lunes, 16 de septiembre de 2013

RAMÓN LÓPEZ VELARDE




Ser una casta pequeñez

                                   A Alfonso Cravioto



Fuérame dado remontar el río
de los años, y en una reconquista
feliz de mi ignorancia, ser de nuevo
la frente limpia y bárbara del niño...

Volver a ser el arrebol, y el húmedo
pétalo, y la llorosa y pulcra infancia
que deja el baño por secarse al sol...

Entonces, con instinto maternal,
me subirías al regazo, para
interrogarme, amor, si eras querida
hasta el agua inmanente de tu pozo
o hasta el penacho tornadizo y frágil
de tu naranjo en flor.

Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá
de las torres gemelas.

Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.

¿Por qué en la tarde inválida,
cuando los niños pasan por tu reja,
yo no soy una casta pequeñez
en tus manos adictas
y junto a la eficacia de tu boca?



SILVIA CARBONELL





Mientras la ciudad duerme



Voy a fingir por un momento que cabalgo la noche,
y me lleva a todos los lugares
donde quise estar a estas horas cuando la ciudad duerme.

Tal vez visite teatros para disfrutar sus murmullos en silencio,
o las plazas con sus vitrinas cerradas y sus maniquís despiertos.
Evitaré los templos para no escuchar sus sermones
y lamentos pintados en las paredes mientras un rezo se escucha al fondo.

Es posible que visite mi casa favorita.
De la que algún día vestiré sus ventanas del sol de mis buenos días.
Platicaré con los árboles y faroles de cada cuadra.
Ellos cuentan mejor que nadie, las historias que la noche apaga.

Posiblemente tope con semáforos enojados
que nadie presta atención cuando se encuentran saludando.
Caminaré con la tranquilidad de un infante explorando.
Desde avenidas y callejones,
hasta parques dormidos con el eco de los niños.

Y cuando pase por cada ventana con una luz encendida,
imaginaré que es una madre intentando arrullar en brazos a su pequeño.
Es posible que me familiarice con los espacios,
que de día por las prisas siempre acabo ignorando.

Abrazaré el asfalto.
Siempre quise tumbarme en medio de una avenida,
mirar el cielo de noche, contando todas sus estrellas.

Y cuando amanezca, me habré marchado.
Mi caballo seguramente se alejará cabalgando.
Yo, en cama dormida,
esperaré que la mañana me reciba con sus buenos días.
Con una taza de café muy cargado, y contigo entre mis brazos.


JOSÉ JUAN TABLADA





La Venus china



En su rostro ovalado palidece el marfil,
la granada en sus labios dejó púrpura y miel,
son sus cejas el rasgo de un oblicuo pincel
y sus ojos dos gotas de opio negro y sutil.

Cual las hojas de nácar de un extraño clavel
florecieron las uñas de su mano infantil,
que agitando en la sombra su abanico febril
hace arder en sus sedas un dorado rondel...

Arropada en su manto de brocado turquí,
en la taza de jade bebe sorbos de té,
mientras arde a sus plantas aromoso benjuí.


¡Mas irguióse la Venus y el encanto se fue,
pues enjuto, en la cárcel de cruel borceguí,
era un pie de faunesa de la Venus el pie!...

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA




Las novias pasadas son copas vacías...


Las novias pasadas son copas vacías;
en ella pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos...huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino del Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas... Sí queda una gota,
¡Que beba el lacato las heces del amor!



RUBÉN BONIFAZ NUÑO




Desde la tristeza…



Desde la tristeza que se desploma,
desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano.

Ya no puedo ser solamente
el que dice adiós, el que vive
de separaciones tan desnudas
que ya ni siquiera la esperanza
dejan de un regreso; el que en un libro
desviste y aprende y enseña
la misma pobreza, hoja por hoja.

Estoy escribiendo para que todos
puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.

Escribo mi carta para decirles
que esto es lo que pasa: estamos enfermos
del tiempo, del aire mismo,
de la pesadumbre que respiramos,
de la soledad que se nos impone.

Yo sólo pretendo hablar con alguien,
decir y escuchar. No es gran cosa.
Con gentes distintas en apariencia
camino, trabajo todos los días;
y no me saludo con nadie: temo.

Entiendo que no debe ser, que acaso
hay quien, sin saberlo, me necesita.
Yo lo necesito también. Ahora
lo digo en voz alta, simplemente.

Escribí al principio: tiendo la mano.
Espero que alguno lo comprenda.

De “Los demonios y los días”




AMADO NERVO



  
Tanto amor


Hay tanto amor en mi alma que no queda
ni el rincón más estrecho para el odio.
¿Dónde quieres que ponga los rencores
que tus vilezas engendrar podrían?

Impasible no soy: todo lo siento,
lo sufro todo...Pero como el niño
a quien hacen llorar, en cuanto mira
un juguete delante de sus ojos
se consuela, sonríe,
y las ávidas manos
tiende hacia él sin recordar la pena,
así yo, ante el divino panorama
de mi idea, ante lo inenarrable
de mi amor infinito,
no siento ni el maligno alfilerazo
ni la cruel afilada
ironía, ni escucho la sarcástica
risa. Todo lo olvido,
porque soy sólo corazón, soy ojos
no más, para asomarme a la ventana
y ver pasar el inefable Ensueño,
vestido de violeta,
y con toda la luz de la mañana,
de sus ojos divinos en la quieta
limpidez de la fontana...