domingo, 29 de diciembre de 2013

MARÍA MERCEDES CARRANZA




Cuando escribo sentada en el sofá

A la memoria de mi padre, quien
me enseñó las primeras palabras
y también las últimas.
(Arte poética)


Igual que la imagen de mi cara en el espejo
me recuerda cómo me ve la luz,
en mis palabras busco oír el sonido
de las aguas estancadas, turbias
de raíces y fango, que llevo dentro.
No eso, sino quizás un recuerdo:
¿volver a estar en uno de aquellos días
en los que todo brillaba, las frutas en el frutero,
las tardes de domingo y todavía el sol?
El golpe en la escalera de los pasos
que llegaban hasta mi cama en la pieza oscura
como disco rayado quiero oír en mis palabras.
O tal vez no sea eso tampoco:
solo el ruido de nuestros dos cuerpos
girando a tientas para sobrevivir apenas
el instante.
Yo escribo sentada en el sofá
de una casa que ya no existe, veo
por la ventana un paisaje destruido también;
converso con voces
que tienen ahora su boca bajo tierra
y lo hago en compañía
de alguien que se fue para siempre.
Escribo en la oscuridad,
entre cosas sin forma, como el humo que no
vuelve,
como el deseo que comienza apenas,
como un objeto que cae: visiones de vacío.
Palabras que no tienen destino
y que es muy probable que nadie lea
igual que una carta devuelta. Así escribo.



RAFAEL DEL CASTILLO MATAMOROS




Un signo



Camino por el campo de la batalla
buscando entre los escombros
un indicio de vida
una palabra extraviada en el aire
el zumbido de una mosca…
Tal un animal hambriento 

Escarbo la tierra ansiosamente
en pos de un trozo de vida que llevarme a la boca
de un signo que saborear acuclillado
entre las piedras


ÁLVARO MUTIS





Diez Lieder


VI. En alguna corte perdida...

En alguna corte perdida,
tu nombre,
tu cuerpo vasto y blanco
entre dormidos guerreros.
En alguna corte perdida,
la red de tus sueños
meciendo palmeras,
barriendo terrazas,
limpiando el cielo.
En alguna corte perdida,
el silencio
de tu rostro antiguo.
¡Ay, dónde la corte!
En cuál de las esquinas del tiempo,
del precario tiempo
que se me va dando
inútil y ajeno.
En alguna corte perdida
tus palabras
decidiendo,
asombrando,
cerniendo
el destino de los mejores.
En la noche de los bosques
los zorros buscan
tu rostro. En el cristal
de las ventanas
el vaho de su anhelo.
Así mis sueños
contra un presente
más que imposible
innecesario.


JUAN FELIPE ROBLEDO


  

Muchacha del baño público



Seguramente no veré con estos ojos mortales
la historia de esta muchacha que imagino clara y afectuosa.

Seguramente sonreirá con descaro
y tocará las espaldas de los que esperan frente a la estación. 

Habría deseado contemplar
su lento detenerse en callejuelas
y la forma como se prende de la solapa de un marino. 

Nada de esto conoceré, no podré disfrutar un estofado de pescado
junto a ella contemplando el undoso río. 

Sin embargo, parece que la conozco de siempre
cuando imagino esta tarde el regreso a casa
(deteniéndome por dulces y pan y miel)
para intentar convocar su cuerpo, su presencia
de bailarina a destiempo,
de amiga entre abrojos.


HÉCTOR ROJAS HERAZO



El amigo


De pronto me miró,
solitario el que más como ninguno.
Me miró con sus ojos y sus huesos
y sus desnudos pies entre zapatos.
No pude resistirlo (el hombre no soporta
lo que mira hasta el fondo).
A espaldas de él estaba el paraíso
con todos sus demonios y pucheros
y papá Dios haciendo sus globitos.
Y de este lado estaba la consola,
los muebles, los testigos de la sala.
Y el amigo sentado en su silleta.
Mirándome, sentado, respirando.


GONZALO MÁRQUEZ CRISTO




Oficio de olvido



Una mujer se besa en el espejo, se oculta con su alma, el agua es su soledad.

Un niño escondido en un armario intenta morir.

Las lágrimas de un hombre caen en su taza de café.

Una adolescente con el índice detiene la manecilla del reloj y se estremece.

En el viento hay un mensaje que no comprenderemos.

Tu sombra se rebela.

Nos preparamos para huir de todo lo que amamos.

Quien no parta será olvidado.

El viento dialoga con el fuego.

Espero mi voz.

Viajar también es lo contrario a la muerte.

Mientras la semilla engañe al pájaro no estaremos perdidos.

Nos amaremos en otros rostros.

Nadie se oculta en la memoria.

¿Vendrá alguien a enterrar nuestros nombres?