martes, 23 de julio de 2013

ISABEL FRAIRE



  
Mi amor descubre objetos 


mi amor descubre objetos
sedosas mariposas
se ocultan en sus dedos 

sus palabras
me salpican de estrellas 

bajo los dedos de mi amor la noche
brilla como relámpago 

mi amor inventa mundos en que habitan
serpientes cuajadas de brillantes 

mundos en que la música es el mundo
mundos en que las casas con los ojos abiertos
contemplan el amanecer 

mi amor es un loco girasol que olvida
pedazos de sol en el silencio 



JUAN LARREA



  
Brisa loca



Un esplendor sin velos en el hueco del aire
¿quién no ama a las gaviotas que desprenden tus buenos modales?
quemando impaciencias en el corazón del mar
deja ondear el ritmo de una veleta altanera
por otra parte nada es más digno de ti que
el pudor de un párpado humedecido

(pero tú te equivocas de
tristeza y de lámpara
soñadora
pequeña casa gris
tristeza de la lámpara
de las abnegaciones en el fondo marítimas
por una extraña coincidencia
camisa gris apenas
con toda el alba esencial de una botadura de barco
me  deslizo camisa
hacia el infinito
me deslizo
camisa
con placer)



LUISA CASTRO





Más que en los anzuelos...



                             Más que en los anzuelos.

Aún más que en mi dedo gordo
con un anzuelo
en vez de robalizas.

Aún más que en el anzuelo que tengo en el corazón
en vez de robalizas.

Más aún que en la cabeza de robaliza que tengo
en vez de anzuelos.

Más, más que en los anillos que hago para ti
con anzuelos de robalizas.


De "Ballenas"

MARIO BENEDETTI





Once



Ningún padre de la iglesia
ha sabido explicar
por qué no existe
un mandamiento once
que ordene a la mujer
no codiciar al hombre
de su prójima.



SERGIO MONDRAGÓN





El alma secreta de las cosas



El alma secreta de las cosas
en el cuerpo de la carne:
el principio del alma.
en la escoba con que barro en la forma
de mi mano:
la puerta hacia el paraíso.
en la sombra de la araucaria
sobre el muro
en los brotes verdes y negros
de la jacaranda en primavera
en el sonido en la campana y en el ruido
de esas alas:
la clave de tus tristezas
la respuesta buscada la palabra
perdida.
en la nube que tapa el sol
mientras dialogas
en el sonido del timbre
un segundo antes de descargar el golpe
en el canto de los pájaros
mientras abrazas a tus hijas:
la respuesta fugaz del universo.
en el aburrimiento en la desolación en la melancolía
en la mitad del túnel
la escuela tenaz
el sufrimiento justo y real
el pago exacto de tus deudas.
por eso:
hay una alma en cada cosa hay
un lenguaje secreto que debemos aprender hay
un sujeto y su sombra en el espejo del agua hay
una llave de oro en las palabras hay
una clave rellana de tierra en los cuerpos hay
un campo magnético que comunica tus rodillas
y mis manos
que comunica todo lo viviente y hasta el polvo
con tus alados pensamientos.
por eso:
abre los ojos y destapa las orejas
no seas el fariseo sin orejas ni ojos
no sea yo la negación de todo este paisaje
bien dibujado en el trasfondo de lo real
de lo que llamas vida
no sea yo el que cierre los oídos y la voz
a tantos ojos vivos a tanto sagrado ruido
a todo ese esfuerzo de la vida por mostrarnos
sus pechos y su alma


CARLOS PELLICER




La primera tristeza ha llegado. Tus ojos...



La primera tristeza ha llegado. Tus ojos
fueron indiferentes a los míos. Tus manos
no estrecharon mis manos.
Yo te besé y tu rostro era la piedra seca
de las alturas vírgenes. Tus labios encerraron
en su prisión inútil mi primera amargura.
En vano tu cabeza puse en mi hombro y en vano
besé tus ojos. Eras el oasis cruel
que envenenó sus aguas y enloqueció a la sed.
Y se fue levantando del horizonte una
nube. Su tez morena voló a color. De nuevo
fue oscureciendo el tono de los días de antes.
yo abandoné tu rostro y mis manos
ausentaron las tuyas. Mi voz se hizo silencio.
Era el silencio horrible de los frutos podridos.
Oí que en mi garganta tropezó la derrota
con las piedras fatales.
Yo me cubrí los ojos
para no ver las lágrimas que huían hacia mí.
Luego tú me besaste, dijiste algo. Yo oía
llorar mis propias lágrimas en el primer silencio
de la primera tristeza. El alma  de ese día
llegó de lejos -tu alma- y se quedó en mi pecho.