domingo, 25 de febrero de 2018


MARIA EUGENIA VAZ FERREIRA




Heroica



Yo quiero un vencedor de toda cosa,
invulnerable, universal, sapiente,
inaccesible y único.

En cuya grácil mano
se quebrante el acero,
el oro se diluya
y el bronce en que se funden las corazas,
el sólido granito de los muros,
las rocas y las piedras
los troncos y los mármoles
como la arcilla modelables sean,
A cuyo pie sin valla y sin obstáculo
las murallas amengüen,
se nivelen los pozos,
las columnas se trunquen
y se abran de par en par los pórticos.

Que posea la copa de sus labios
el licor de la vida,
el virus de la muerte,
la miel de la esperanza,
las beatas obleas del olvido,
y del divino amor las hostias sacras.

Que al erótico influjo de sus ojos
se empañen los cristales,
la nieve se calcine,
se combustione el seno
virginal de las selvas
y se empenache con ardientes ascuas
el corazón de la rebelde fémina.

Que al rayar de su testa iluminada
resbalen de las frentes
las más bellas coronas,
los lábaros se borren,
repliegue sus insignias
la faz del estandarte
y vacilen los símbolos ilustres
sobre sus pedestales.

Yo quiero un vencedor de toda cosa,
domador de serpientes, encendedor de astros
transponedor de abismos...

Y que rompa una cósmica fonía
como el derrumbe de una inmensa torre
con sus cien mil almenas de cristales
quebrados en la bóveda infinita,
cuando el gran vencedor doble y deponga
cabe mi planta sus rodillas ínclitas




KO UN





Una palabra



   Tienes prisa
 mucha prisa
Le dice un leño al fuego.


Versión de Joung Kwon Tae  - Revisada por Isabel R. Cachera

De: "108 poemas Zen"




MARTA GARCÊS





Sotto voce



Murmura el aliento del aire.
Una tenue lluvia expira
al enfrentarse a los cristales.
Las horas pasan lentamente,
cierro los ojos, alcanzando el ardor de mi codicia.
Silencio.
La lumbre arde con fuerza.
El recuerdo es un triste sueño.
Una cálida voz que
susurraba dulcemente en mi oído,
unos palpitantes labios
que con ansia besaban los míos;
tus manos, ahora espinas,
antes inquietantes pedazos de cielo
que trazaban senderos
por mi cuerpo.
Nubes de tormenta se acercan,
acallado mi dolor,
abiertas todas las heridas
y las frías lágrimas
enlutan mi yerto rostro.
Bajo el silencio de la noche,
aún me parece oír tus hondas palabras,
susurrándome, en voz baja,
mentiras que me harán sufrir
durante el resto de mi mortal vida.
Deslizando la noche,
a través de mis pupilas, de nuevo
en soledad, yo y mi recuerdo.
Se entreabre mi nostalgia,
Se marchita mi dicha.


Sotto voce, tú susurrabas, yo moría…

De: “Días de vinos y de espinas”


ADRIANA TAFOYA





Quebradiza



Apago la luz
mis ojos se mueren
con el zumbido de un pájaro
          que me traga  
que me esparce
y no deja guarecerme
de la lluvia y de mi cara
de los cantos del dolor
que el sonido marca
           en las paredes
con los rasguños
trozados en mi espalda
cuando me fui con los hombres
               para no buscarte
y con algunas parejas
para no envidiarlas
                      ¿por qué me dejaste?
La carne grita de mi cuerpo

El abandono de mí es desposeerme
            desgarrarme el vientre y odiarte
para querer morderte la lengua cuando me beses

y dejo caer mi cabello
caer los labios menguados
               mis ojos se mueren
en el silencio del sonido me alejo
de los colores del misterio
para arrinconarme
                            cerca de ti
                 con los pies amoratados




CARLOS VITALE





Divagando



Ni aun
sabrás
que eras
la gracia
breve
y eterna.

MARTA JAZMÍN GARCÍA NIEVES





Ahora me devuelves el mar:
el día que llegaste,
derramado.
El profundo desastre
de un incendio.