domingo, 2 de febrero de 2020


JORGE MADRID





El calendario del exilio



Es un pez resignado a la contemplación
de los anzuelos,
la diligencia de contar la correspondencia como astros asfixiados por la noche.
Un discurso forjado de pieles domesticadas por el insomnio.
El exiliado obedece a un instinto dromedario,
sin oasis a donde beber el hastío
de las calles.
Su equipaje es la mirada
de un tigre envejecido sobre la muerte.
Una corbata exactamente ajustada
al país que lo devora.
(La esperanza tiene el cuerpo de una oruga)
Los álbumes son un conjunto de aristas, colgados como una colmena
de la voz.
Su sed es una bandada de pájaros
varados en alguna frontera.
Lee con devoción la caligrafía
de los auditorios,
para no perecer en la desembocadura
de su lamento.
Engaña la memoria sobre la benevolencia
de un ajedrez.
Sabe que al final de la jornada
lo espera un silencio,
entrañable de habitación.


CIRCE MAIA




Por detrás de mi voz



Por detrás de mi voz
–escucha, escucha–
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas y canta.
Dicen que no están muertos
–escúchalos, escucha–
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Dicen que ahora viven
en tu mirada
(sostenlos con tus ojos,
con tus palabras,
sostenlos con tu vida,
que no se pierdan
que no se caigan

BLANCA ELENA PANTIN





 
Una luz titilante
cruza el marco de la ventana
verde, blanca
luz-lámpara
Repliega sus alas
y descansa de su largo viaje,
la luciérnaga



IRIS KIYA






Ya lo dijo mi padre
la soledad me permite habitar un grano de mostaza
mi soledad es la gula
-q-u-e- siento por aquellas semillas.
Cada mañana recojo un puñado,
saludo el retrato de Williams Carlos Williams
o el que imagino que es Williams Carlos Williams
(quien quiera que sea el hombre de la foto)
y pienso en la carretilla roja
en la pestilencia plumífera de las gallinas.
Todo cambió hasta hace un par de meses,
me condicionaron un personaje
un b-o-x-e-a-d-o-r-
un f-r-e-a-k-
un g-i-g-a-n-t-e-
pero a mí no me importa el susodicho personaje
solo deseo habitar los granos de mostaza
              mirar la foto de Williams Carlos Williams
                                          rezar(le),
pedir(le) que cuide a las gallinas
y la irrisoria figura de Evelyn
ella me ignora cada vez que arrojo puñados de mostaza al criadero de gallinas
y pienso en la lejanía de su cuerpo,
de su mente.
La noche me sirve para enredarle a Evelyn (la pendenciera)
granos de mostaza en sus cabellos almidonados de estiércol
Ella se dejaba caer en la noche,
como un sembradío de mostaza.
Me gustaba verla en aquella cama carcomida por los abetos
empapada en sudor por la cantidad de mantas viejas
-q-u-e- cubrían su cuerpo
Evelyn,
la mujer más irrisoria,
más que todas las gallinas de aquella finca
más que todos los pedazos de colillas que escondía bajo su almohada.
Odiaba la mostaza.
Odiaba la foto de Williams Carlos Williams.
Odiaba mi carretilla roja.
El olor que despedían las gallinas
y todas las veces que la gente me condicionaba un personaje
un b-o-x-e-a-d-o-r-
un f-r-e-a-k-
un g-i-g-a-n-t-e-
Ya lo dijo mi padre
la soledad me permite habitar un grano de mostaza
y olvidar la irrisoria sonrisa
de Evelyn combatiendo con las gallinas
en el estiércol.

CARMEN NOZAL





Libertad



Íbamos a tocar el viento
pero salieron a nuestro encuentro árboles
y nos dijeron:
“No se puede tocar el viento con las manos”.
Las manos fueron hechas para tocar el barro.
Para tocar la tinta.
Las hojas fueron hechas para ser tocadas por el viento.


De: Un látigo para domar la lengua


INGRID BRINGAS






El hogar está tan lejos del hogar



Salí temprano – a visitar a mi padre
sus ojos tenían el silencio – le dije
y la voz de sus ojos era más honda que todas las cosas
un pájaro se acercó a la ventana
miró con sus ojos raudos la cama que no era cama
el hogar que no era hogar
quise entonces posar mi mano en la rama de su cuerpo
yo balbuceaba en un silencio de luz
sobre un piso blanco
un aroma a lejía
un olor a muerte en todas partes y el sol quemaba
era verano, el hogar para morir está tan lejos de la muerte de mi padre.