sábado, 5 de mayo de 2018


CARMEN GONZÁLEZ HUGUET





                                    Cúbreme, amor, el cielo de la boca...
                                                                                   Rafael Alberti


1.




Aire sólo, fervor que callo y digo,
palabra que te nombra y te delata,
que te eleva en su vuelo o te maniata:
en mi boca te encierro o te prodigo.

Te dejo a la intemperie o al abrigo,
te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,
vas en mi labio como fiel testigo

de todo lo que en él pones y eres,
de todo lo que en él tu sed convoca
y de lo que en su amor beber quisieres.

Silencia esta ebriedad que el labio aloca
y con el agua en que dichoso mueres
cúbreme, amor, el cielo de la boca.


De: "Ausencia"


ALLEN GINSBERG


  


Blues del Banco Mundial



Trabajo para el banco mundial, sí, sí,
Mi sueldo eran cien mil de los verdes
Conozco mi economía Harvard mejor que tú

Nadie sabe que yo hago grandes planes
A los líderes de Madagascar les enseño a bailar
a leer estadísticas y usar calzoncillos a rayas

Las estadísticas emocionales no son mi trabajo
Hechos y números, no soy un atorrante
pero silvicultura y agricultura son un gran error

Este es nuestro plan para estabilizar tu moneda
Comercio internacional ahora o después
Sigue nuestro consejo lo agradecerás a tu creador

¿Qué tienes para exportar, qué materias primas?
Monocultura, diamantes, café, cereales
Véndelos en el mercado a las Multinacionales Imperiales

Te prestaremos dinero para aumentar tu producción
Páganos un interés anual, para tu propia seguridad
ajústate el cinturón, no pondremos objeciones

Tira algunos pequeños principios mínimos
el servicio de la deuda pago vuelve invencible el trato
Hay que poner dólares pero tu moneda es canjeable

Pon a la gente a trabajar la tierra del mercado mundial
tala todos los bosques, tendrás dinero líquido
o superautopistas rentables en lugar de selvas tropicales

Con granjas agropecuarias puedes exportar carne
Recorta servicios sociales y la ayuda a los pobres
Afligida, la gente de la selva emigra a las ciudades

Ajústate el cinturón vamos a dar un paseo por la costa
La producción aumenta, los precios siguen bajando
Madera en pasta carne en hamburguesa, café patasabajo

Aumenta la producción paga tu deuda al Banco Mundial
Al menos los intereses si es todo lo que puedes conseguir
Despuebla el Amazonas, no nos has pagado todavía

En una década devolverás todo el dinero
como servicio de la deuda, porque lo principal, ¡ay!
Te prestaremos más, pero no vendas caballo

Medidas de austeridad, sueldos más bajos,
Las aguas negras de la urbe son un terreno carnal
Los autobuses acaban arruinados en los lindes de la ciudad

corales y peces muertos residuos de las fábricas,
Los indígenas le tomaron el gusto al dólar yanki
Fondos de la banca suiza para dictadores en desgracia

La fauna muerta por la deuda de Costa Rica
Flora desconocida en la desembocadura del Boca Chica
Aves del Ecuador, ¿enfermas con los escapes tóxicos?

Disturbios por las bolsas de arroz extranjero
Arma a tu ejército de chicos con gases norteamericanos
Pide dinero prestado para tu carrera de armas propia

Familias trasladadas de las tierras fértiles a la selva
La gente de la selva en chozas al abrigo de turistas
¿bancarrota de divisas para los puristas del libre mercado?

Me acabo de retirar de mi empleo después de 20 años
en el Banco Mundial Central con la banda del dinero
asisto a las reuniones de AA no quiero morir idiota

Trabajé en Africa, las Américas, Vietnam
Bangkok también con los grandes del Banco Mundial
Ahora estoy retirado y me importa un cuerno

Camino por las calles de Washington solo de noche
El trabajo que hice, ¿estuvo malo bien?
¿Se cometieron graves errores sin que los vieran?

No era el trabajo de un burócrata como yo
comprobar el impacto de la política del Banco Mundial
cuando la deuda daba frutos en el árbol del dinero mundial


                                          Febrero de 1997 (busco fecha exacta)

Versión de Ana Becciu

De: "Muerte y fama"



IRENE SÁNCHEZ CARRÓN





El agua ciegamente



La costumbre me trae hasta tu cuerpo
o la necesidad de los planetas.
Esa costumbre ciega de semilla,
la que hace descender por las gargantas
el agua ciegamente,
la que guía a las aves migratorias
año tras año por la misma ruta,
la que impulsa en algún lugar remoto
esta brisa que ahora desordena
tu pelo. Y sonríes,
con costumbres de sol en su sistema.


