martes, 10 de diciembre de 2019


VIRGILIO DÁVILA





Visión del porvenir


      
¡Ay! ¡Qué soberbia cúpula tu cielo!
¡Qué emporio de colores tu llanada,
y qué ricos estuches tus colinas,
y qué beso inefable el de tus auras,
y qué mar apacible el que, amoroso,
en holocausto a tu beldad, te canta!
¡Qué mísero! ¡qué triste!
¡qué lleno de infortunio
quien no ha visto jamás tu sol espléndido
abrir en el oriente su capullo,
no vio la luz de tus estrellas pálidas,
ni gozó de tus dulces plenilunios!
¡Oh, la música grata de tus mares,
y el alegre bullir de tus cascadas,
y las risas del silfo cuando juega
en los airones de tus rubias cañas,
y el trino de tus pájaros canoros,
y el madrigalizar de tus fontanas,
y la queja de amor que da a los aires,
al son de la guitarra,
el rimador de sueños,
lamentando el desdén de la que ama!
¡Eres una canción, eres un himno
que brota de mil arpas,
y que, por darle adoración cumplida,
el Universo a su Creador levanta!
¡Qué grato olor despide el limonero
de sus albas corolas!
¡Qué grato olor el arrayán del bosque!
¡Cómo huelen tus rosas,
y qué perfume dan tus madreselvas,
tus claveles, tus lirios y tus violas!
¡Eres un pebetero
donde la tierra pone sus aromas
para que jueguen con la brisa, y vayan
hasta Dios mismo, en calidad de orobias!
¡Cálida tierra mía!
¡Con qué orgullo te veo,
dueña de tus destinos,
libre como las aves en el viento,
celebrando tus bodas
-enamorada hurí- con el Progreso!
¡Patria de mis mayores!
¡Hogar de mis ensueños!
¡Qué placer inefable
este placer que siento,
al ver salir el humo de tus fábricas,
multiplicarse del saber tus templos,
y atravesar los mares
en navíos soberbios,
con noble afán de conquistar el orbe,
los ricos frutos del vergel riqueño!
¡Cuál mi delicia al percibir el vaho
de tu humífero suelo,
cuando el corte recibes
de la reja de acero,
para que el sol fecunde tus entrañas,
y te abone la lluvia con sus besos,
y la gramínea en sus flautines de oro
cante la gloria de tu valle espléndido,
y nos deslumbre el tabacal undoso
con sus verdes y raros terciopelos,
y luzcan esmeraldas y rubíes
en sus ligeras copas los campos
y su altivez de emperatriz la piña,
y el naranjal sus glóbulos de fuego!
¡Ay! ¡Qué matronas las que a ti te ilustran,
y que varones los que en ti batallan,
y qué doncellas las que en ti suspiran,
y qué poetas los que a ti te cantan!
Yo en ti he nacido, y en tu valle hermoso
quiero dormirme de la muerte al beso,
para volver a tu bendita entraña…
¡porque todo lo mío te lo debo!
¡Yo te debo el sentir de mis cantares,
la lumbre que destella en mi cerebro,
las fibras de mis músculos,
el arpa de mis nervios,
la sangre de mis venas,
y la cal de mis huesos!
¡Qué placidez la de la muerte mía
si, al hundirme en la fosa,
me acompañara la visión radiante
de que, al surgir en épocas remotas
los elementos que mi ser integran
de ese crisol que todo lo transforma,
han de ofrecer en tu conjunto egregio
alarde rico de belleza y gloria,
siendo pluma, en el ala
de alguna de tus aves más canoras;
una perla en el fondo de tus mares;
un hilo de tus linfas nemorosas;
un granito de oro en tu montaña;
en tu vergel, un pétalo de rosa;
un átomo de fósforo, en el cráneo
de tu hijo más patriota;
una chispa de numen en la mente
del bardo que pregone tus victorias,
y una gota de sangre
del corazón de una mujer criolla!


