sábado, 4 de abril de 2020


ANA PÉREZ CAÑAMARES




Perdonadme que ahora juegue

Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa
Wislawa Szymborska



Cuando veo fútbol, tenis
carreras de fórmula 1
no olvido que en otras cadenas
siguen los telediarios.
Mientras gritamos gol
otro coche bomba explota
en un mercado; antes
de que acabe el set
habrá diez palestinos menos;
se apaga el semáforo
y una vida más en Guantánamo.

Mis padres llamaban
partes a los telediarios.
Ellos sabían que la guerra
no había terminado:
mientras en el salón la tele
vomitaba metralla,
la radio en la cocina
escupía recuentos de muertos.

Perdonadme que ahora juegue:
el dolor fue una institutriz severa.




FRANCISCO ESPADA




Patria hostil



Hay una patria hostil,
una patria cautiva
de los poderes ocultos
que tejen en la trastienda
las tejas de la maquinación,
que empobrece
a los que ya se doblan
y enaltece a los poderosos;
una patria sin alma
que se olvida de los últimos
y expatria a los penúltimos,
a quienes gozan de currículos
de la excelencia
hacia el peregrinaje
de un rayo de esperanza
que se vislumbra fuera
de los mojones de esta hostilidad.

Hay una patria hostil,
una patria vomitiva
que hunde en el descenso
a los infiernos
a una gran multitud de sus hijos,
que esclaviza y envuelve
con sutiles seudónimos
las miserias de quienes
ya perdieron todo resquicio de luz,
que caminan ciegos, a tientas,
que los exilia a la desesperanza
sin posibilidades de retorno.




ERNESTO KAHAN





En las selvas de Colombia



En nombre de la luz cerraron las cortinas,
los pétalos partieron en nombre de la rosa
y secuestrados llevaron a las selvas de Colombia
En la noche oscura, en la noche sorda,
les quitaron la libertad, les taparon la boca
¡Ah, en nombre de la paz! ¡Ay, en nombre de la paranoia!
¿A quienes secuestran en esas noches de locura
de espaldas al vuelo que goza la avutarda?
¿A la vida que corre con las muletas amputadas?
¿Al canto..? ¿La voz..?
¿A la libertad de los que hablan?
¿A una Sabina para hacerla parir en otra casa?
¿No entienden que amo las palabras?
Que un hombre las escribe y el viento las declama.
Que las quiero con la paz para que el horizonte se expanda.
Que caminen los caminantes.
Que se corten los alambres de valles y montañas.
Que se deliberen los presos en la selva colombiana.



ANTONIO GARCÍA VARGAS





Protogénesis



Retorciendo la luz crucifico universos
y un hueco suspirado en la arboleda se pronuncia.
Detrás el sol. Presencia inesperada.
En la aspiración soy bruma bosque rama.
Me diluyo desnuda sed madero.
Cuando el todo se pierde queda el detalle.
Un siquiera. Un porqué licuándose.
Diciéndonos un algo que no entiende
la plenitud del ser en su afasia.
Y se pronuncia el grito. Mostrándonos
carencias y atributos. A lo lejos
florece —apenas musgo cristalino—, transpirado,
tronchada ya la base tubular de la palabra,
el porte verdecido del prado circundante.
Hay un límpido fleco de esperanza.
Una espera en los bordes del camino.
Mil voces pronunciándose.
La luz radial escribe un ¡Basta ya!
Parco mundo de números y sombras.
Ausencias y detrás los signos, ¿los ves?
El lecho de la rosa no es ahí.
Ni la flor carmesí. Ni la distancia.
El negro del vacío es simple cosa.
Un vahído estelar. Una metáfora.
Un órdago divino
amordazando al universo de la idea.
Apenas…
apenas circunstancia.


Abril de 2011


ANNA VENTURA





Patriarcal



Volver a recorrer los tiempos
y los lugares de la familia:
un balcón de hierro, una lámpara encendida,
un regalo de cumpleaños.
Como los atunes y los salmones,
como las aves migratorias,
una fuerza descomunal nos impulsa,
no nos importa
la aspereza del trayecto.
Y, al final,
reflejado en un espejo de agua,
encontramos nuestro rostro.


GOYA GUTIERREZ





VIII. En la habitación contigua
Ella escucha a la muerte.
El sonido del agua que baja
Desde el cuarto de baño
Hacia la alcantarilla
Es su helado mensaje:

Disuélvete en la nada,
Acabará la lucha,
Ellos quieren que arranques
La baldosa que guarda tu secreto,
Y despeñada desde el acantilado
Te absorberán las olas.

Pero la vida que aún la estira
En buen agrimensor la ha convertido,
E inspecciona el terreno
Y no halla en sí la kulpa, ni el kastillo,
Y mide, con mano temblorosa
La frialdad del agua…
          De pronto

El timbre alborotado del teléfono,
El trajinar cotidiano de unos pasos
Y aquella voz amada
Regalo diario: flor de hibisco,
Que le recuerda el nombre enrojecido
De ese medicamento
          Y juntos

La reintegran al mundo de los vivos.


De: “La Flor del Hibisco” en "El cantar de las amantes".