"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 2 de julio de 2022
GILLIAN ALLNUTT
La
ligera seda del advenimiento
Mara
suspira sobre los hilos acomodados en el alféizar de palo de rosa.
Preferiría
mirar hacia el fuego.
Es
terriblemente difícil decidir cuándo el jardín ha muerto.
En
diciembre el lago es mudo.
No
quedan hojas y no hay viento que las agite.
Ella
dirá después que la luz en Somme era como eso.
Mara
suspira sobre las madejas.
No
es ni niña ni mujer.
Su
hermano está uniformado.
No
hay nadie con quien caminar en la mañana.
Su
madre siempre la ha dejado sola.
El
periódico está prohibido.
El
ángel estará bordado, pronto, para las plegarias vespertinas.
Después
de eso no habrá más costuras.
Al
principio las agujas eran hechas de hueso.
El
ángel vendrá por la tarde.
Después
ella conocerá el valor de la precisión.
A
las dos de la tarde, dirá una y otra vez.
Su
hermano no estará perdido entonces.
Él
escribe que está aprendiendo a fumar y pulir botones.
Ella
se levantará del fuego.
Caminará
lentamente de regreso al alféizar.
Sabrá
entonces que las manos del ángel son mudas.
Los
ojos han desaparecido.
Hay
calcetines de seda que nunca bordará para él.
El
lago está seco, como hueso.
El
ángel es terriblemente hermoso.
Ella
no será capaz de llorar.
Versión
de Luis David Palacios
AMY BLAKEMORE
Cangrejo
en una caja de poliestireno
Atraviesas
las rocas alimentadas de verde
sobre
un lecho escamoso de hielo, lejísimos
de
tu cálida boca del charco,
con
su oferta marginal de algas.
Cangrejo
en una caja de poliestireno,
tus
ojos siguen aún imposiblemente minúsculos,
pero
el decodificado disco de tu cerebro, rugoso, hace
recordar
los domingos apretados de peces,
la
mano de tu hermana enhebrando orquídeas
¿como
cuando eran sacadas en el desorden del agua?
Discotecas
en el fémur de un marinero muerto,
danzas
de jorobado.
Cangrejo
muerto en una caja de poliestireno,
en
venta en un lugar de mercado –
¿se
retuercen alguna vez las anguilas junto a ti
en
su húmeda muerte de caucho?
Pregúntate
¿por qué no te esforzaste más
en
romper las cuerdas,
desenredar
las redes?
Versión
de Luis David Palacios
GEORGE HERBERT
Oración
Oración,
banquete eclesiástico, edad de los ángeles,
aliento
de Dios en el hombre regresando al útero,
alma
en paráfrasis, corazón peregrinante,
la
polea cristiana resonando lo celestial y lo terrestre;
maquinaria
contra el Omnisciente, torre del pecador,
trueno
en reversa, lanza que apunta al Crístico costado,
el
mundo de seis días en una hora traspuesto,
melodía
que todas las cosas escuchan y a todas aterra.
Suavidad,
y paz, y amor, y éxtasis,
maná
exaltado, confianza en lo mejor,
el
Cielo en un día ordinario, hombre bien garbado,
la
vía láctea, el ave del Paraíso,
Las
campanas eclesiales más allá de las estrellas, sangre del alma,
tierra
de las especias: algo que por fin se entiende.
Versión
de Sergio Eduardo Cruz
TINO BARRIUSO
Mirada
última
(desde la orilla de un mar llamado Antonio)
Corazón
que fuera ayer
un arpegio del piano
y una herida de mujer.
Con
desangelada mano
borró el tiempo aquellas horas,
las hojas de aquel verano.
De
tu soledad sonora
se fue el vuelo del halcón,
el agua oculta que llora
y el
oro de tu canción:
tu pretérito imperfecto
ya es silencio, corazón…
(Por
exceso, por defecto
quiere cantar la cabeza,
mas no canta el intelecto)
Tu
silenciosa certeza,
espina que se desclava…
que es amor y que es tristeza.
De:
“Que asedia el mar”
EUGENIO GERARDO LOBO
Romance
De
la mejor biblioteca
de este país, mi atención
remite esos tomos; nadie
tan sabio como su autor.
Sobre la misma materia
van, de buen comentador,
unos chorizos al margen,
a manera de adición.
Repásalos poco a poco,
pues que más se aprovechó
en bucólicas de plato
que en ideas de Platón.
Deja a Cartesio, a Diveo,
Maignan, Gasendo y Bacón,
que aunque todos saben bien,
un pernil sabe mejor.
¿Qué te importa que sea el todo
entidad distinta o no
de sus partes, si lo mismo
son torreznos que jamón?
Deja que materia y forma
se distingan en rigor,
pues que nunca te deshace
el pernil la distinción.
Deja que el continuo sea
de infinita división,
como siempre en tu cocina
sea continuo el asador.
Que obre immediate o mediate
la sustancia, ¿qué importó,
cómo en tu estómago ejerzan
las lonjas su operación?
Que sea entidad separable,
y no modo, la calor,
nada importa, como tú
hagas bien la digestión.
Que la privación se tenga
por principio, no es error,
mientras no haya en los principios
de tu mesa privación.
No niegues a la materia
su infinita partición,
y sacarás más lonjitas
que los átomos del sol.
¿Qué sirve que el microscopio
haga al mosquito capón,
si microscopio no tiene
el paladar ni el sabor?
Sin la costa de alambiques,
sin fatiga y sin sudor
hallarás el caput mortuum,
en haciendo un chicharrón.
En manos de la disputa
el cielo al mundo dejó;
bien se le conoce al pobre
la asistencia del tutor.
Aristóteles, Teofrasto,
Pitágoras y Zenón
jamás pudieron saber
la esencia de un caracol.
Un jerónimo, Agustino,
Crisóstomo y Besarión
supieron más; pero en esto
se burlaba el Hacedor.
En el océano inmenso
de este escondido primor
no hay que buscar los tamaños:
toda ballena es ratón,
También en tales quimeras
gastaba algún tiempo yo,
y en mi vida supe cómo
se establece un cañamón.
Y así, mudando sistema,
pasé a sargento mayor,
y establecí por principio,
pura potencia, al doblón.
De aquí las formas deduzco
de vivir mucho mejor,
porque sin él cualquier cosa
es un ente de razón.
Ésta sí que es crisopeya,
pues haciendo un tres de un dos,
se convierten luego en plata
los yerros de mi renglón,
No me aventajara Lulio
en manejar el crisol,
a no podrirme los polvos
la santa restitución.
Y por fin, lleva sabido
que, sin caudal, es Catón
actus entis in potentia
prout in potentia. Y adiós.
ANTONIO HERNÁNDEZ
El
desencanto
No
la tristeza por el mercachifle
ido a más que fue amigo, nuevo rico
bien cebado por las diputaciones
y los ayuntamientos. Ni tampoco
por el sandio zascandil que traduce
lo que fue traducido sin cambiar el idioma.
Ni por el pobre, pillo, animador
que llaman cultural. Menos aún
por el gacetillero que elogiara
mi poesía con un entusiasmo
tan sólo comparable a su ignorancia.
Ni por tantos moscones como tuve
sobre mí cuya vanidad recuerdo
pero cuyos poemas me son indiferentes.
Ni por los virtuosos, que saben dónde está
el cofre lleno de hojalata.
Ni por esos estultos sabios
peores que los bobos ignorantes,
sino por el maestro, al que creí
volcado a la honradez y la justicia.
Rompió
mi espejo y aún escupo cristales.
