"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 28 de noviembre de 2020
BOB DYLAN
Dama
de los ojos tristes de las tierras bajas
Con tu boca de mercurio en la era de los misioneros.
Y tus ojos como de humo y tus rezos que parecen rimas,
Y tu cruz de plata, y tu voz de campanillas
¿Quién creen que podría enterrarte?
Con tu bolsillos por fin bien protegidos
Y tus visiones de tranvías que dejas sobre la hierba
Y tu piel de seda, y tu cara como el cristal
¿A quién crees que podrían convencer para que te llevara a cuestas?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Con tus sábanas como el metal y tu cinturón de encaje,
Y tu mazo de cartas sin la sota ni el as,
Y tus vestidos de sótano, y tu cara hueca,
¿Quién de ellos pudo pensar que podría adivinar lo que harías?
Con tu silueta cuando la luz del sol se va apagando
En tus ojos, donde nada la luz de la luna,
Y tus canciones de caja de cerillas y tus himnos gitanos,
¿Quién de ellos querría intentar impresionarte?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Los reyes de Tiro, con su lista de presos,
Esperan en fila sus besos de geranio.
Y tú no podías saber que ocurriría así
Pero, ¿quién de entre todos ellos desea realmente besarte?
Con las llamas de tu infancia en tu manta de medianoche.
Y tus modales a la española y las drogas de tu madre.
Y tu boca de vaquero, y tus elogios de toque de queda.
¿Quién de ellos crees que se te podría resistir?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Los granjeros y los negociantes decidieron entre todos
Enseñarte que lo que solían esconder eran los ángeles muertos.
Pero, ¿por qué tuvieron que elegirte a ti para que te pusieras de su
lado?
¿Cómo pudieron equivocarse contigo de ese modo?
Hubieran querido que cargaras con las culpas de lo de la granja,
Pero con el mar a tus pies y la fingida falsa alarma,
Y con el hijo de un maleante recogido en tus brazos,
¿Cómo iban a poder convencerte?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Con tus recuerdos de la calle de los enlatadores como láminas de metal,
Y tu marido de revista que tenía que irse algún día,
Y tu delicadeza de ahora, que no puedes ocultar,
¿Quién de ellos crees que te daría empleo?
Ahora estás con tu ladrón, estás en su libertad bajo palabra
Con el medallón sagrado que acabas de doblar con tus propios dedos.
Y tu cara de santa, y tu alma de fantasma,
¿Quién de entre todos ellos pudo jamás pensar que te podrían destruir?
Dama de los ojos tristes de las tierras bajas,
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie,
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja?
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?
Colección
Visor de poesía 1972
Versión de Antonio Rasines
TED HUGHES
Los compañeros de
juegos de Cuervo
Cuervo, solitario, creó a los dioses para sus juegos:
pero el dios de la montaña se liberó de él
y cuervo cayó de la pared pétrea de los montes
con lo que se vio muy reducido.
El dios fluvial sustrajo los ríos
a sus líquidos vivientes.
Un dios tras otro: y todos fuéronse liberando de él
robándole su hogar y su fuerza.
Cuervo vaciló, sus restos, inertemente despojados.
Era residuo de sí mismo, escupitajo de sí mismo.
Era lo que su mismo cerebro no alcanzaba a comprender.
Y así, el mínimo, el menos vivo objeto existente
fue merodeando sobre su grandeza inmortal
más solitario que nunca.
Versión
de Jesús Pardo
SAMUEL BECKETT
7.
Bebe solo...
bebe
solo
come quema fornica revienta solo como antes
los ausentes ya muertos los presentes apestan
saca tus ojos vuélvelos sobre las cañas
discuten quizás ellos y los ays
no importa existe el viento
y el estado de vela
Versión
de Jenaro Talens
BERTOLT BRECHT
Sobre
el pobre B.B.
Yo,
Bertolt Brecht, nací en los bosques negros.
Mi
madre me llevó hasta las ciudades
cuando
aún descansaba yo en su cuerpo. Y el frío de los bosques
quedará
en mí hasta el día de mi muerte.
En
la ciudad de asfalto está mi hogar. Desde el comienzo
estoy
armado con todo sacramento de muerte:
Con
diarios. Y tabaco. Y aguardiente.
Desconfiado
y perezoso y al fin satisfecho.
Soy
con la gente amable. Me pongo
siguiendo
la costumbre un hongo de sombrero.
Y
digo: son animales de especial olor.
Y
digo: no importa, también yo tengo ese hedor.
Al
medio día y en mis mecedoras
me
siento yo y al lado dos mujeres
y
sin cuidado las contemplo y entonces digo:
en
mí tienes a uno sobre el que nada puedes edificar.
Hacia
la tarde reúno en torno a mí a hombres
y
entonces nos decimos "caballero".
Tienen
sus pies sobre mi mesa
y
dicen: nos irá mejor. Y no pregunto nunca: cuándo.
Por
la mañana y en el gris temprano mean los pinos,
y
sus bichos, los pájaros, comienzan a chillar.
Hacia
esa hora bebo yo mi trago en la ciudad y arrojo
la
colilla y me duermo intranquilo.
Estamos
asentados sobre un género fácil
en
casas que se tuvieron por indestructibles.
(Así
edificamos las casas largas en la isla de Manhattan
y
las antenas finas que entretienen el mar atlántico).
De
esas ciudades quedará: el que por ellas fue, ¡el viento!
Haced
al que come, felices, la casa: él la vacía.
Sabemos
que somos provisorios
y
que tras de nosotros nada memorable vendrá.
En
los temblores, que vendrán, espero
no
apagar mi Virginia de amargura
yo,
Bertolt Brecht, a las ciudades de asfalto lanzado
de
los bosques negros en mi madre en temprana época.
LUIS ANTONIO DE VILLENA
El ciruelo blanco y
el ciruelo rojo
Museo
Atami
Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin.
Gozó del esplendor de la juventud en
los barrios de licencia, frecuentó el paladar
sagrado del deseo. Ordenó sus kimonos
en la seda más fina; pintó un fondo
de oro para lirios azules. Refinado y altivo,
no olvidó sin embargo (artista como era) la melancolía
fugaz del tiempo que transcurre.
En su madurez, con audaz virtuosisimo,
se dedicó sobre todo a la búsqueda estilística.
Creó lacas y biombos. Le hizo célebre
la perfección, el refinamiento de su
arte -lirios, ciruelos, dioses- decorativo.
Debió morir fascinado en la belleza,
rodeado por una seda extraña, tranquilo.
Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin;
su vida fue un culto a la efímera
sensación de la belleza. Al placer y al arte.
Y la vida le concedió sentir, ser traspasado
por el dardo febril de la hiperestesia.
Le llamaron excéntrico, dandy o esteta.
Pero no pidió más. Sensación por sensación.
Vivir, sentir, gozar. Sin más problemas.
De:
"Hymnica"
NÂZIM HIKMET
Vamos
a la luna...
Vamos
a la Luna
y más lejos todavía
a donde ni siquiera alcanzan los telescopios.
¿Pero cuándo la gente en nuestra Tierra,
dejará de pasar hambre
nadie tendrá miedo de nadie,
nadie mandará sobre nadie,
nadie maldecirá de nadie,
nadie robará a otro su esperanza?
Por esto soy comunista
para responder a esta pregunta.
26 de agosto de 1959
De
"Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo