sábado, 27 de febrero de 2021


 

JOSÉ LANDA

 


 

El puente

 

 

El Puente de los perros se extiende
al infinito
Su nombre puede ser una contradicción
Las personas sedentarias piensan que
–como ellos– los perros no viajan
No huyen de la ciudad

Mas el viajero –el nómada
El inconforme– tiene
–dicen– patas de perro
El perro y el caminante son lo mismo:
al estar en un sitio recorren otro

 

El Puente de los perros conecta la bahía
con el Atlántico
Maqroll rayó en él sus iniciales con grafito
Caronte lo eligió para cruzar el agua
sin mojarse cuando estuviera solo
Y por ahí llegan los visitantes de tierras extrañas

 

Algún día caerá el Puente de los perros
Cuando esto ocurra todas las ciudades se hundirán en sí mismas
La historia del Nautilus se repetirá Babel será nuevamente dios y demonio
El campo y la ciudad serán mundos perdidos
y estas palabras ya no serán más
Pero hasta entonces el Puente
de los perros indicará nuevas y viejas rutas
Comunicará esta página con el viaje
de nunca acabar

 

UMBERTO SENEGAL

 

 

 

 

Perdón, hermanos

pájaros, por tanto

poema escrito.

 



EMILIANO GONZÁLEZ

 


 

5

 

 

El rayo y la tormenta de Alemania.
Los hombres en la luna. Las batallas
de hermano contra hermano. Las medallas
de Islandia, de Junín y de Britania.

 

De: “Miniaturas para definir a Borges”

 

 

JIM MORRISON

 


 

El Desierto

 


—rosado azul metálico
y verde insecto

 

espejos en blanco y
charcos de plata

 

un universo
en un sólo cuerpo



THOMAS MERTON

 


 

Consejo para un joven profeta

 

 

No te acerques, hijo mío, estos lagos son de sal. Estas flores
Comen insectos. Aquí los lunáticos privados
Aúllan y rebotan en un país muy áspero.

 

O ante cualquier monumento enmarañado
Algún mal encarado papi del terror
Ordena un descerebrado rito.

 

A danzar en la infortunada montaña,
A danzar van ellos, y sacudir el pecado
De sus manos y pies,

 

Frenéticos hasta que la noche repentina
Cae muy lentamente, y el mágico pecado
Se arrastra, secreto, de vuelta a su sitio.

 

Ecos baldíos con augurios de ruina:
Siete quedaron satisfechos, recobrando posesión:
(¡Trae un poco de mezcalina, te las arreglarás!)

 

Hay algo en tus huesos,
Hay alguien sucio en tu piel problemática,
Hay una tradición en tu mal señalante y cruel dedo
A la cual debes obedecer, y garabatear en la arena caliente:

 

“Dejen que todos vengan y asistan
A donde las luces y los aires son montados
Para enseñar y entretener. Oh, miren a la gente rubia
Esperanzada en el imberbe tiro al blanco,

 

Sacudan la extravagancia de sus miembros,
Hagan las paces como Juan vestido en pieles,
Elías en el aire asustadizo
o Antonio en los sepulcros:

 

Jalen el gatillo imaginario, hermanos.
Dispárenle al demonio: ¡él volverá otra vez!”

 

América necesita de estos fatales amigos
De Dios y la patria, para denigrarse en cenizas de mística.
Gigantescos profetas cuyas palabras no calcinan,
Debatiéndose el día entero en extenuantes idealizaciones.

 

Sólo estos lunáticos (oh, gran casualidad)
Sólo éstos nos son enviados. Sólo este anémico estruendo
Refunfuña en los campos de sal, en la noche sin lluvia:
Oh, vuelve a casa, hermano, ¡vuelve a casa!
El diablo ha vuelto,
Y el mágico Infierno
está engullendo moscas.

 

 

MARA ROMERO

 

 

 

La niña se sienta en la orilla de la noche

 

 

La niña se sienta en la orilla de la noche,
no hay fronteras claras
entre la realidad y el sueño,
su piel muestra marcas de fatiga,
enfebrecida le pesa el tiempo
que retarda su fuga de vida.
Triste llora bajo una higuera desnuda,
y se acompaña de voces
que parecen salir de entre las ramas
.

 

Ella sabe de quien se trata,
siente el abrazo sombr
ío de sus alas,
a oscuras hace memoria
de sus largos silencios,
lava sus sue
ños empapados de luz,
y sus pies mojados le estorban,
desesperada cobija sus ansias
y con sus pestañas,
rompe los cristales de su calma.

 

La niña que nunca se va,
se esconde en cortina de dudas,
y queda desnuda en un paisaje duro
lleno de ocasos;
sus ojos enrojecidos por falta de sueños
miran su ira estacionada,
las piedras le tapan el paso,
se aferra al mástil de una estrella
fundida con su dolor,
araña el cielo para regalarlo
en pedacitos a quien lo necesite
y en vasijas, guarda sus secretos
para enjugarlos con lágrimas de luna.
Confundida esconde su corazón entre rejas
y se adorna el pecho con poemas
para que nadie avise su vacío
toma entre sus manos la tierra,
y escupe sus esperanzas sepultadas en polvo
como si buscara la resurrección.

 

Así hurga en los pasillos de la muerte,
camina muy despacio
para no despertar a los duendes
y teje con sus labios
telarañas de esperanzas
en un silencio mal amaestrado,
tararea su canción,
perfilando una huida
que en otro tiempo ya ensayó,
en eso, se acerca la muerte,
pronuncia su nombre
que pareciera salir de un grito sucio,
y la lumbre alimenta el espacio.
Ilusa ella intenta el dialogo,
queriendo lavar nostalgias
y en una dolencia sin prisa le dice:

 

te trajo el viento, muerte?
el arrollo de luz?
mis angustias imprecisas?
-siempre te sentí-
nunca lograste engañarme
tu sombra mancho mis días
cuando escuchaba como arrullo,
tu palabra sin sabor,
tu sangrar de vida,
que me venció en mis eclipses
y mis viajes por tus huesos.

 

-aquí no hay cobardía-
solo un fuego que nunca se agota
lágrimas aprisionadas,
y el latir de un cuerpo
aislado de criaturas
que nunca me dejaron,
creerte.

 

La muerte se cansa,
le toma su mano,
y se van por un sendero
callado e invisible
.