domingo, 28 de marzo de 2021


 

MIGUEL EDUARDO BÓRQUEZ

 


 

Leerán algún día

 

 

Escribo para alguien que me espera.
No sabe que me espera. Cualquier día
encontrará la palabra quieta con su ansia
y le dirá mi sentido a su sentido.
Quizá resbale por ella y no la entienda.
Hay que respetar al tiempo. El sabe madurarnos.
Puede que la verde palabra bajo su sol grane
o que el alma tierna le urjan gravedades,
sonrisas entreveradas entre los grises,
alguna ortiga de ira que la irrite,
un moho triste que contenga salvaciones,
azulear fugitivo entre densos líquenes,
por la complejidad de serlo no decir hombre
en el recuerdo que despierta a la memoria
de esa sucesión de olvidos que es su sueño.
Algún día, alguien leerá lo que no he escrito,
pero su apariencia lo moverá a lo eterno.

 

 

EDGAR LEE MASTERS

 

 


  

Thomas Rhodes

 



Muy bien, ustedes, los liberales

y navegadores de los reinos del intelecto,

marineros que pasan por alturas de fantasía,

sacudidos por corrientes erráticas, tropezando con bolsas

de aire,

ustedes, los Margaret Fuller Slacks, Petits

y Tennessee Claflin Shopes...¹

Encontraron con todo y su famosa sabiduría

lo difícil que es, por fin,

evitar que el alma se resquebraje en átomos celulares.

Mientras nosotros, los que buscamos los tesoros terrenales,

los que asimos y acaparamos el oro,

estamos íntegros, firmes, en armonía,

hasta el fin.


 

1.- Son una novelista frustrada, un poeta y un librepensador, respectivamente: algunas almas poco convencionales del panteón de Spoon River (nota del traductor).

 

MÓNICA ZEPEDA

 

 

 


Encomienda

 



Pareciera que están en todas partes
las partes no incineradas de los sueños
de quienes quedamos vivos:

 

El sol —prefijo de la edad—,
la penúltima diástole del paro cardiaco
—lágrima herencia de uno mismo—.

 

Su compasión lía, cual red de precipicios,
los extremos del salto al instinto trapecista.
Su perpetua retórica es mañana de otra época
que, como ésta, nunca me perteneció.

 

Envuelta en el disfraz de la razón por sobre los latidos,
la promesa de mi agonía parpadea ante tus ojos
y mientras duerme aún inventa que sonríes
cuando eres cenizas.

 

Si tu muerte no ahoga mi alma, si se desborda
el duelo y en mis mejillas consigue sostenerse una palabra,
si de mi vientre nace la poesía, en algún momento le diré:
“Hija, tienes que vivir… tranquila”.

 


THOMAS VINAU

 

 


 

 

Los días púrpura

 



Un día mis hijos y yo iremos a caminar
al fondo de un bosque o a orillas de un rio
y nos toparemos
con uno de esos animalitos huérfanos
una ardilla una nutria un cuervo
un erizo una tortuga un zorro
una musaraña
entonces tendré que tomar el tiempo
de explicarles
que podemos tratar de ayudar
pero que en general
la vida sucede mejor siempre
lejos de nosotros

 

 
Sí   ese día vendrá
en el que deberé enseñarles
que el hombre no es un regalo
para el resto del mundo

 

 

ROSA OLIVEIRA

 

 


Arcilla

 



pasan personas
se cruzan en el tablero
miran las cebras al viento
circulan

 
yo sentada en la piedra verde
el verano agarrado a mis espaldas
como si yo existiera aquí
el invierno acecha
ronda
este año es siempre invierno
desciende ahora por dentro de mí dentro
entra por los ojos

 
en las fosas nasales reposan los sitios
de mi poeta
(como suele decirse)
el verano inclinóse en el sur
me partió por en medio
me dobló para siempre
ahora soy un papiro que cruje

 
aquí sentada en la piedra verde
esperando que la piedra cenicienta se abata
voy con la muerte de la mano
el agua acaricia mis pies ya ahogados
los pies inspiran las últimas bocanadas
se estremecen como peces fuera del agua
les digo adiós y parto
allí ofrezco mis pies
ahogados en la playa de la Consolación

 
una pequeña con red color de rosa
busca invisibles peces

 

 

PEDRO MEXIA

 


 

Ella se quedó

 



Yo no esperaba que Kim
Novak cubriera con su
abrigo o cobertor no sé
de seguro el cuerpo de Frank

 
Sinatra temblando, como si fuera
su hijo, toda la desfachatez
de él desecha en un gran frío,
convulsiones, las venas ávidas.

 
Preminger no era ningún
romántico, quería
la novedad de la crudeza más
que la reiteración de la piedad.

 
Pietà ¿en la Novak? Ni
Hitchcock se acordaría,
como a nadie se le ocurre
poner un hombre tal

 
como Frank en el suelo como
los niños, ella no sabía
que noche o tornado,
los brazos y piernas inútiles,

 
a martillazos, poco importa,
era el hombre de ella, le lanzó
las ropas encima, se anidó
con él en la tierra,

 
¿qué tienes tú?, ya pasó,
estoy aquí, ninguna fuerza,
aun las que no conozco,
es mayor que la mía si

 
la quisieres, o si no me la
pides, lo que te hace mal
yo lo hago bien, estaba así Kim
Novak arriba de él

 
y yo a la espera que
se fuese, ”ella se va
ahora”, pero ella se quedó.