sábado, 13 de julio de 2013

CARLA VALDÉS DEL RIO





Ero-Fragmentos
(Selección)


Porque no puedo forzar la noche
y deshacerla con tu nombre,
me extravío en tu temblor,
n a c i e n d o.


ISABEL FRAIRE




El viento acaricia…


el viento acaricia las dunas
forma olas, forma cordilleras, forma rostros
borra olas, borra cordilleras, borra rostros

el mar cae sobre la arena
la moja
avanza
       asciende
           un sucio collar de espuma
       se retira
queda la arena seca


el mar se levanta y corre hacia la arena
una y otra vez
        otra
        otra

ATENA RODÓ

  


Vientre de Lirios


Te miré tras el rabillo del ojo
inundaste la estancia toda
de jazmines azulados

Tus labios murmuraron
melodiosas frases élficas
locura presa de la carne

Besé tus párpados
hasta derramar sobre tu vientre
mil lirios humedecidos

En ese instante
te fundiste a mi
y morimos en gemidos
de un rojo anochecer.....



FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ




Romance de la niña Cordobesa



En su vecindad el tiempo
parece que no corriera,
pues el invierno es verano,
y el otoño, primavera:
Las noches se vuelven días,
los días no tienen fecha,
y cuando el sol se termina
parece que el sol empieza.
Sus ojos siempre lejanos
a pesar de su presencia
(porque miran de muy lejos
aunque miren de muy cerca)
son dos pájaros oscuros,
desterrados de la tierra:
Uno se llama nostalgia
y otro se llama tristeza.
Las mañanas y las tardes
de Córdoba son más bellas
que las del resto del mundo
porque las frente las sueña;
y las noches de los otros
(para mí no puede haberlas)
han aprendido su oficio
en la de su cabellera.
Su voz es como el arroyo
pensativo de la tierra,
que dulcifica el paisaje
por más huraño que sea,
pues aunque sus aguas dulces
van pensando en lo que piensan,
dejan como por descuido
una flor en cada piedra.
En mi vida he visto nada
como sus manos morenas
para alumbrar mi camino
con la luz de sus estrellas:
La derecha me señala
el rumbo de su cabeza.
Y el seguro derrotero
de su corazón la izquierda.
Su presencia es como el vino
que, junto a la chimenea,
toma el viajero cansado
para recobrar sus fuerzas,
mientras el viento y la lluvia
están llamando a la puerta,
como queriendo decirle
que en el camino lo esperan.
Quiero vivir en un mundo
maravilloso que tenga
su frente por horizonte
y sus ojos por fronteras,
sin más noches que la dulce
noche de su cabellera,
ni más estrella de plata
que las de sus manos buenas,
soñando mañana y tarde,
por única recompensa,
con el laurel de su nombre
para ceñir mi cabeza,
y dando todas las voces
musicales de la tierra
por una sola palabra
de la niña cordobesa.


RAFAEL DE LEÓN





Romance de la viuda enamorada



Siempre pegada a tu muro
y al filo de tus almenas;
siempre rondando el castillo
de tu amor; siempre sedienta
de una sed mala y amarga
de desengaño y arena.

Por qué te querré tanto?
Por qué viniste a mi senda?
Quién hizo brillar tus ojos
en la noche de mi pena?
Qué lluvia de mal cariño
quiso convertirme en yedra,
que va creciendo y creciendo
pegada a tu primavera?

Ay, que montaña de amor
tengo sobre mi cabeza!
Ay, que río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!

Yo estaba en mis campos hondos,
allí en Castilla la Vieja
durmiéndome entre molinos
y coplas rubias de siega,
y era mi vida una noria
monótona y polvorienta.

Mis hijos venían del campo,
con sus camisas abiertas,
y en el pulso de sus hombros
reclinaba mi cabeza.
Así, un día y otro día,
allí en Castilla la Vieja...

Una tarde ( por los nardos
subía la primavera... ).
Una tarde, vi tu sombra
que venía por la senda
dentro de un traje de pana,
tres vueltas de faja negra
y una voz dura y redonda
lo mismo que una pulsera.

-Buenas tardes, ¿hay trabajo?
-Sí-  te dije toda llena
de un escalofrío lento
que me sacudió las venas
y me quitó de encima
diez años de vida muerta,
bordando en mi enagua oscura
una rosa dulce y tierna.

