sábado, 28 de noviembre de 2020

BERTOLT BRECHT

  


 

Sobre el pobre B.B.




Yo, Bertolt Brecht, nací en los bosques negros.

Mi madre me llevó hasta las ciudades

cuando aún descansaba yo en su cuerpo. Y el frío de los bosques

quedará en mí hasta el día de mi muerte.

 

En la ciudad de asfalto está mi hogar. Desde el comienzo

estoy armado con todo sacramento de muerte:

Con diarios. Y tabaco. Y aguardiente.

Desconfiado y perezoso y al fin satisfecho.

 

Soy con la gente amable. Me pongo

siguiendo la costumbre un hongo de sombrero.

Y digo: son animales de especial olor.

Y digo: no importa, también yo tengo ese hedor.

 

Al medio día y en mis mecedoras

me siento yo y al lado dos mujeres

y sin cuidado las contemplo y entonces digo:

en mí tienes a uno sobre el que nada puedes edificar.

 

Hacia la tarde reúno en torno a mí a hombres

y entonces nos decimos "caballero".

Tienen sus pies sobre mi mesa

y dicen: nos irá mejor. Y no pregunto nunca: cuándo.

 

Por la mañana y en el gris temprano mean los pinos,

y sus bichos, los pájaros, comienzan a chillar.

Hacia esa hora bebo yo mi trago en la ciudad y arrojo

la colilla y me duermo intranquilo.

 

Estamos asentados sobre un género fácil

en casas que se tuvieron por indestructibles.

(Así edificamos las casas largas en la isla de Manhattan

y las antenas finas que entretienen el mar atlántico).

 

De esas ciudades quedará: el que por ellas fue, ¡el viento!

Haced al que come, felices, la casa: él la vacía.

Sabemos que somos provisorios

y que tras de nosotros nada memorable vendrá.

 

En los temblores, que vendrán, espero

no apagar mi Virginia de amargura

yo, Bertolt Brecht, a las ciudades de asfalto lanzado

de los bosques negros en mi madre en temprana época.


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