JOSÉ MANUEL CABALLERO





Casa junto al mar



Azulada por el nocturno oleaje,
entre el ocio lunar y la arena indolente,
la casa está viviendo, decorada de cenizas votivas,
hecha clamor de memorables días dichosos
o palabra más bien, que ahora escribo en la sombra,
apoyando mi sueño en sus muros de solícitos brazos.

La casa está en el sur; es lo mismo que un cuerpo
ardoroso, registro de certeza embriagada,
donde estuvo mi vida, orillas de un emblema marino,
resonante de alegres impaciencias
o de ilusorias lágrimas que otros ojos cegaban.
Sus ventanas, a veces, están dando a mi nombre,
porque son todas ellas como bocas que acunan,
como labios que brillan bajo el furtivo pétalo del cielo,
aberturas que el mar vuelve sonoras
y en cuyo fondo habitan verdades como pechos,
palabras semejantes a manos que se juntan
o acaso esa tristeza que hay detrás del amor.
Recuerdo sus paredes, sus puertas de madera entrañable,
la verídica cal en cuyas lindes
se estaba congregando toda la luz de aquella casa,
sin poder ocultar cosa alguna por detrás de sus lienzos,
sin poder ser distinta a un cristal desnudado,
a un renglón transparente de tiempo sin edad.
Recuerdo también sus rincones más hondos y ocultos,
su razonada disposición de alegría,
la distribución de sus sueños con afán perdurable.
Todo allí se contagia de una idéntica vida,
y es para siempre su estación humana,
los ciclos de su fe, raíz de cuanto soy,
de todo lo que ordena mi palabra y sus márgenes:
las dudas con que erige sus muros la verdad,
los recuerdos que a veces son lo mismo que llagas,
el olvido, ese moho que corroe el rostro de la historia,
lo que está sin remedio convirtiéndose
en una misma forma de aprender a volver,
el miedo al desamor por donde sangra el mundo.

Sí, la casa es un cuerpo: mi corazón la mira,
la habita mi memoria; sé que está restaurándose
como la abdicación del mar en las orillas,
como las germinales herencias del verano,
y quizá sea posible que esta casa no pueda nunca envejecer,
no pueda cumplir nunca más tiempo que el de entonces,
porque sus habitantes son lo mismo que llamas
sin quemar, frágiles al aliento de la grieta más tenue,
y ellos están haciendo que las paredes vivan,
que los peldaños latan como olas,
que cada habitación respire y reproduzca
los irrepetibles y anónimos hechos de cada día.

Casa sin tiempo junto al mar, cumbre
sonora entre los astros, libre razón con muros,
criatura en donde acaban mis- fronteras,
soy menos si me faltas,
tu paz rige mi vida y la hace humilde,
55 justifica mi espera tu paciencia,
bogas, persistes, reinas, como un ave en la noche,
acaso ya recibas el nombre de José.


AUDOMARO ERNESTO





Noches

y siempre
a media noche más cerca de la soledad que de la dicha.
Jorge Fernández Granados



A esta hora
la casa se ilumina con la costumbre de posponer el sueño

Abajo la estela audible de los últimos vagones

Algo hay siempre en acecho
que nos obliga a decir aquello que otros temen
aquello que también somos
como un antifaz invisible que llevamos puesto

Me acerco a la ventana
Allá la luz que miro y cae despacio
ilumina muros y árboles
luz que no es del tamaño de nuestras manos

A esta hora
todas las ciudades son iguales
y cada uno es sobreviviente de su destino


ÁLVARO SOLÍS





Finalmente



Persiste, no en la flama,
sino en la desnuda luz que no calienta.
No en la luz de las antorchas
que incendia la mano que la porta.
Es otra luz que no enceniza
ni transforma lo sólido en etéreo.
Persiste, en la luz de la vela que está lejos,
que no puede apagarse ya con el aliento.
Persiste, no en el vaso,
ni en la arisca gota de la lluvia,
no en el río.
Es otra el agua que llena estos depósitos ocultos en el cuerpo.
Persiste, en el mar que se oculta a la mirada.