-Está bien-  fueron tus gracias,
y, doblando la chaqueta
te sentaste a mi lado
en el borde de la senda.

Vive este amor de silencio
y entre silencio se quema,
en una angustia de horas
y en un sigilo de puertas.
El pueblo ya lo murmura
en una copla que rueda
todo el día por el campo
y de noche en la taberna.

Dicen que si soy viuda
y sacan el muerto a cuestas;
dicen, que si por mis hijos
me debía dar vergüenza...
Dicen, tantas cosas, tantas,
que las paredes se llenan
de vidrios y maldiciones
y hasta a veces de blasfemias.

Mi hijo el mayor (veinte años,
dulce y moreno), con pena,
me habló esta mañana: -Madre,
ese traje no te sienta,
ni esas flores, ni ese pelo,
ni ese pañuelo de hierbas...
Yo no me atreví a mirarlo,
y me sentí muy pequeña,
como si fuese mi madre
la que hablándome estuviera.

-Por nosotros, tu no debes
vestirte de esa manera...

¡Ay, por vosotros! Os di
todo el trigo de mi era;
todavía de vosotros
mi cintura tiene huellas.
¡Sangre mía que anda y vive
y a mí me va haciendo vieja!
¿Pero es que yo ya no tengo
derecho a querer? ¿Qué ciega
ley me prohíbe que al sol
deje mis rosas abiertas?
¿Y que me mire al espejo,
y que me vista de fiesta,
y que en mi jardín antiguo
florezca la primavera?...

¡Quiero y quiero y quiero y quiero!
Están en flor mis macetas;
diez ruiseñores heridos
cantan amor en mis venas,
y me duele la garganta,
y está mi voz hecha piedra
de tanto decir: "Te quiero
como a ninguno quisiera!"

¡Ay, qué montaña de amor
tengo sobre la cabeza!

¡Ay, qué río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!

¡Canten, hablen, cuenten, digan,
pueblo, niños, hombres, viejas...
que yo de tanto quererle
no sé si estoy viva o muerta!




AMADO NERVO



  
Expectación



Siento que algo solemne va a llegar a mi vida.
¿Es acaso la muerte? ¿Por ventura el amor?
Palidece mi rostro, mi alma está conmovida,
y sacude mis miembros un sagrado temblor.

Siento que algo sublime va a encarnar en mi barro
en el mísero barro de mi pobre existir.
Una chispa celeste brotará del guijarro,
y la púrpura augusta va el harapo a teñir.

Siento que algo solemne se aproxima, y me hallo
todo trémulo; mi alma de pavor llena está.
Que se cumpla el destino, que Dios dicte su fallo,
para oír la palabra que el abismo dirá.



GONZALO OSSES VILCHES




Otoño



Afuera; en las calles hay olvido de vehementes tormentas.
Afuera; desde las ramas de un árbol sigue brillando el sol.
Afuera; sopla el viento revolviendo las hojas apagadas
y el silencio se torna más mudo todavía.

Hay un gris que despierta en el aire deshojando mi aliento,
hay un rumbo que me invita a tomarlo por las veredas solitarias.
Seguirlo es, para mí, una manera de decir;
caminemos juntos.

Otoño siempre tiene algo de sueño escondido entre sus pliegues.
Es la manera de decirlo todo sin pronunciar palabra.
Es la pausa de algo, el por qué de alguien.
Es estar solo y a la vez acompañado
en la intimidad indecente de la conciencia.

El repiqueteo constante de una agradable nostalgia
que se vuelca sobre las calles que camino.
Es estar parado donde siempre quise:
sobre la sombra de un árbol desnudo.

Es recostarse en el calor de una vieja estación vacía,
esperando que alguien se lleve la mañana por delante
y seguir andando con las suelas llenas de hojas
hasta la próxima curva.

Otoño siempre tiene algo de sueño escondido entre sus manos
para dormirlo todo.

Soñarlo es para mí una manera de decir;
ven, el otoño, más que mío es tuyo,
más que tuyo, es nuestro…
ven, para que entremedio de los árboles sin hojas,
por una vez, por esta vez, caminemos juntos.