja oxidada                   
por el olor de mis muertos             
ni en  la fría corteza                 
de los  árboles que esperan           
será que ya me acostumbré             
a que me entierren en los ojos         
una amarga tarde                       
y dos agujeros de cielo

¿Qué más puede herirme?       


CRISTIAN COTTET






El infiel




Tú eres una de las dos mujeres que
amo; la otra aún la desconozco o se ha
perdido entre húmedos sonidos que se ignoran.
Tú eres una de las voces
que recurro para escuchar palabras
que no suenan.
Tú eres una de las tres mentiras más
grandes que he debido emitir. Eres un
espasmo junto a otro desencuentro que
desvanece. Tú eres una de las dos mujeres
que beso por la noche, la otra semeja
la fragancia, un roce,
el tibio roce que enloquece,
y recrimina anhelo furtivo de tenerme
sin excusas. Tú eres aquella donde macera
el fruto mezquino del trabajo,
el golpe de suerte, el derroche, la eufórica
amenaza de no asirte entre mis labios
cuando descanso perdido en mi destierro.

Tú eres una de las dos mujeres que
amo; sin embargo, estas palabras, estas pequeñas
letras espontáneas, desordenadas y de febril significado,
nacen de un recuerdo
que dejara aquella que aún desconozco. Pero
tú, tú y sólo tú eres una de las dos mujeres
que amo;
la otra espera,
                    aunque aún la desconozco.


ANDRÉS NEUMAN





Haikus



Persecución.
En el retrovisor
la luna llena.



MARCELA COLLINS






2) Alta de brillo



Ella se hace alta de brillo
se encandila,
se marea de goces absurdos
por unos ojos que la juegan.
Ella se muerde, se aprieta,
se anuda y se ahoga
el deseo
para que no dejen de jugarla.
Ella se anima a la herejía
de excitar al aire
con total desparpajo.

De “En la Entrepierna”