"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 29 de junio de 2020
WANG WEI
De cara a la alta torre de guardia una
despedida al comisionado Li
Nos
separamos y veo desde la torre
La
llanura del río toda oscurecida
El
sol descendido y los pájaros volando a casa
El
viajero está en camino.
STÉPHANE MALLARMÉ
Esta noche
La
sombra amenazaba ya con su fatal ley
a
un viejo Afán que mis vértebras ha deshecho;
triste
por perecer bajo el fúnebre techo
sus
alas posó en mí. ¡Ay, sala de carey
y
de ébano, capaz de sobornar a un rey,
la
Muerte las guirnaldas de gloria ha contrahecho
y
es mentira tu orgullo para el que satisfecho
de
fe, vive alejado de la equivoca grey!
Sé
que en la inmensidad de esta noche, la Tierra
arroja
un resplandor de misterio que yerra
a
través de los siglos, cual fulgido remedio.
El
idéntico espacio, anulado o crecido,
a
los testigos fuegos muestra desde su tedio
que
en un astro, entre fiestas, un genio se ha encendido.
WALLACE STEVENS
El vidrio índigo en la hierba
¿Cuál
es la realidad?
¿Esta
botella de vidrio índigo en la hierba,
O
la banca con el tiesto de geranios, el teñido
Colchón
y los overoles lavados secándose al sol?
¿Cuál
de ellos contiene en verdad al mundo?
Ni
uno, ni los dos juntos.
MARIO LUZI
A lo largo del río
Quien
sale ve inesperados signos,
manchas
de nieve en los montes. El frío
de
la Pascua, es cruel con las flores,
empeora
a débiles y enfermos
y
más de uno, perdida la esperanza,
tirita
bajo cuellos y bufandas.
No
será culpa mía si te encuentro.
Sigo
el curso de este rápido río
insinuado
entre barracas y túmulos.
Sitios
donde el vagabundo, flautista
o
lanzador de cuchillos, atiza
el
fuego, acerca a las manos
dormita;
el viejo desata al perro
junto
a la orilla y ve la corriente;
un
hombre, de pie sobre la gabarra, hurga
el
fondo con la pértiga durante
horas
y horas, hasta que en las barracas
colocan
los quinqués sobre la mesa.
Es
el paisaje humano
que
por falta de amor
parece
desunido y extraño.
Cuántos
rodeos los tuyos, solitaria.
Es
más claro que nunca, el sufrimiento
penetra
en el ajeno sufrimiento
o
acaso es vano
—no
como río helado, como fuego
comunicante,
sólo quisiera...
Amor
difícil de ofrecer,
difícil
de recibir. Se conturba
al
atreverse, siente el frío de la sierpe
mas
torna insatisfecho al no atreverse,
apremia
en todas las edades de la vida.
El
río corre, desata sus rápidos,
arde
la espera, la familia se reúne
para
la cena, se comparte el alimento.
Truena.
Medio llovizna. Crece la hierba.
JULIO TRUJILLO
Mi casa y yo
Aunque
no puedo conocer
el
número infinito de rincones
ocultos
en mi casa
(apenas
hace un día sorprendí,
detrás
de algunos libros,
un
mínimo vacío
por
el cual
respira
agradecido el edificio);
aunque
me agota recorrerla con los ojos
(porque
en mi casa todo,
incluso
la señal del deterioro,
me
lanza sus anzuelos persuasivos);
aunque
fue aquí donde una sangre
concebimos
cuya
ascendencia no se agota
en
nuestros padres ni en los padres
de
sus padres;
aunque
mi casa se confunde
con
las nubes, digo,
es
tan pequeña
como
una codorniz que se entregara
a
la amenaza de mi rústico apetito.
Hacia
donde voltee me flanquea
una
pared,
o
la escalera
cuyo
abismo es muchas veces
un
súbito terror.
No
sé si es la carencia
de
alguna menudencia original
o
mi incapacidad de desplazarme con cautela.
Es
tan pequeña que mis brazos se laceran
contra
los bordes diarios
de
lo usual
(mis
brazos, que al vaivén
tiran
las fotos familiares
o
despedazan la servil azucarera).
Y
es que no sólo es diminuta
y
yo brutal,
sino
que se adereza con objetos delicados:
aquí
y allá
minúsculas
y frágiles delicias
cuyo
esqueleto tiembla ante mi tosca
cercanía.
Lo
cierto es que camino y nunca sé,
a
ciencia cierta,
si
hay un espacio franco
debajo
de mis pies
o
una fina tacita para el té.
Pero
soy yo,
que
veo cómo mis manos
se
dejan atraer
por
las espinas de los cactus familiares.
Soy
yo,
que
entro con yelmo a la cocina
para
emprender gozoso la excursión
y
descuidar en las alturas
la
cabeza.
Soy
yo,
cetáceo
en una prístina pecera.
Nadie
me dijo cómo había que navegar
las
olas de este mar domesticado.
ANDRÉ BRETON
La muerte rosa
Los
pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro
De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos
Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás
La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia
Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros
Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres
Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida
Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud
A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad
Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante
Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos
Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra
Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo
No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro
De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos
Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás
La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia
Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros
Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres
Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida
Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud
A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad
Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante
Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos
Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra
Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo
No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena
Versión de Manuel Álvarez
Ortega
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