HANS MAGNUS ENZENSBERGER




  
ráfagas



hay palabras
ligeras
como semillas de álamo

se levantan
llevadas por el viento
y vuelven a caer

difícil agarrarlas
porque se van muy lejos
como semillas de álamo

hay palabras
que más tarde quizás
removerán la tierra

proyectarán tal vez alguna sombra
una sombra delgada
o tal vez no


1962


De: "Poesías para los que no leen poesías"
Versión de Heberto Padilla



JORGE LARA





Precognición



Ah rigurosa noche adrenalina
Descalza ya la máscara en asedio
De fieras los puros instintos hablan
Voraces maravillas nos acechan


GEORG TRAKL





Cantos para un rosario



1. A mi hermana

Por donde pasas, dejas la tarde y el otoño.
Un venado azul se escucha bajo los árboles,
Un estanque solitario por la tarde.

Se escucha suave el vuelo de las aves,
La tristeza cubre tus ojos.
Se escucha tu breve sonrisa.

Dios ha ocultado tus párpados.
Por las noches las estrellas buscan,
Niña de Viernes Santo, tu frente.


2. Cercanía de la muerte

Oh, va la tarde por las oscuras aldeas de la infancia.
El estanque bajo los sauces
Se llena de suspiros envenenados por la pena.

Oh, el bosque baja suavemente sus ojos cafés.
Desde las manos huesudas de los abandonados
Cae el púrpura de sus días extasiados.

Oh, la cercanía de la muerte. Oremos.
Esta noche se disuelven entre almohadones suaves,
Color incienso, los delicados muslos de los amantes.


3. Amén

La putrefacción se desliza por la estancia;
Sombras sobre el tapiz amarillo; en los oscuros espejos
Se arquea la tristeza de marfil de nuestras manos.

Perlas cafés se cuelan entre dedos extintos.
En el silencio
Se abren los amapolinos ojos de un ángel.

También la tarde es azul;
La hora de nuestra muerte, la sombra de Azrael,
Que oscurece un ocre jardincillo.


JOSÉ MANUEL CABALLERO





Miedo



Mil veces he intentado
decirte que te quiero,
mas la ardorosa confesión, mi vida,
se ha vuelto de los labios a mi pecho.
¿Por qué, niña? Lo ignoro,
¿Por qué? Yo no lo entiendo,
Son blandas tu sonrisa y tu mirada,
dulce es tu voz, y al escucharla tiemblo.
Ni al verte estoy tranquilo,
ni al hablarte sereno,
busco frases de amor y nos la hallo.
No sé si he de ofenderte y tengo miedo.
Callando, pues, me vivo
y amándote en silencio,
sin que jamás en tus dormidos ojos
sorprenda de pasión algún destello.
Dime si me comprendes,
si amarte no merezco.
Di si una imagen en el alma llevas...
Mas no... no me lo digas...¡tengo miedo!
Pero si el labio calla,
con frases de los cielos
deja, mi vida, que tus ojos digan
a mis húmedos ojos... ya os entiendo.
Deja escapar el alma
los rítmicos acentos
de esa vaga armonía, cuyas notas
tiene tan sólo el corazón por eco.
Deja al que va cruzando
por áspero sendero,
que si no halla la luz en la ventana,
tenga la luz de la esperanza al menos.
Callemos en buena hora
pues que al hablarte tiemblo,
mas deja que las almas, uno a uno,
se cuenten con los ojos sus secretos...
Dejemos que se digan
en ráfagas de fuego
confidencias que escuche el infinito
frases mudas de encanto y de misterio.
Dejemos, si lo quieren,
que estallen en un beso,
beso puro que engendren las miradas
y suba sin rumor hasta los cielos.
Dime así que me entiendes,
que sientes lo que siento,
que es el porvenir de luz y flores
y que tan bello porvenir es nuestro.
Di que verme a tus plantas
es de tu vida el sueño,
dime así cuanto quieras.... cuanto quieras.
De que me hables así... no tengo miedo.


CARLES RIBA





2



Luz en el viento
y en un viaje el mundo.
¡Ah, juventud
dentro de esta mirada,
dentro de mi añoranza!


Tankas de las cuatro estaciones
Versión de José Agustín Goytisolo