Sotto voce
Murmura
el aliento del aire.
Una
tenue lluvia expira
al
enfrentarse a los cristales.
Las
horas pasan lentamente,
cierro
los ojos, alcanzando el ardor de mi codicia.
Silencio.
La
lumbre arde con fuerza.
El
recuerdo es un triste sueño.
Una
cálida voz que
susurraba
dulcemente en mi oído,
unos
palpitantes labios
que con
ansia besaban los míos;
tus
manos, ahora espinas,
antes
inquietantes pedazos de cielo
que
trazaban senderos
por mi
cuerpo.
Nubes
de tormenta se acercan,
acallado
mi dolor,
abiertas
todas las heridas
y las
frías lágrimas
enlutan
mi yerto rostro.
Bajo el
silencio de la noche,
aún me
parece oír tus hondas palabras,
susurrándome,
en voz baja,
mentiras
que me harán sufrir
durante
el resto de mi mortal vida.
Deslizando
la noche,
a
través de mis pupilas, de nuevo
en
soledad, yo y mi recuerdo.
Se
entreabre mi nostalgia,
Se
marchita mi dicha.
Sotto voce, tú susurrabas, yo moría…
De: “Días de vinos y de espinas”
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